sábado, 26 de diciembre de 2015

The Hateful Eight


Excelente, magnífico guión, diálogos bien estructurados (podía ser una intensa obra de teatro con algunos exteriores) sentido del ritmo como pocas veces se ve en el cine, imágenes muy cuidadas y solo algún pequeño guiño de exceso rojizo marca de la casa. Como critiqué duramente en este blog las dos anteriores me alegro mucho por esta grata sorpresa.

sábado, 19 de diciembre de 2015

un día en las matrículas







Tony: ¡Al rico helado!
Hackenbush se acerca para tratar de matricularse en Filosofía.
Hackenbush: Dos dólares en Zizek.
T: Eh, jefe. Jefe, venga aquí. ¿Quiere una pista caliente?
H: No, acabo de comer. Además, no me gustan los helados calientes.
T: Venga aquí, yo no vendo helados. Esto es un disfraz para engañar a la policía. Vendo historias de filósofos, con las de hoy no se puede suspender. Un dólar, ¿eh?
H: No. Otro día, lo siento. Me matriculo en Zizek. Otro día, ¿eh?
T: Venga aquí. Zizek es el peor filósofo de la Historia de la filosofía.
H: He notado que gana siempre.
T: Ah, eso es sólo porque llega el primero.
H: Con que llegue el primero me conformo. Dos dólares en Zizek.
T: Eh, turista, venga aquí. Óigame, supongamos que se matricula en Zizek, ¿qué es lo más que va a ganar por su dinero?. Un dólar y se acordará de mí toda la vida.
H: Esta es la proposición más nauseabunda que me han hecho.
T: Vamos, vamos hombre, que tiene usted cara de deportista. Venga tartana, por un dólar no vaya a perder una mina.
H: Tenga.
T: Gracias – le da un sobre.
H: ¿Qué es esto? – abriendo el sobre.
T: Éste es el filósofo.
H: ¿Cómo lo ha metido aquí?
T: ¡Al rico helado! Helado de Tutti Frutti.
H: Z-V-B-X-R-P-L. Tenía el mismo filósofo cuando me graduaron la vista… ¡El del helado! ¿Qué es esta ilusión óptica que acaba de encajarme? Yo no la entiendo.
T: ¡Ah! Ese no es el nombre del filósofo, es el nombre en clave. Consulte el libro de claves.
H: ¿Que consulte el libro de…?
Tony: El libro de claves, eso le dará el nombre que es.
Hackenbush: Pero si yo no tengo clave.
T: ¿Que no tiene libro de claves?
H: ¿Dónde venden eso?
T: Pues mire, por casualidad tengo yo uno aquí. Sí, tenga usted.
H: ¿Cuánto vale?
T: Es gratis.
H: ¡Oh! Gracias.
T: Sólo un dólar por gastos de impresión.
H: Bueno, pues deme uno sin imprimir que estoy harto de impresiones.
T: Vamos, por favor, ¿quiere usted aprobar?
H: Naturalmente que quiero aprobar.
T: Pues entonces le hace falta esto.
H: Quiero aprobar, pero no quiero perder los ahorros de toda la vida en un abrir y cerrar de ojos. Tenga.
T: Muchísimas gracias. ¡Helado de tutti frutti!
H: Z-V-B-X-R-P-L, página 34… ¡Eh, el del helado, esto no tiene ni pies ni cabeza!
T: No se preocupe, consulte la clave principal, eso le dirá dónde debe de consultar.
H: ¿La principal? Yo no tengo ninguna clave principal.
T: ¿Que no tiene clave principal?
H: No, sabe dónde puedo conseguir uno.
T: Pues por casualidad, creo que llevo aquí uno. Aquí tiene usted.
H: Qué casual, que casualmente pasan tantas casualidades. Un momento, ¿hay que pagar algo por gastos de impresión?
T: No.
H: ¡Oh! Gracias.
T: Son dos dólares por el transporte.
H: ¿Cómo por el transporte si estoy pegado a usted?
T: Bueno, como la distancia es corta lo dejaremos en un dólar.
H: Y si yo me pusiera aquí, ¿sería medio dólar? – acercándose.
T: Sí, pero yo me pondría aquí y seguiría siendo un dólar jefe. – alejándose.
H: Oiga lo mejor será que me abra una cuenta de crédito.
T: ¿Tiene buenas referencias?
H: ¡Si al único que conozco aquí es a usted!
T: No sirve, tendrá que pagar al contado.
H: Hace ya rato que debería haber pagado mis dos dólares por Zizek, me habría ahorrado todo esto.
T: Sí, claro y habría tirado el dinero. Muchas gracias.
H: ¿Está todo listo?
T: Sí, señor. ¡Al rico helado de Tutti Frutti!
H: Clave principal, clave corriente. Z-V-B-X-R-P-L. La Z quiere decir J a no ser que el filósofo sea Byung-Chul Han… ¡Eh Tutti Frutti! ¿El filósofo es Byung-Chul Han?
T: No lo sé, consulte la Historia de la filosofía de Copleston.
H: ¿Cómo la Historia de la filosofía de Copleston? Yo no tengo la Historia de la filosofía de Copleston.
T: ¡Que no tiene la Historia de la filosofía de Copleston!
H: No grite, que no se entere la gente que no tengo más historias que las de ferrocarriles. Ni mis mejores amigos saben que no tengo la Historia de la filosofía de Copleston.
T: Qué pena. Le compadezco por ir por el mundo sin la Historia de la filosofía de Copleston. Comprar todos esos libros sin tener la Historia de la filosofía de Copleston es tirar el dinero.
H: ¿Dónde puedo conseguirla sin hacer el ridículo?
T: Una no le sirve, necesita la colección. ¡Al rico helado de Tutti Frutti!
H: ¡Eh! Yo no quería nada más que el nombre de un filósofo, no una biblioteca pública. ¿Cuánto vale esa colección?
Tony: Un dólar cada uno.
Hackenbush: ¿Un dólar?
T: Y le doy cuatro por cinco.
H: Está bien, venga esos cuatro, hay que aprovechar las oportunidades.
T: Claro, aquí tiene.
H: Y conste que no compro más. Qué barbaridad, creí que matricularse era más rápido.
T: (Se acerca a la mesa de Secretaría mientras que Hackenbush está ocupado tratando de buscar en los libros y se matricula) Seis dólares por Zizek, deprisa. ¡Al rico helado de Tutti Frutti!
H: Copleston… Z-V-B-X-R-P-L. Es Risto Mejide.
T: Sí, eso es.
H: ¿Risto Mejide?
T: Sí, sí. A veces da la clave del intérprete y no la del filósofo. Ahora averigüe qué filósofo interpreta Mejide y en ese filósofo se matricula usted. Es fácil. ¡Al rico helado de Tutti Frutti!
H: ¡Ah! Empiezo a hacerme una vaga idea, me ha costado comprenderlo. Es bastante complicado para un novato, no crea. – Empieza a consultar todos los libros que sostiene en sus brazos.
T: No es ese libro.
H: ¿Eh?
T: No es ese libro.
H: No, es ese libro.
T: No es ese libro, no.
H: ¿No?
T: No es ese libro. No tiene usted ese libro.
H: Lo tiene usted, ¿verdad? Y yo lo tendré enseguida, ¿no?
T: ¡Helados de Tutti Frutti!
H: Menudo Tutti Frutti está usted hecho. ¿Cuánto vale?
T: Un dólar.
H: Pero es el último libro que compro.
T: Sí, no necesita ninguno más.
H: Aquí tiene, un billete de diez dólares. Deme pronto el cambio que ya cierran la Secretaría.
T: No tengo cambio, le daré nueve libros más y así haremos cuenta justa jefe.
H: ¿Nueve más?
T: Sí, nueve más.
H: Oiga y ¿no tendrá por casualidad también estanterías?
T: Venga mañana, a lo mejor hay suerte.
H: No sabía que se necesitara tanto libro.
T: No se preocupe, así aprobará la asignatura.
H: Pero yo creí que sólo había que leer a los filósofos.




sábado, 12 de diciembre de 2015

martes, 17 de noviembre de 2015

viernes, 13 de noviembre de 2015

jueves, 5 de noviembre de 2015

sábado, 24 de octubre de 2015

torpeza real



Uno no puede por menos de admirar la soltura real al pronunciar este discurso, bien articulado, en cuanto a la forma, lejos del tartajeo del padre y el naufragio ocular en las chuletas de Rajoy.

Sin embargo, algo enciende las alarmas del profesional de la estética que está de servicio las 24 horas, y es el celebrado párrafo que reproducen elogiosamente (casi) todos los medios de comunicación.

"Cuando se levantan muros emocionales —o se promueven divisiones— algo muy profundo se quiebra en nosotros mismos, en nuestro propio ser, en nuestros corazones. Que nadie construya muros con los sentimientos".

Aquí tienen ustedes un ejemplo de retórica posfascista posmoderna. Con ella la torpeza real se pone a la altura de uno de los especímenes más genuinos de la (en términos marcusianos) cultura unidimensional: el tertuliano.

Los muros emocionales se construyen en política operando con conceptos emocionales como estos destinados a fabricar símbolos que dividen. Hagan la prueba: la misma frase pronunciada por Mas desataria el delirio de su auditorio. Al ser absolutamente vacía de conocimiento vale para lo contrario y para el contrario: ¿cómo se pueden poner muros a los sentimientos?

Y, sin embargo, a este marasmo de sentimentalismo (que no de sentimientos) tardorromántico, siempre compitiendo con el kitsch, llegan de antaño preciosas advertencias.

En un momento de lucidez el pobre Werther escribe el 8 de agosto:

"Sólo una cosa, querido amigo: en el mundo muy rara vez es simplemente «esto o lo otro», los sentimientos y los comportamientos tienen matices tan variados como la pendiente de una nariz aguileña y la de una chata".

Uno tiene la convicción después de haber hablado con colegas catalanes a los que admira y respeta, gente tranquila, que se explica y argumenta, que las cosas no se han contado bien por ambas partes. Yo, al menos, tengo la sensación de estar desinformado sobre buena parte de la realidad catalana. Los políticos han ido construyendo muros emocionales para su propio beneficio en una constante manipulación emocional que es siempre el signo de lo totalitario de cualquier signo y especialmente en democracias. Y es que nos faltan políticos excelentes (que se exijan a sí mismos) y nos sobran políticos "ejemplares" (una panda de mediocres). 


domingo, 4 de octubre de 2015