viernes, 2 de septiembre de 2011

no tengo twitter (¿todavía?)

El título tienen menos de 140 caracteres. La explicación requiere algunos más. La provocación algunos menos. Me inclino en este caso por la última: empiezo a estar harto de la insistencia en dos temas, el compartir y el procomún. No es un exabrupto, aunque lo parezca, sino la manifestación de ese comprender emocional analizado por los neurocientíficos.

A diferencia de hace pocos años hay ahora,o al menos me lo parece,una verdadera indigencia de estudios teóricos de altura sobre las TIC.No ocurre así en biotecnologías. No lo compensan los gurús que se repiten como loros,siempre las mismas vaciedades, incapaces de atender a tantos compromisos.Lo que importa es comunicar, el qué, parece lo de menos.Son temibles, estos Peter Pan metidos a tertulianos digitales.

Mis hechos demuestran que soy un decidido partidario de compartir y el procomún, pero la despensa se está agotando. ¿No hay que producir y crear, primero, para compartir después? La famosa creación colectiva parece haber rendido menos que las granjas colectivas de la antigua Rusia.

Recolección sí, pero también agricultura. Y eso lleva tiempo,paciencia, menos ocurrencias, y dejar descansar un poco el dedito. Se imponen recortes digitales por la crisis de creatividad.

sábado, 20 de agosto de 2011

el remake como obra maestra desconocida

Desde el Paraíso lo nuevo no es nunca adánico: al fin y al cabo Adán fue la primera copia, creado a imagen y semejanza de Dios. Es posible que todos los ingredientes existan ya, pero seguro que no han sido inventados aún todos los cócteles. Bien lo saben los filósofos, que siempre tienen tras de la oreja la mosca de un presocrático de la SGAE exigiendo derechos de autor. En las películas hay una ley de bronce no escrita, como es que no se puede repetir nunca un efecto especial (las tecnologías deben ser siempre jóvenes), pero que no tienen éxito si no se es capaz de enhebrar de distinta forma los afectos especiales de siempre. Estamos en plena época del remake: Abrams homenajea al pastelero Spielberg en Super8 y, aunque se esté más perdido que ET en este planeta, no es difícil encontrar la nave nodriza de todas las citas siguiendo la pista a la chica más guapa del Instituto, Elle Fanning. La espera se hará muy larga hasta poder examinar, con el ojo escrutador de Saurón, los resultados de la (pre)(se)cuela que Ridley Scott anuncia de Blade Runner. ¿Volverán sus malas vibraciones con Harrison Ford, el Nexus 7? ¿Se descubrirá a sí mismo en el enésimo cut del director como un Nexus 8? Estaremos atentos a la pantalla.

Ayer, revisitando en plan Retorno a Brideshead la película de Assayas Irma Vep, tuve la no tan extraña sensación de algo enormemente actual, pero de hace 15 años, lo que provoca también emociones encontradas. El planteamiento de Assayas es aparentemente sencillo: ¿se puede hacer una película actual (1996) con los presupuestos estéticos de los años 60, en su caso de Bresson y Debord? En términos culturales todavía más amplios: ¿se puede hacer una obra que consista en lo nuevo de lo nuevo?.La respuesta hoy es el remake.Es una herencia de los años 60. El cine de culto de los 90 está lleno de esas dudas existenciales que se concretan en una pregunta: ¿qué hacer? El fantasma de las nuevas tecnologías con la sobredosis de imágenes está al acecho. Hay un síndrome de pérdida de la imagen por la pérdida de la mirada. Me excuso de dar nombres por no entrar en la autocita (vieja forma de autoficción descargable) y por existir Google.





René Vidal, un Jean-Pierre Léaud más neurótico que nunca, pasadizo (Vicente Luis Mora) con la nouvelle vague, es un director de culto venido a menos que quiere hacer un remake de una obra del cine mudo, Les Vampires (1915) de Feuillade, una deliciosa serie con episodios más llenos de incongruencias que Lost. Las imágenes con el cambio de letras suponen un guiño irónico que, en su simpleza, ya avanza la posmodernidad. Pero no se queda ahí. Vidal quiere dar un toque moderno a la castiza heroína francesa y elige a Maggie Cheung, heroína china en las acrobáticas películas hongkonesas de ballets ultraviolentos, para encarnar su papel. Los diálogos más trascendentales tienen lugar en los esfuerzos que hace Vidal por explicar a una Maggie con jet lag el “conceto” (que diría Pepiño) de la película, que no entiende ni él mismo, y mucho menos los demás, ante el regocijo de sus enterradores, que esperan sea la última.





El traje de tela que marcaba las redondeces de la oronda protagonista de antaño es sustituido ahora por el látex de sex shop que perfila la estilizada figura de catwoman de Maggie Cheung. La sustitución no es fácil: estamos en el tiempo entre costuras que define lo nuevo de lo nuevo. Es indispensable la figura de la pizpireta Zoé que remienda/remedia los desajustes, provocando otros nuevos. Porque se trata, nuevamente, del cine dentro del cine, recreado en un rodaje caótico de bajo presupuesto, lleno de esprit, en el que la perplejidad educada de Maggie se debate entre el sentirse, con motivo, continuamente tirada, y ser la única que comprende a Vidal. No basta. Vidal/Frenhofer acaba desapareciendo, pero no sin antes mostrar lo que queda de su frustrada obra maestra desconocida: un sinsentido de imágenes. O quizá no.







¿Por qué ha fracasado Vidal? Assayas despliega la conocida oposición entre el cine de la mirada, intelectual, y el popular, de acción. Pero enfatizando que hay público para los dos. Bien lo sabe él, tras su éxito con Irma Vep y hacer de Maggie Cheung una Li-zhen, que no será señora Chow, pero sí señora Assayas, aunque no por mucho tiempo. El remake actual deja obsoleta la antítesis mencionada, integra alta y baja cultura, más allá de quimeras, y consigue, junto a notables bodrios, obras de verdadero mérito, con tal de que no caigan en el esencialismo blockbuster, tan del agrado de algunos blogueros. ¿Dónde está el secreto? No en ser simple, como dice Vidal/Frenhofer, sino en saber ser complejo, en la sabiduría de la complejidad.







Grave error, mancebo. Tras la exhaustiva monografía de Baecque sobre Godard sabemos que la "improvisación" y "sencillez" francesas, así como su espíritu de fragmento y rizoma, son la obra de arte total del marketing. Como bien saben los que esnifan a Deleuze: no entienden mucho, pero se ponen como una moto.

jueves, 11 de agosto de 2011

interior metafísico sin y con bizcochos




La vida líquida se estanca, fuertes ruidos que se creían extinguidos vuelven a resonar en los diversos continentes, la superficie de las creencias comienza a cuartearse, y la mirada se dirige inquieta hacia abajo. Es la hora de la metafísica: ¿mal radical y/o bizcochos?

Ya no parecen necesitarse genios en macropreguntas sino obreros de microrespuestas.

Desde los tiempos de la caverna platónica el auténtico filósofo renunciaba a su vida para iluminar a los otros, que no se lo habían pedido. Hoy día se le demanda un último servicio en pro de la comunidad: que renuncie a su obra, y se vaya.



viernes, 5 de agosto de 2011

martes, 2 de agosto de 2011

definición de escritura nómada

Poluciones aforísticas del AVE

Esto ya es otra COSA

domingo, 31 de julio de 2011

!Más Punset y menos Platón, don Mario!

En la cruzada contra las nuevas tecnologías que el diario El Pais ha emprendido, en general, de un tiempo a esta parte, y dentro de la promoción del libro de Carr, en particular, nos ofrece este domingo una doble entrega.
A la primera dedica su habitual sábana Vargas Llosa con el título Más información, menos conocimiento. Después de unas ponderadas consideraciones atrabiliarias sobre el tema cierra con esta perla:


"Tal vez haya exageraciones en el libro de Nicholas Carr, como ocurre siempre con los argumentos que defienden tesis controvertidas. Yo carezco de los conocimientos neurológicos y de informática para juzgar hasta qué punto son confiables las pruebas y experimentos científicos que describe en su libro. Pero éste me da la impresión de ser riguroso y sensato, un llamado de atención que -para qué engañarnos- no será escuchado. Lo que significa, si él tiene razón, que la robotización de una humanidad organizada en función de la "inteligencia artificial" es imparable. A menos, claro, que un cataclismo nuclear, por obra de un accidente o una acción terrorista, nos regrese a las cavernas. Habría que empezar de nuevo, entonces, y a ver si esta segunda vez lo hacemos mejor".

¿Estará hablando de la SGAE?

La segunda entrega, firmada por Emilio de Benito, ocupa el cuadernillo central y sirve, como en otras ocasiones, noticias recalentadas, esta vez con una novedad añadida (previa consulta a destacados neurólogos) que, al menos yo, jamás había oído: el cerebro es plástico.

PS. De esto último puedo dar testimonio sentado en mi silla en este círculo americano de drogodigitales. Por edad pertenezco, no ya a la generación de inmigrantes, sino de exiliados digitales. Pero, gracias a los inútiles cursillos que promueven los vicerrectorados para puntuar en innovación, he adquirido algunas destrezas digitales.Por mi trabajo a favor de una educación en la imagen (sin pedagogos) necesito una gran cantidad de ellas, que amablemente me suministra internet. Descuide, don Mario, no es por el vicio de la información, es que me dedico a estéticas cognitivas, no a las fitness, de la belleza.
Ahora mismo, estoy leyendo el (creo que) último libro de Damasio Self Comes to Mind. Me he encontrado con unas citas muy interesantes de otro libro, ya antiguo, de Rodolfo Llinás, i of the vortex. From neurons to Self,que pienso aprovechar para otro futuro ebook gratuito, y me lo he bajado en un periquete de la red. !Dios bendiga a este instrumento de Ilustración! Como no tengo ninguno de esos chollos que encuentra Don Mario para resumírmelo, me esperan días de trabajo en agosto.

Ciertamente, el cerebro es plástico, ¿hasta dónde?. Merece la pena averiguarlo. Tengo echado el ojo a unos cursillos que organiza el INSERSO en Marbella para mejorar la calidad de nuestras descargas. Espero llegar a tiempo de matricularme.

sábado, 30 de julio de 2011

Las cloacas de los paisajes Friedrich







"En lugar de atraer al mundo a nuestra postura, nosotros nos hemos unido al mundo".

martes, 26 de julio de 2011

Kant y las neurociencias

Al leer esto:

"Por de pronto, algo parece evidente. Las neurociencias actuales ya nos indican que el cerebro (nosotros mismos)no tiene acceso directo a cuanto acontece en el mundo externo a menos que estos eventos del mundo sean traducidos por los órganos de los sentidos. Nuestros órganos de los sentidos (la retina para la visión, el órgano de Corti para la audición, los receptores para el tacto, el gusto y el olfato) son sensores que traducen los sucesos que ocurren "ahí afuera" en procesos que suceden "dentro", en el cerebro. Es decir, diferentes tipos de energías del medio ambiente (como, por ejemplo, ondas electromagnéticas en el caso de la visión, ondas de presión en el caso de la audición, deformación mecánica de nuestra piel en el caso del tacto o moléculas químicas que lleva el aire en el olfato) revelan "cosas del mundo". Esas "cosas" convenientemente traducidas por los receptores sensoriales a un lenguaje simbólico, que sólo entiende el cerebro, permite que éste elabore y construya en un proceso, tan maravilloso como todavía enigmático, "ese mundo" cotidiano que nosotros creemos y aceptamos como real" Francisco Mora. Cómo funciona el cerebro. Alianza Editorial, Madrid, 2009, p. 107)

Me he acordado de esto:

"Un objeto de la experiencia o una imagen suya quedan todavía más lejos de alcanzar el concepto empírico: éste se refiere siempre inmediatamente al esquema de la imaginación como a una regla que determina nuestra intuición de acuerdo con cierto concepto universal. El concepto de perro significa una regla conforme a la cual mi imaginación es capaz de dibujar la figura de un animal cuadrúpedo en general, sin estar limitada ni a una figura particular que me ofrezca la experiencia ni a cualquier posible imagen que pueda representar en concreto. En relación con los fenómenos y con la mera forma de éstos, el esquematismo del entendimiento constituye un arte oculto en lo profundo del alma humana. El verdadero funcionamiento de este arte difícilmente dejará la naturaleza que lo conozcamos y difícilmente lo pondremos al descubierto".(Kant. Crítica de la razón pura. En la traducción de Ribas, p.130.

La clave del conocimiento está en un proceso del cerebro "tan maravilloso como todavía enigmático" o en "un arte oculto en lo profundo del alma humana", ambos desconocidos. El esquematismo trascendental es el epígrafe más importante de la Crítica de la razón pura, a juicio de aquellos que propiciaron (caso Heidegger) una interpretación existencial, frente a la científica neokantiana, de la obra. Sin esquematismo no hay síntesis, ni juicios sintéticos a priori ni, por tanto, conocimiento. Y todo parece ser obra (al menos en la edición A) de la imaginación trascendental.
El epígrafe es, también, una piedra de toque para la posibilidad de un pensamiento en imágenes. El problema es que la imagen solo sirve aquí para la sensibilización conceptual a través del esquema. Es decir, todo lo contrario de una estética cognitiva del pensamiento en imágenes.
La dificultad se agrava en este caso porque Kant rechaza un fundamentación fisiológica y psicológica del conocimiento a favor de una trascendental, a diferencia de lo que ocurrió con Locke y y Hume, que sí la admiten.

Lo que no acabo de entender (bien es cierto que sé muy poco de ello) es por qué las neurociencias emplean planteamientos y terminología trascendentales de filosofia (algunas obsoletas) para lo que se supone deberían ser análisis y explicaciones biológicas avanzadas.¿Por qué no elaboran su propia terminología surgida de la práctica científica? Me parece que las ventajas serían enormes, al menos se evitarían muchas confusiones.

domingo, 24 de julio de 2011

supervivencia





Outcast despierta encontrados sentimientos: ternura ante el esfuerzo de escarabajo pelotero para hacer una serie B de ínfimo presupuesto sobre ciencia ficción, recogiendo todo tipo de citas, e irritación ante la chapuza de un trabajo mal copiado de internet. Es una serie "apropiacionista" en el pleno sentido de la palabra. Se ven las costuras por todos los lados.

Su tema, el de todas las series de este género últimamente: la supervivencia,a tono con la crisis económica. Los problemas crecen: la falta de higiene corporal advertida en Battlestar galactica se agrava aquí hasta los límites del hedor que trasciende la pantalla.Y luego se quejan todo el rato de que no nacen niños.!Quién osa acercarse! No será por falta de agua, con mares y lagos incluidos en la delirante Carpathia; un planeta Solaris que proyecta copias de los seres humanos, pero que no les quiere allí, como sucede en otras novelas de Lem. Clones cabreados y ansiosos de venganza, una novedad, o una Hermione voluntariosa que se entera de que "yo soy el negocio" exhibiendo lacrimosa las fotografías de Rachel en Blade Runner.Al final, otra nave orbitando desde el desguace de 2001, unas mentes marcianas posthumanas, a lo Bradbury, pero no tan puras, sino más retorcidas que un rizoma de Deleuze... y píldoras filosóficas que no falten. Ya lo decía Cervantes. Babieca: "metafísico estáis" - Rocinante: "es que no como". Pues eso, la crisis económica y la intolerancia digestiva al neobarroco.

domingo, 17 de julio de 2011

neuroestética y nazismo





Sigue


“Sólo me interesa la belleza”.




“Aquí está tu premio Labiche…algunas de las mejores pinturas del mundo…¿No te excita eso Labiche? Una pintura significa para ti lo mismo que un collar de perlas en un mono…Has ganado por pura suerte. No eres nada, Labiche…un simple pedazo de carne…las pinturas son mías…la belleza pertenece al hombre que la aprecia (pausa) Ahora, en este momento, no puedes decirme por qué has hecho lo que has hecho…” (Frankenheimer. El tren)


(Visita de Hitler y Goebbels a la exposición Arte degenerado).

A comienzos del siglo XX, las vanguardias y los pensadores de la generación de 1914 promueven un rechazo de la belleza en el arte en nombre de lo que Ortega y Gasset llamaría una "exigencia de verdad". Para Adorno la belleza es ideología,falsificación, ya que supone el embellecimiento de un mundo que no es bello,aniquilando en la obra ideal las diferencias irreductibles de la vida real. Se culmina así un trayecto iniciado a mediados del siglo XIX con la modernidad estética que, haciéndose eco de los cambios sociales, incorpora una estética de lo feo, dando lugar a los llamados "artes-ya-no-bellos". Los avatares del proceso son complejos, pero lo cierto es que a lo largo del siglo XX la belleza desaparece como elemento referencial del arte innovador, y la estética deja de ser teoría de la belleza, quedando confinada ésta al esteticismo de la publicidad y la propaganda política, manipuladoras de sentimientos y emociones. Sin embargo, a comienzos del siglo XXI estamos asistiendo a la recuperación de otro tipo de belleza, distinta de la tradición grecolatina, por parte de las estéticas cognitivas de la complejidad, que unen sentimiento y conocimiento.

En esta línea, me parece que podría haber una colaboración interesante entre estética y neurociencias, tal como parece desprenderse del interesante trabajo de Zeki "The neurology of ambiguity". No lo veo tan claro en otros trabajos de la llamada "neuroestética", de éste y otros autores, ya que parecen tener una concepción muy desfasada de la estética y el arte contemporáneos, pero es posible que esté equivocado.

Cuando Susan Sontag polemiza con Leni Riefensthal en su artículo "Fascismo fascinante", uno de los ingredientes es precisamente la denuncia de la dimensión ideológica de la belleza en la estética del cuerpo bello, perfecto. El problema de la unión mortífera entre belleza y perfección dará lugar a la excelente novela de Mishima El pabellón de oro. El biologismo es uno de los componentes básicos en la bioestética de comienzos del siglo XX; surge como reacción saludable a los excesos culturalistas y enseguida muestra sus límites. Precisamente al convertirse ello mismo en paradigma de la obra de arte total que, como es sabido, rebasa el campo del arte, para impregnar todas las manifestaciones de la existencia, reduciendo a ese paradigma todo lo demás. Algo semejante me parece advertir en manifestaciones entusiastas de la neurocultura.

Pero, en el ejemplo referido de Olympia hay algo más sutil, que no señala Sontag, y es la apropiación de la tradición griega de la belleza por parte del nazismo frente a los pueblos mediterráneos: "nosotros somos los auténticos griegos", afirman.Como puede observarse en el primero de los vídeos, a través de un fundido encadenado con sobreimpresión premorphing, el Discóbolo se muta en el atleta germano. Una obra maestra de propaganda política, comparable a sus películas sobre los congresos en Nuremberg del partido nazi, que destaca por el manejo de las nuevas tecnologías de entonces. Forma parte de algo, como señala Sontag, menos estudiado y tenido en cuenta, y es el fascismo de la imagen, que florece especialmente en las democracias, con presencia destacada en las distopías de los años 80 y 90. Su base neuroestética podría estar en el empleo del símbolo, lo que Goebbels denominaba "el servicio de los símbolos", frente a la tradición humanista de la palabra. Tiene un gran poder identificatorio sentimental, se despliega en las "jergas de la autenticidad", tanto en palabras como imágenes, aunque de valor nulo para la información, el conocimiento y la crítica.

El "arte degenerado" rompió entonces con la belleza esteticista, se niega a ser símbolo del ideal, no promueve la identificación en su forma platónica de conocimiento como reconocimiento (base cognitiva de algunas neuroestéticas), ni tampoco la proyección del narciso sentimental, emocionado de estar emocionado, medida de su juicio estético.Si la neuroestética toma como modelo la vieja teoría de la abstracción en el conocimiento (caso Zeki), entonces nos encontramos, por una parte, con la pérdida específica de lo estético y, por otra, dando lugar a lo que Adorno llamaba la "armonía forzada" de la belleza en los totalitarismos de cualquier signo. Más allá de lo biológico, pero incorporándolo, la estética (que, por cierto, no es teoría del arte, su campo es mucho más amplio),intenta comprender y expresar esa complejidad, discontinuidad, falta de armonía que hay en la sociedad. Pero también la solidaridad existente entre los humanos, una belleza inarmónica, quizá no tan admirable, pero sí más amable.

viernes, 15 de julio de 2011

Google y la memoria

Recomiendo la lectural matinal del Ciberp@ís. Con frecuencia te alegra el resto del día. Después de saber que el canto de los grillos es indicado para amenizar las siestas digitales...pues qué quieren que les diga, la tarde se plantea ya de otra manera.

Las noticias suelen alternar el arrobo de pastorcillo vidente con que las da Punset en su programa y las admoniciones por las consecuencias derivadas del consumo inmoderado de las tecnologías. Ahora toca una de las infinitas variantes en las que Google parece arruinar nuestras vidas: la pérdida de memoria.

En esta ocasión voy a poner la noticia en un link más contundente.

Es una buena muestra de en qué se malgasta el dinero de los contribuyentes. Parece que la existencia de discos duros, o que los demás se queden encargados de recordar algo, hace que se relaje nuestra atención, aprovechando para centrarse en otras cosas. Una pérdida irreparable, tan de lamentar como la del uso del ábaco en favor de las calculadoras, del botijo en la fresquera o en el arroyo que pasa al lado de la puerta, por esas prácticas botellas de 2,5 diseñadas para la nevera.

¿No se han parado a pensar en los beneficios para la ecología física y mental que proporciona Google? En el futuro, un uso adecuado del mismo supondría eliminar las mil y una notas a pie de página de los trabajos académicos en las que exhibimos orgullosamente, apoyándonos en ellas, los muñones de nuestra ignorancia. Y, si no fueran tan rácanos con el peso en Docs, el trabajo en nube nos aliviaría mucho los terrores de alzheimer prematuro al intentar recordar los cambios realizados en nuestros múltiples archivos desde distintos lugares.
En fin, como decía el maestro Cronenberg, déjense de mandangas, y larga vida a la nueva carne.

domingo, 3 de julio de 2011

una desilusión compartida


Ahora sí, definitivamente, el barco se hunde. No había esta certeza absoluta al oír los interesados vaticinios de la oposición, los frenopáticos pronósticos del gobierno, ni siquiera la amarga constatación de la pobreza que crece día a día, y el pitorreo con que son recibidas las recetas cósmicas de nuestros próceres en el extranjero.

Ha sobrevenido al leer los nombres de algunos de los “abajo firmantes” del manifiesto Una ilusión compartida. El texto es de una indigencia intelectual que sonroja, un ejercicio de retórica vacua en la línea trasnochada de la “jerga de la autenticidad”. Sorprende ahora el cinismo de quienes dejaron en carne viva las posaderas del Presidente con los desaforados lametones propinados en reportajes de seguimiento lanar, columnas de opinión subvencionadas y ridículos espectáculos de la “zeja”; autodenominados representantes de la izquierda no han hecho asco a esos poderes que ahora conjuran, y frente a los cuales no hacen una sola propuesta concreta eficaz. Dicen que a ellos no les corresponde, solo se manifiestan apelando a la movilización total.

Señores míos, tengan “un poquito de por favor”, de dignidad, no huyan para adelante, húndanse con el barco, no se pongan a la cabeza de manifestaciones de indignados para llevarles a un callejón sin salida, dejen paso a otros, que lo que hace falta ahora mismo no es ilusión y perroflautas de Hamelin reconvertidos, sino sentido común multilateral. Y de ello tienen mucho los ciudadanos realmente afectados.

sábado, 2 de julio de 2011