viernes, 3 de septiembre de 2010

La neurociencia y ...



Nuestra educación ha sido y es romántica, todavía más en la imagen que en la palabra. Cuando la cruda realidad hace caer las hojas amarillas del sentimiento, es la hora de los blockbusters, y la hipersensible alma romántica echa de menos el infinito que le ha sido amputado, le duelen sus miembros fantasmas, como al capitán Achab la pierna que le comiera Moby Dick. Es la hora de la araña, de la hermenéutica sin fin, del vacío que duele, de los sueños. Es la hora del origen.

El autor de este magnífico libro nos muestra cómo el poeta Whitman adivinó "que el alma está hecha de carne" y que "cuando cortamos carne, también cortamos alma".

La neurociencia lleva camino de convertirse en la versión más exitosa del transhumanismo. Una de sus aplicaciones es la neuroestética. De lo que llevo leído hay dos cosas que no me convencen: en lo cognitivo vuelven a la teoría de la abstracción (Zeki) y en la teoría de las neuronas espejo referidas al arte resucitan la vieja teoría de la empatía.Hay más reparos, como la utilización de nociones obsoletas de estética y arte. En los casos mencionados, ambas son de difícil aplicación en las lógicas de pensamiento borroso o el arte no figurativo.

Con todo, se encuentran propuestas muy interesantes. Así, en el capítulo dedicado a Cézanne, el autor arroja luz sobre uno de los emigmas que perviven en filosofía y en estética. La generación del 14, de Ortega a Heidegger, afirma que lo que quieren hacer ellos es lo que ya ha llevado a cabo Cézanne. Todo gira en torno a una palabra suya, "realización", que cada cual interpreta a su manera.

Aquí se toma la palabra como creación del espacio del "entre" la sensación y la representación, es decir de la ambigüedad. Tema éste del que he leído un espléndido trabajo de Zeki, "The neurology of ambiguity". El cuadro de la montaña Saint-Victoire visto desde Lauves sería un ejemplo de presentación de lo real antes de que lo interprete el cerebro. No es la realidad desnuda de las manchas de colores, tampoco la realidad ya interpretada, sino ese momento "entre" ambos. Los cuadros son necesariamente inacabados y vacíos, que el cerebro intenta rellenar mediante la interpretación.




Lehrer inserta su libro en la propuesta de una Cuarta Cultura, superadora de dicotomía de Snow y de la Tercera resultante, a la que, con razón, presenta objecciones. Su propósito es situarse entre las humanidades y las ciencias, sin los reduccionismos de cada una de ellas.

De acuerdo. ¿Pero no sería entonces mejor hablar sólo de Cultura a secas?
Ante algo que nos interesa deberíamos preguntarnos, no de dónde viene, sino ¿me es útil?

jueves, 26 de agosto de 2010

Godard


Es la mejor biografía que he leído en los últimos años. No por el tema tratado sino por cómo lo hace. No porque sea un fan de Godard (que no lo soy) y su lectura me haya gratificado. El interés y el gusto no son lo mismo: es el abc de las estéticas cognitivas. Detesto las biografías como hagiografías. Mienten.Y suele ser el género habitual. Al fin y al cabo, como decía Ortega, la biografía es el sistema en el que se armonizan las contradicciones de una existencia. Todo lo contrario de lo que sucede aquí. Las diferentes etapas de una obra compleja, que juega a la paradoja y a desmentirse a sí misma (como el tan citado de que el travelling es una cuestión moral), se iluminan en la pormenorizada descripción de su “dificultad de ser”. En cierto modo, como se ha dicho, si hay una obra es porque su genio es más fuerte que él, que su voluntad de autodestrucción.

Vida y obra se trenzan en un laboratorio de formas, un experimento sin fin: desde la Nouvelle Vague siguiendo por el grupo Vertov y sus ensayos como virtuoso de las nuevas tecnologías, en especial del vídeo, hasta el fiasco más reciente del Pompidou. Todavía ahora sorprende lo último hecho. Godard vive de sobrevivirse a sí mismo: creación que niega la memoria alimentándose de ella. Con una voluntad férrea de estar en su tiempo, de ser contemporáneo a destiempo, creando nuevas formas, imágenes, la auténtica “política”, según él.

En cierto modo, el autor ha aplicado el método Godard a Godard. A lo largo de casi mil páginas de apretada lectura hace un análisis de su trayectoria como un ejemplo genial de creación crítica y, por ello, el libro es desde las primeras páginas una recreación crítica de la misma. Merece la pena subrayarlo una vez más, ya que lo interesante, al menos en estética, son los ejemplos ejemplares y no las vidas ejemplares.

¿En qué ha sido, entre otros, un ejemplo ejemplar Godard?. En algo que subyace a las últimas películas de directores de la “modernidad melancólica” (que dejé fuera en “Retorno a la imagen”) como Antonioni, Wenders, Herzog, Tarr, Jarmusch, Lynch…, con mayor presupuesto, stars, y ruido mediático. Es el intento de “aprovecharse del sistema, ser mejor que él y seguir siendo uno mismo”. Parece como si habláramos de ahora mismo y de otros.

domingo, 22 de agosto de 2010

lunes, 9 de agosto de 2010

La estética The Wire


En materiales he colgado el texto. Es un borrador del que preparo para Miradas de cine,y forma parte de un capítulo del próximo libro.

viernes, 6 de agosto de 2010

El origen, decepción.

Acabo de ver la película. Mi impresión es que se trata de las aventuras del Equipo A contadas por Zizek: mal rollo lacaniano y esteticismo en los efectos y afectos especiales. Nolan, más que un extractor, es un predator de ideas e imágenes ajenas. Ya lo señalé a propósito de El caballero oscuro en este mismo blog.

martes, 3 de agosto de 2010