martes, 17 de noviembre de 2015

viernes, 13 de noviembre de 2015

jueves, 5 de noviembre de 2015

sábado, 24 de octubre de 2015

torpeza real



Uno no puede por menos de admirar la soltura real al pronunciar este discurso, bien articulado, en cuanto a la forma, lejos del tartajeo del padre y el naufragio ocular en las chuletas de Rajoy.

Sin embargo, algo enciende las alarmas del profesional de la estética que está de servicio las 24 horas, y es el celebrado párrafo que reproducen elogiosamente (casi) todos los medios de comunicación.

"Cuando se levantan muros emocionales —o se promueven divisiones— algo muy profundo se quiebra en nosotros mismos, en nuestro propio ser, en nuestros corazones. Que nadie construya muros con los sentimientos".

Aquí tienen ustedes un ejemplo de retórica posfascista posmoderna. Con ella la torpeza real se pone a la altura de uno de los especímenes más genuinos de la (en términos marcusianos) cultura unidimensional: el tertuliano.

Los muros emocionales se construyen en política operando con conceptos emocionales como estos destinados a fabricar símbolos que dividen. Hagan la prueba: la misma frase pronunciada por Mas desataria el delirio de su auditorio. Al ser absolutamente vacía de conocimiento vale para lo contrario y para el contrario: ¿cómo se pueden poner muros a los sentimientos?

Y, sin embargo, a este marasmo de sentimentalismo (que no de sentimientos) tardorromántico, siempre compitiendo con el kitsch, llegan de antaño preciosas advertencias.

En un momento de lucidez el pobre Werther escribe el 8 de agosto:

"Sólo una cosa, querido amigo: en el mundo muy rara vez es simplemente «esto o lo otro», los sentimientos y los comportamientos tienen matices tan variados como la pendiente de una nariz aguileña y la de una chata".

Uno tiene la convicción después de haber hablado con colegas catalanes a los que admira y respeta, gente tranquila, que se explica y argumenta, que las cosas no se han contado bien por ambas partes. Yo, al menos, tengo la sensación de estar desinformado sobre buena parte de la realidad catalana. Los políticos han ido construyendo muros emocionales para su propio beneficio en una constante manipulación emocional que es siempre el signo de lo totalitario de cualquier signo y especialmente en democracias. Y es que nos faltan políticos excelentes (que se exijan a sí mismos) y nos sobran políticos "ejemplares" (una panda de mediocres). 


domingo, 4 de octubre de 2015

martes, 8 de septiembre de 2015

Restricciones a la libertad




Ya no hay guerras mundiales pero sí más que nunca carnicerías nacionales. En la “era de la globalización” y las tonterías sobre la “vida líquida” solo interesa lo extraordinario de aquellas y aburre lo ordinario de estas. En ambas hay víctimas.

Si hubiera que hacer ahora una nueva Dialéctica de la Ilustración quizá no fuera impertinente comenzar por la pregunta: ¿cómo es posible seguir permitiendo que se perpetúen esas carnicerías manteniendo al mismo tiempo una buena conciencia? La solución es fácil: a costa de las víctimas. Entonces exhibiendo impúdicamente los cadáveres de los judíos, esqueletos empujados con palas a las zanjas, en una segunda muerte mediática, desnudados de su dignidad; ahora la imagen del cadáver del niño Aylan en la playa, reproducida hasta la saciedad con comentarios edificantes.

Hace años llamaron carroñero a Kevin Carter por mostrar la imagen del buitre acechando a una niña. Casi nadie se molestó en informarse de que era un montaje visual porque lo importante era indignarse: en vez de ayudarla se habría preocupado únicamente de conseguir la mejor toma. Ganó el Pulitzer pero su suicidio posterior fue un justo castigo, opinaron las “almas bellas”.

Hoy día una dialéctica de la ilustración es una dialéctica de las emociones del narciso sentimental: está emocionado de sentirse emocionado, de sentirse indignado. Es la presa más fácil en las democracias, sujeto de una manipulación emocional que nunca falla estéticamente: hacer que te sientas mal para que te sientas bien por sentirte mal. Antes lo llamaban catarsis, ahora posfascismo posmoderno. Pasado el momento, todo sigue igual, a distancia. De eso se trata.

En su famoso escrito de 1784 sobre qué es la Ilustración Kant escribió que solo una persona estaba legitimada a decir: “¡Razonad todo lo que queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!”. Estaba pensando en Federico el Grande y sus súbditos. Ahora sería Pablo Iglesias y sus Círculos. Traducida, su famosa distinción entre uso público y privado de la razón significa: en tu puesto de trabajo aguanta y obedece; tomando cañas, desahógate y pontifica. A esto le llaman “emancipación”.