El chiste de Ramón en Hermano Lobo fue publicado el 2 de agosto de 1975. En septiembre de ese mismo año moría Franco y se abría el período conocido como "La Transición". El chiste ha sido evocado hasta hoy en numerosas ocasiones como muestra de la desafección ciudadana hacia los políticos, pero también cabe verlo como la respuesta de los mismos ante ella, ayer y hoy. Las posturas no pueden ser más encontradas: si los ciudadanos piensan que no hay futuro con los políticos, estos creen que tanto el futuro como la ausencia del mismo pasa por ellos. Cubren todo el espectro, la utopía y la distopía. Menos uno, el verdaderamente importante, el de las utopías limitadas.
La actualidad del chiste estriba precisamente en su capacidad paradójica, lo que le hace interesante en que nos sume en una contradicción. Se publica en el año de una dictadura moribunda como protesta contra sus políticos devenidos ya en dañinos, más que nada, por corruptos e inútiles. Es un acto de protesta contra la dictadura. Ahora su actualidad parece residir, desde el punto de vista de los políticos, en que son unos fascistas los que se manifiestan contra ellos, y pretenden supuestamente cercar, invadir o, para decirlo en términos propios, "secuestrar" el lugar en que reside la soberanía popular que ellos representan. El caos. No falta (persona sensata donde las haya) quien haya aludido a una situación pre Tercer Reich.
Si grave es la situación, no es menos la irresponsabilidad de los análisis. Vamos a la parte que nos toca a cada uno. Pertenezco a esa generación llamada de "La Transición" que ha dado algunas de las mentes más lúcidas y críticas del panoramna actual, pero también a otros tantos merluzos mediáticos de considerable tamaño que no nos ahorran sus remunerados análisis catastrofistas para proponer (¿como alternativa?)sus recetas buenistas.
Mi especialidad son los imaginarios estéticos que operan en la sociedad de las nuevas tecnologías. He escrito libros sobre las distopías tecnológicas cuando estaban operantes, ahora no las veo por ninguna parte a mi alrededor, quedan para despistados de otro siglo. Afortunadamente, dado su carácter totalitario. La gente quiere ahora decidir, hacer, no se conforma. Las consideraciones nihilistas de Bauman, Baudrillard, Virilio etc., me parecen sencillamente de marcianos para entender el momento que estamos viviendo. Estéticamente hablando, el futuro peor ha dejado de ser rentable en el siglo XXI. No es cierto que la gente que se manifiesta o no se manifiesta crea que no hay futuro. A lo que se niegan es a que se les niegue el futuro; a que pase por esos "elegidos" que remedian el caos distópico que ellos mismos han provocado con más caos todavía. Ni los quieren a ellos ni tampoco al caos, quieren un futuro ciudadano, un futuro suyo.