sábado, 9 de febrero de 2008

Yo adoro al absoluto, y el absoluto (no) me adora a mí.



El límite de la razón es lo infinito, lo absoluto. Pero la estética es capaz de presentar lo impresentable, de hacer visible la totalidad en una parte. Y lo hace tomando de la religión el modelo: la encarnación del dios, el Verbo que se hace carne, se hace visible en todos y para todos. La publicidad es la nueva religión laica asociada a momentos especiales para los que hay siempre un producto especial, la presencia tangible de lo intangible. La globalización económica de los productos es la versión romántica del Uno y Todo: uno encuentra lo mismo en todas partes ofertado como producto único para los seres únicos que somos todos. Uno no es nadie si no lo compra, pero el producto no es nada si no es comprado.


El reto estético es mayor cuando se intenta presentar mediante imágenes visuales y sonoras aquello que sólo es accesible a través de imágenes olfativas. Ya no se trata, como en el resto de los anuncios, de mostrar algo sino de sugerirlo, por lo que tiene especial importancia el envoltorio. Lo llamativo es que en estos anuncios el protagonista no es el perfume, sino lo asociado al perfume: lo que no se huele. Y aquí se encuentran sinestesias, correspondencias insospechadas, donde se revela que el romanticismo es a la vez el lado luminoso y oscuro del alma. El anuncio es una sinestesia, pues se trata de suscitar a través de una imagen visual y sonora lo que sólo es objeto (¿o no?) de una imagen olfativa. Pero lo común de todas estas imágenes es que se trata de imágenes simbólicas: remiten a otra cosa. El perfume es la venta de un cuerpo, de un envoltorio, ya sea natural o artificial. Es la belleza de la piel, del envoltorio, que sugiere la pasión y todo tipo de armonías.


Es el caso del anuncio de Dior con el título de j´adore l´absolu y con Charlize Theron de modelo. Ha sido distribuido en varios soportes, de papel, televisión, video, internet….el mensaje es el mismo, pero los medios utilizados llevan a variantes significativas e incluso a la posibilidad de llegar a su lado oscuro. La palabra “adoro” establece el puente entre lo sagrado y el objeto de consumo. Funda una relación mística de tintes eróticos con el absoluto basada en la promesa de posesión, en el doble sentido de poseer siendo poseído. Conviene atender a ello. La posesión del objeto se mezcla (más bien, es a través de…) con la posesión de la intermediaria. En el vídeo todavía resulta más claro cuando la actriz a paso rápido de modelo atraviesa las puertas abiertas de unas salas escuetamente decoradas, despojándose de las joyas, desnudándose, para ir al encuentro de la redoma de perfume que se yergue, cual símbolo fálico, al final del vídeo en un plano único y solitario. Es el vídeo del despojamiento: una ascesis sensual invertida. Lo llamativo es que en otros anuncios aparece la leyenda de “El absoluto femenino”. Una idea abstracta, un ideal, la posesión del absoluto, tiene como protagonista a una mujer, irresistible para los hombres, aunque el perfume sea para ellas. Es el absoluto femenino para lo masculino, como la literatura romántica era consumida especialmente por mujeres, ocasionalmente protagonistas, pero no finalistas, destinatarias últimas.


El anuncio lo es de una “buena nueva”, de la encarnación del absoluto: “la nueva agua de perfume absoluta”, el absoluto se hace carne. El anuncio en papel es el tiempo detenido del vídeo, el acto de desprenderse de una joya y despojarse del vestido. Quien lo hace es un ángel femenino presentado con el glamour de la época dorada de Hollywood. A quien se ofrece es a un espectador consumido ofreciendo el producto de consumo: labios entreabiertos, ojos semicerrados, cabeza ladeada. Belleza carnal en tono rojizo de tentación y seducción, con una estética vieja para un producto nuevo con una actriz joven.




El éxtasis visual se alcanza en el segundo vídeo. La modelo aparece ataviada con un vestido (más bien una sábana) dorado hecho para la ocasión por John Galliano. En este caso las imágenes sonoras son decisivas: se trata de la canción "Don't let me be misunderstood" cantada por Nina Simone para quien fuera escrita en 1964. El conjunto visual y sonoro es la oración new age de un alma bella. Es un remedo de lo que Schiller entendía por “gracia”, es decir, la “belleza en movimiento”, en este caso de los miembros del cuerpo acostado de Charlize Theron: armonía en los pliegues del vestido, cabellera, una visión de ensueño. La letra es la propia de un alma bella que pide a dios que la gente no le malinterprete pues sólo es un ser humano, con oscilaciones sí, con buenos y malos días, pero sobre todo, y es lo que cuenta, un “alma con buenas intenciones”. La plegaria al Señor de que no la malinterpreten es toda una petición roussoaniana de benevolencia ante quien se confiesa tal como es. La intérprete subraya muy bien esos momentos ascendentes de alegría despreocupada y los bajos de tristeza con motivo.




Pero la sinestesia se amplía con la imagen sonora, y nos lleva al lado oscuro. Pues la misma canción, en versión de Santa Esmeralda (1977), es una de las partes de la banda sonora de la película de Quentin Tarantino Kill Bill (2003). Se trata de una versión de rock aflamencado, a ratos pachanguera en el rasgueo de las guitarras, y con un punto de kitsch en el vídeo que muestra el look macarra, habitual en los 70., del intérprete Leroy Gomez y los movimientos desangelados de las inefables bailarinas. Magnífico contrapunto humorístico de una película de violencia estetizada, con asesinas de nombre de serpiente y que trata de la venganza de la más letal de todas ellas, impregnada de no se sabe qué buenas intenciones.

domingo, 3 de febrero de 2008

Cambios en la cultura de las nuevas tecnologías

Ha comenzado la zona de debate en el CITA.

Con el siguiente texto:

Cambios en la cultura de las nuevas tecnologías

La cultura de las nuevas tecnologías está cambiando. En varios sentidos. Están primero, y como es natural, los cambios que vienen dados por la rapidez con que aparecen nuevos aparatos en el mercado, y que obligan a un reciclaje continuo y acelerado de los simples usuarios y también de los expertos. Hasta cierto punto, somos un tanto pasivos y nos sobrepasa este avance sin parar de las tecnologías. El aprendizaje no acaba nunca. Se trata de los cambios referidos al uso de las tecnologías.

En segundo lugar, parece que está cambiando la mentalidad respecto a ellas. En concreto, respecto a toda una serie de tópicos, que se han venido repitiendo desde finales del siglo pasado. Por ejemplo, el situarlas en una dimensión virtual distinta de la real, que sería la de la vida diaria. Ya se están dejando de usar categorías de ciencia ficción como la de “ciberespacio”, no se toma muy en serio el que seamos “ciborgs”, y el fracaso económico de Second Life permite dudar de que haya otra “segunda vida” distinta de esta. Si hablamos todavía de lo virtual es ya en la idea de que potencia lo real y no lo sustituye ni lo aniquila. En definitiva, que estamos empezando a pensar ya en tecnologías para gente corriente y formando parte de su vida cotidiana.

En tercer lugar, y como consecuencia de lo anterior, ya no nos basta con ser usuarios, más o menos pasivos, de las tecnologías, sino que como ciudadanos queremos reflexionar sobre cómo se usan y para qué se usan. Más aún, queremos decidir sobre el diseño social de las mismas. De esta forma las TIC (tecnologías de la información y de la comunicación) han ido evolucionado hacia la SIC (sociedad de la información y el conocimiento). En la que es decisivo el conocimiento libre logrado a través de la participación ciudadana que lo genera y difunde.

No es cierto, pues, que la cultura de las nuevas tecnologías esté en manos de la llamada “Generación YO”, narcisista e individualista. Los que antes se consideraban como espacios del “autismo interactivo” son ahora espléndidas redes sociales. Este es, quizá, un aspecto que debería tener en cuenta la educación para la ciudadanía en la sociedad de las nuevas tecnologías. Porque las nuevas tecnologías no son ya el ciberespacio donde huir ensayando alternativas virtuales a la sociedad, sino el lugar
en que plantear nuevas alternativas sociales de participación ciudadana.

lunes, 28 de enero de 2008

La tarea del artista contemporáneo




"La tarea a la que se enfrenta el artista contemporáneo ya no es el rechazo del presente sino la afirmación del futuro"
(Sean Cubitt en el prólogo al libro, titulado "El color del tiempo").

sábado, 19 de enero de 2008

Heidegger y la "Generación YO"



Leo con retraso (y gracias al aviso de Eloy Fernández Porta) un buen reportaje publicado en diciembre pasado en EP3 sobre la "Generación YO". En este contexto es obligada la referencia al libro pionero de Jean Twenge que lleva el mismo título.

Una de las característcas que se destacan repetidamente en los análisis es el individualismo narcisista de los sujetos, encantados de conocerse a sí mismos y, sobre todo, de que les conozcan los demás. Lo único que les importa es su propia imagen, que cuelgan de manera compulsiva en cuantos dispositivos electrónicos se ponen a tiro.

Al leer todo esto, me vino a la mente el análisis realizado por Heidegger en "La época de la imagen del mundo". Sostiene ahí que la Edad Moderna, que llega hasta hoy, es la época del mundo reducido a imagen de un sujeto. En este caso sería el de la "Generación YO".

La tesis y sus derivaciones son atractivas como marca publicitaria, pero me temo que un tanto simplificadoras a nivel teórico. Ya hemos tenido el ejemplo de autores como Debord y Baudrillard convertidos en espectáculo de sí mismos. Por otra parte, el método de las generaciones, si es que útil, debe ser matizado en la sociedad de las nuevas tecnologías, como se puso de manifiesto no hace mucho a propósito de la "generación nocilla".

Me pregunto si el tiempo no acabará colocando también las cosas en su sitio, como lo está haciendo ahora con tópicos de hace diez años. Los espacios de la red que antes parecían coto del "autismo interactivo" son ahora territorio de usos sociales. Y el imaginario tecnorromántico(!qué mal suena con dos erres!)no es exclusivo ni excluyente. Máxime si se tiene en cuenta que fueron ellos, los románticos, quienes también afirmaron que no hay un "yo" sin un "tú".

Y, puestos a hablar de generaciones, ¿no habría que hablar también de la "Generación TÚ?

martes, 15 de enero de 2008

Arte, ciencia y tecnología.



Pau Alsina ha publicado una excelente introducción histórica (con una escueta bibliografía)al tema que da título al libro: arte, ciencia y tecnología. De manera equilibrada, y con buena información, trata la relación del arte con las telecomunicaciones, la informática, la robótica, la biología y las TIC.

No sólo esto, sino que, como señala en el primer capítulo, el libro forma parte de un proyecto más amplio y ambicioso:la configuración de un nuevo humanismo. Así, "el destacado papel de las artes como vehiculadoras de este espacio de comunicación e integración entre la cultura humanística y la cultura científico-tecnológica es la razón por la que, enfrascados en esta tarea de actualizar el ideal de humanismo renacentista, en los próximos capítulos estudiaremos diferentes estudios de caso. Un humanismo que incorpore tanto la cultura artístico-humanista como la cultura científico tecnológica...."(p.21).

Todas mis simpatías respecto a la demanda de un nuevo humanismo, tema en el que yo mismo llevo trabajando durante varios años con el nombre de "humanismo tecnológico". Ahora bien, otro de los méritos del libro es que permite dialogar sobre la orientación del mismo. No veo claro que el nuevo humanismo deba situarse entre dos culturas, incorporarlas, o configurar una nueva. La apelación al humanismo renacentista indica, más bien, que ellos no hacían una distinción entre una cultura de letras y otra de ciencias. No había dos culturas (las divisiones académicas son otra cosa) y la tarea del arte no consistía en mediar entre ellas. Como tampoco ahora. Un nuevo humanismo debe operar sin tener en cuenta ya esas dicotomías obsoletas.

Lo que nos lleva a la perspectiva del nuevo humanismo. Me pregunto si debe ser en la línea de los siguientes capítulos en los que se relata lo que ha sido, y que por ello he calificado de "histórica". Actualmente hay otros enfoques.

¿No habría que revisar, por ejemplo, la decepcionante, por irreal, propuesta de la interactividad, tan publicitada a finales del siglo pasado? E,igualmente, ¿no convendría sustituir el mito tecnorromántico de la creación colectiva por la tarea más modesta y responsable del diseño ciudadano de las tecnologías?

Son sólo algunas de las cuestiones que me suscita la lectura de este libro, tan oportuno como estimulante.

viernes, 4 de enero de 2008

Tecnoromanticismo



“El arte tecnoromántico es un acercamiento crítico al universo tecnológico [...] Mi propósito no consiste en situarme en oposición a la sociedad tecnológica, o a las tecnologías en general sino, más bien, en intentar desarrollar mi calidad humana, en compartir las emociones, dentro del paisaje actual de nuestra sociedad que es informática, virtual, técnica, pero que tiene también otras dimensiones...El arte está basado en un proyecto emocional y filosófico. Este proyecto artístico puede elegir expresarse con útiles tecnológicos o con útiles tradicionales. Pero es cuando se parte de un proyecto artístico, cuando se está en el ámbito del arte y no en el ambito de la ilustración del universo tecnológico”.
(“Sur les ruines de la technologie, en avant pour le Technoromantisme")

Stéphan Barron