lunes, 11 de enero de 2016

el paisaje de la venganza, la venganza del paisaje



El tópico del paisaje romántico expresa una (im)posible identidad. Schelling la resumía en su filosofía de la naturaleza afirmando que la Naturaleza es el Espíritu visible y el Espíritu la Naturaleza invisible. La identidad esencialista se revela como una imposibilidad existencial. Son los paisajes de grandes árboles espiritualizados y figuras humanas diminutas que caminan de puntillas entre ellos o se encaraman a pequeñas alturas para contemplar ensimismados y de espaldas la inmensidad que se ofrece a sus ojos. Poco a poco se va observando una transformación en esos paisajes y del anhelo/nostalgia del Infinito se pasa a una melancolía y de ahí a un rechazo a la Naturaleza que nos rechaza. El paisaje romántico tiene un rostro jánico: es el paisaje de la venganza y, a la vez, la venganza del paisaje. El primero es el escenario de la brutalidad humana que le desgarra. El segundo la respuesta aniquiladora que le niega toda capacidad de supervivencia. Ambos son sublimes.




Huyendo del aburrimiento y del sufrimiento de la vieja Europa los paisajes literarios de Atala y René de Chateaubriand se funden con los plásticos que se exponían bajo el título La ilusión del lejano Oeste en la Fundación Thysen. El buen salvaje era reconocido por el artista blanco de buen corazón. Muy acertadamente se recogían aquí también las versiones cinematográficas de la epopeya del Oeste, entre ellas esa joya llamada The Searchers, referencia de Nouvelle vague, y que en España fue titulada con reciedumbre viril legionaria como Centauros del desierto.


La contrafigura son los paisajes helados de The Revenant, la magnífica película de Iñarritu que da otra visión de ese lejano Oeste.  El mítico viaje romántico de formación es ahora el metífico de la venganza que va ensombreciendo las facciones de Jonh Wayne y de Leonardo diCaprio. Si la primera deriva es la búsqueda de la identidad en la excelencia, la segunda es el errar de la supervivencia en medio de una naturaleza que rechaza al ser humano como una aberración suya. Es el lado oscuro de los paisaje sublimes.





Desierto de arena y desierto de nieve, The Searchers y The Revenant, son la imagen de la inhospitalidad de la naturaleza que se venga a sí misma, que mata (en) a sus criaturas.


" Los hombres, en su bajeza disfrazada de desamparo, sólo se convencen, dice Oehler, de que quieren su vida, cuando en realidad jamás quieren su vida...Nadie quiere su vida, dice Oehler, cada uno se conforma con su vida pero no la quiere, una vez que tiene su vida, dice Oehler tiene que fingirse que su vida le importa algo, pero en realidad y en verdad sólo le resulta espantosa...La vida no vale un solo día...La verdad no es otra cosa que la que aquí vemos: aterradora. Que sea posible siquiera tanto desamparo y Tanta desgracia y Tanta miseria, dice Oehler, me pregunto. Que la Naturaleza pueda engendrar Tanta desgracia y Tanta sustancia de horror. Que la Naturaleza pueda producir Tanta brutalidad contra sus criaturas más desamparadas y más dignas de lástima. Esa ilimitada capacidad de sufrimiento, dice Oehler. Esa inventiva ilimitada para engendrar y soportar la desgracia. Esa náusea del individuo, que realmente se cuenta por miles sólo en esta calle". (Thomas Bernhard. Andar)



La última mirada se aparta del paisaje y se dirige al espectador preguntando ¿Por qué? En España habrá menos posibilidades de respuesta gracias a los melones que van eliminando la Filosofía de la Secundaria.

sábado, 9 de enero de 2016

sábado, 26 de diciembre de 2015

The Hateful Eight


Excelente, magnífico guión, diálogos bien estructurados (podía ser una intensa obra de teatro con algunos exteriores) sentido del ritmo como pocas veces se ve en el cine, imágenes muy cuidadas y solo algún pequeño guiño de exceso rojizo marca de la casa. Como critiqué duramente en este blog las dos anteriores me alegro mucho por esta grata sorpresa.

sábado, 19 de diciembre de 2015

un día en las matrículas







Tony: ¡Al rico helado!
Hackenbush se acerca para tratar de matricularse en Filosofía.
Hackenbush: Dos dólares en Zizek.
T: Eh, jefe. Jefe, venga aquí. ¿Quiere una pista caliente?
H: No, acabo de comer. Además, no me gustan los helados calientes.
T: Venga aquí, yo no vendo helados. Esto es un disfraz para engañar a la policía. Vendo historias de filósofos, con las de hoy no se puede suspender. Un dólar, ¿eh?
H: No. Otro día, lo siento. Me matriculo en Zizek. Otro día, ¿eh?
T: Venga aquí. Zizek es el peor filósofo de la Historia de la filosofía.
H: He notado que gana siempre.
T: Ah, eso es sólo porque llega el primero.
H: Con que llegue el primero me conformo. Dos dólares en Zizek.
T: Eh, turista, venga aquí. Óigame, supongamos que se matricula en Zizek, ¿qué es lo más que va a ganar por su dinero?. Un dólar y se acordará de mí toda la vida.
H: Esta es la proposición más nauseabunda que me han hecho.
T: Vamos, vamos hombre, que tiene usted cara de deportista. Venga tartana, por un dólar no vaya a perder una mina.
H: Tenga.
T: Gracias – le da un sobre.
H: ¿Qué es esto? – abriendo el sobre.
T: Éste es el filósofo.
H: ¿Cómo lo ha metido aquí?
T: ¡Al rico helado! Helado de Tutti Frutti.
H: Z-V-B-X-R-P-L. Tenía el mismo filósofo cuando me graduaron la vista… ¡El del helado! ¿Qué es esta ilusión óptica que acaba de encajarme? Yo no la entiendo.
T: ¡Ah! Ese no es el nombre del filósofo, es el nombre en clave. Consulte el libro de claves.
H: ¿Que consulte el libro de…?
Tony: El libro de claves, eso le dará el nombre que es.
Hackenbush: Pero si yo no tengo clave.
T: ¿Que no tiene libro de claves?
H: ¿Dónde venden eso?
T: Pues mire, por casualidad tengo yo uno aquí. Sí, tenga usted.
H: ¿Cuánto vale?
T: Es gratis.
H: ¡Oh! Gracias.
T: Sólo un dólar por gastos de impresión.
H: Bueno, pues deme uno sin imprimir que estoy harto de impresiones.
T: Vamos, por favor, ¿quiere usted aprobar?
H: Naturalmente que quiero aprobar.
T: Pues entonces le hace falta esto.
H: Quiero aprobar, pero no quiero perder los ahorros de toda la vida en un abrir y cerrar de ojos. Tenga.
T: Muchísimas gracias. ¡Helado de tutti frutti!
H: Z-V-B-X-R-P-L, página 34… ¡Eh, el del helado, esto no tiene ni pies ni cabeza!
T: No se preocupe, consulte la clave principal, eso le dirá dónde debe de consultar.
H: ¿La principal? Yo no tengo ninguna clave principal.
T: ¿Que no tiene clave principal?
H: No, sabe dónde puedo conseguir uno.
T: Pues por casualidad, creo que llevo aquí uno. Aquí tiene usted.
H: Qué casual, que casualmente pasan tantas casualidades. Un momento, ¿hay que pagar algo por gastos de impresión?
T: No.
H: ¡Oh! Gracias.
T: Son dos dólares por el transporte.
H: ¿Cómo por el transporte si estoy pegado a usted?
T: Bueno, como la distancia es corta lo dejaremos en un dólar.
H: Y si yo me pusiera aquí, ¿sería medio dólar? – acercándose.
T: Sí, pero yo me pondría aquí y seguiría siendo un dólar jefe. – alejándose.
H: Oiga lo mejor será que me abra una cuenta de crédito.
T: ¿Tiene buenas referencias?
H: ¡Si al único que conozco aquí es a usted!
T: No sirve, tendrá que pagar al contado.
H: Hace ya rato que debería haber pagado mis dos dólares por Zizek, me habría ahorrado todo esto.
T: Sí, claro y habría tirado el dinero. Muchas gracias.
H: ¿Está todo listo?
T: Sí, señor. ¡Al rico helado de Tutti Frutti!
H: Clave principal, clave corriente. Z-V-B-X-R-P-L. La Z quiere decir J a no ser que el filósofo sea Byung-Chul Han… ¡Eh Tutti Frutti! ¿El filósofo es Byung-Chul Han?
T: No lo sé, consulte la Historia de la filosofía de Copleston.
H: ¿Cómo la Historia de la filosofía de Copleston? Yo no tengo la Historia de la filosofía de Copleston.
T: ¡Que no tiene la Historia de la filosofía de Copleston!
H: No grite, que no se entere la gente que no tengo más historias que las de ferrocarriles. Ni mis mejores amigos saben que no tengo la Historia de la filosofía de Copleston.
T: Qué pena. Le compadezco por ir por el mundo sin la Historia de la filosofía de Copleston. Comprar todos esos libros sin tener la Historia de la filosofía de Copleston es tirar el dinero.
H: ¿Dónde puedo conseguirla sin hacer el ridículo?
T: Una no le sirve, necesita la colección. ¡Al rico helado de Tutti Frutti!
H: ¡Eh! Yo no quería nada más que el nombre de un filósofo, no una biblioteca pública. ¿Cuánto vale esa colección?
Tony: Un dólar cada uno.
Hackenbush: ¿Un dólar?
T: Y le doy cuatro por cinco.
H: Está bien, venga esos cuatro, hay que aprovechar las oportunidades.
T: Claro, aquí tiene.
H: Y conste que no compro más. Qué barbaridad, creí que matricularse era más rápido.
T: (Se acerca a la mesa de Secretaría mientras que Hackenbush está ocupado tratando de buscar en los libros y se matricula) Seis dólares por Zizek, deprisa. ¡Al rico helado de Tutti Frutti!
H: Copleston… Z-V-B-X-R-P-L. Es Risto Mejide.
T: Sí, eso es.
H: ¿Risto Mejide?
T: Sí, sí. A veces da la clave del intérprete y no la del filósofo. Ahora averigüe qué filósofo interpreta Mejide y en ese filósofo se matricula usted. Es fácil. ¡Al rico helado de Tutti Frutti!
H: ¡Ah! Empiezo a hacerme una vaga idea, me ha costado comprenderlo. Es bastante complicado para un novato, no crea. – Empieza a consultar todos los libros que sostiene en sus brazos.
T: No es ese libro.
H: ¿Eh?
T: No es ese libro.
H: No, es ese libro.
T: No es ese libro, no.
H: ¿No?
T: No es ese libro. No tiene usted ese libro.
H: Lo tiene usted, ¿verdad? Y yo lo tendré enseguida, ¿no?
T: ¡Helados de Tutti Frutti!
H: Menudo Tutti Frutti está usted hecho. ¿Cuánto vale?
T: Un dólar.
H: Pero es el último libro que compro.
T: Sí, no necesita ninguno más.
H: Aquí tiene, un billete de diez dólares. Deme pronto el cambio que ya cierran la Secretaría.
T: No tengo cambio, le daré nueve libros más y así haremos cuenta justa jefe.
H: ¿Nueve más?
T: Sí, nueve más.
H: Oiga y ¿no tendrá por casualidad también estanterías?
T: Venga mañana, a lo mejor hay suerte.
H: No sabía que se necesitara tanto libro.
T: No se preocupe, así aprobará la asignatura.
H: Pero yo creí que sólo había que leer a los filósofos.