sábado, 20 de diciembre de 2008

Tres novelas en imágenes

Uno de los mejores regalos que uno puede hacer(se) estas Navidades es la edición por Atalanta de Tres novelas en imágenes cuyo autor es Max Ernst y con un esclarecedor epílogo de Juan Antonio Ramírez. No es difícil “leerlas” contextualmente en clave de emblemas y narraciones que se articulan a través de la técnica del collage. Tampoco el poner de manifiesto su evidente “actualidad” en ejemplos más o menos conscientes de la actual literatura española contemporánea.
Todo ello es posible, aconsejable e instructivo. Pero sugiero otra forma de acercamiento a la obra y es haciendo caso al título. Novelas, sí, pero no como si estuviéramos adivinando desde los zurcidos del envés la urdimbre de una novela romántica convencional; situando a los personajes fuera de lugar, articulando los miembros desencajados, enhebrando situaciones insólitas en torno a tramas conceptuales. Porque, ¿no es precisamente de ese tipo de obras que surgen por la reiterada impotencia epocal del concepto, aunque sea ésta una palabra a la que invariablemente se acude cuando se trata de “explicarlas”?. El mismo Ernst se encarga de despistar en los pies de página:

“Un cuerpo sin cuerpo se coloca en paralelo a su
cuerpo y nos indica, como un fantasma
sin fantasma, por medio de una saliva particular,
la matriz que sirve para hacer los sellos”.

Novelas, sí, con toda la equivocidad de la palabra, pero en imágenes. Se me ocurre que entonces quizá el autor ha querido también que las miremos, y no sólo que las “comprendamos”, las “leamos” contextualizadamente, que hablemos o escribamos acerca de ellas. Por una lectura habermasiana de Kant parece haberse consolidado la especie edificante de que toda experiencia estética tiene que ser comunicativa en su propia naturaleza. Puede serlo o no.

Sin ánimo de misantropía más de uno hemos gozado de la visita solitaria a exposiciones o museos, sin la mirada de apremio del acompañante que exige un comentario, o del cuaderno de notas que nos servirá para la crítica alimenticia en el texto mercenario. Bien es cierto que sin hacerse tampoco muchas ilusiones. Porque, como señala muy bien Zizek, uno ya tiene tal deformación profesional que es incapaz de ver o leer algo, sin estar a la vez pensando en el partido que puede sacar de ello para sus propios intereses.

Pero, supongamos que somos capaces de atender al autor y desconectar de todo ello por algún momento. Es decir, que miramos a las imágenes no por lo que representan o narran sino en lo que son (con frecuencia el símbolo roba el ser de la imagen); que no las vemos y percibimos su sentido, sino que las miramos empapándonos de su sinsentido, de su ser. Si lo conseguimos, aunque sea durante unos breves instantes (contando con que todos los instantes son breves), entonces habremos tenido otro tipo de experiencia estética e iniciado otra cultura de la imagen.

sábado, 13 de diciembre de 2008

jueves, 11 de diciembre de 2008

Lecturas colaterales de Creta Lateral Travelling

Agustín Fernández Mallo acaba su texto Hacia un nuevo paradigma: poesía postpoética con estas palabras que ya se han hecho célebres: “Para escribir como en el siglo 20 siempre estaremos a tiempo”. Al ser reeditado ahora con Creta Lateral Travelling invita a una nueva lectura. No parece, sin embargo, haber sido el caso de la mayoría de las reseñas (elogiosas y bien articuladas) que reconocen el mérito indudable de la obra, pero apenas si se detienen a valorar el texto.

Y, sin embargo, ya por su título tiene todas las características de un verdadero manifiesto. Puede leerse en sentido post, si se mira con el autor a la poesía del pasado, a la reivindicación de unir poesía y ciencia, pero también como pre en referencia a su obra producida y quizá ¿también por producir?. Tengo la impresión de que la reedición conjunta de obra y texto, además de una iniciativa editorial inteligente, puede convertirse también en una invitación hermenéutica subliminal en la línea del pre que, más que ayudar, plantea algunos problemas para la lectura de la obra posterior de Agustín, en particular de sus Nocillas.

A riesgo de simplificar diría que, mientras Creta responde a, e introduce una escritura creativa de máximo interés, propia del siglo XXI , el texto teórico obedece más bien a planteamientos rebasados, de finales del siglo XX. Cuando dice “hablamos de la necesidad de un cambio tan radical como en su día lo operaron las vanguardias pero sin sus utopías quijotescas y totalizadoras”, es fácil percibir la puesta en práctica de ello en su obra posterior y en su “poesía expandida”, denominación que es por sí sola un verdadero hallazgo.

Pero al ligar la suerte de lo “postpoético” a lo “postmoderno” se corre el peligro de reducir la estética a teoría de las artes, de simplificar la modernidad y de construir algo similar a un Gran Relato en el momento de la caída del Gran Relato de la caída de los Grandes Relatos que era la posmodernidad. Pero, volviendo al comienzo, para ser y escribir como los posmodernos siempre estaremos a tiempo, si no somos capaces de ser y escribir otra cosa. Sin embargo, yo encuentro algo distinto en la obra de Agustín. De ahí la pregunta: ¿para cuándo Agustín tu poética de la “poesía expandida” que es tu propia obra? Seguro que merecerá mucho la pena.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El gusto de las cosas



"Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, después de la destrucción de los seres, después de la destrucción de las cosas, solos, más frágiles pero más vivaces, más inmateriales, más persistentes, más fieles, el olor y el sabor siguen todavía durante mucho tiempo, como almas, recordando, aguardando, esperando, sobre la ruina de todo lo demás, llevando sin flaqueza, sobre su gotita casi impalpable, el edificio inmenso del recuerdo".
Estamos ya acostumbrados a una literatura de imágenes visuales y auditivas característica de este comienzo de siglo. Experimentamos incluso una sobredosis de ellas en algunas películas llenas de efectos especiales. La saturación nos impide sentir que falta algo que, sin embargo, nos es debido.

A veces la lectura de textos de comienzos del otro siglo nos sumerge brutalmente en la presencia de esa carencia. Algo así como cuando saliendo del tubo de escape de la gran ciudad vamos a dar de modo imprevisto en un bosque ligeramente húmedo, y el olor penetrante del tomillo, del brezo, de la corteza de los pinos y de mil no sé qué cosas, golpea el cuerpo y marea el cerebro hasta el punto de tener que apoyarnos para no caer.

La lectura del primer tomo de la gran obra de Proust, lejos de ser un viaje soporífero alrededor de su cama, como cabía esperar, tiene la virtud de producir un efecto similar, un estremecimiento continuo de inesperadas presencias. Es una orgía de imágenes olfativas y de sabores que tiran de las imágenes visuales.

Pocas veces estamos ante una mirada táctil de parecida intensidad, habituados a la mirada intelectual. Canes amaestrados en la caverna platónica estamos preparados para ver las cosas, pero no para sentirlas, ya que parece poco fiable. Y, sin embargo, nos volvemos como locos ante el aroma de las cosas, cual perrillos sacados de paseo y que hubieran olvidado en casa su cuerpo. Sólo somos plenamente humanos cuando estamos a la altura de nuestras sensaciones. Petrarca afirmaba que saber viene de sapere, y que sabio es aquél al que se le abre y tiene el sabor, el gusto de las cosas.

jueves, 4 de diciembre de 2008

(Me) veo, luego existo

(Nam June Paik. TV Rodin. Le penseur. 1976-8).

(Nam June Paik. TV Buddha. 1974)


lunes, 1 de diciembre de 2008

Situación actual y futuro de la Universidad

Situación actual:

- Los que trabajan.
- Los que evalúan a los que trabajan.

El futuro:

Ser es evaluar o ser evaluado. Fundamentación metafísica en Berkeley: esse est percipi.

Incapaz de promover la excelencia en la docencia y la investigación, de hacer planes de estudio no sólo para sino contando con los alumnos, la Universidad dirige ahora todos sus esfuerzos a la creación de una burocracia asfixiante que legitime el aumento y la perpetuación de los administradores de su propia miseria. Falta de sustancia, la Universidad se devora a sí misma.