sábado, 30 de junio de 2018

viernes, 15 de junio de 2018

viernes, 8 de junio de 2018

belleza inteligente


La belleza admirable viene de los griegos, la belleza amable de la posmodernidad, faltaba la belleza inteligente que viene…de las clínicas de estética.  

Todas ellas tienen un componente identitario: la primera con los ideales, la segunda con su nostalgia desencantada, la tercera con una mezcla de ambas: es la publicidad. No directa, sino ambigua, incluso inversa, contradicctoria, interesante. 

El gigantesco anuncio que se contempla en la Gran Vía madrileña tiene, al menos, un doble mensaje: visual, oferta corporeizada de un ideal de mujer (tipo choni), textual, negación de ello en nombre de la inteligencia. La vulgaridad de la imagen queda neutralizada por un texto que no se corresponde, o sí. La imagen dice una cosa, el texto otra. Son los dobles discursos, a ser posible contradictorios, sobre los que se asienta la publicidad y la propaganda política eficaces. La estética tradicional y la hermenéutica casposa están ahí para soldarlos. La estética como el arte de dar trascendencia a lo intrascendente y la hermenéutica como el arte de hacer decir a cualquiera o a cualquier cosa lo que queremos que diga sin tenerlo en cuenta, citándolo por supuesto. Esto, en el caso de las imágenes, es lo habitual. 

Por si no ha quedado claro se recomienda acudir a la página web de las clínicas donde lo que se publicita no es lo que muestra y dice el cartel, a saber, aumento de pecho por 75 euros al mes, una vulgaridad, junto a una imagen cosificada de mujer, políticamente incorrecta, sino todo lo contrario, un alegato a favor del feminismo y beyond...porque el actual no es demasiado radical y se queda corto. 



La página web no tiene desperdicio y es una buena muestra de la estetización (manipulación emocional) imperante: apropiación del feminismo, por si acaso llueven las críticas, mencionando una brecha de género que ellos han cerrado con creces en sus clínicas. Lo que en realidad pretenden, y les ha llevado a ser líderes nacionales, es la creación de una nueva identidad: LA MUJER DORSIA: "Para nosotros esto es belleza inteligente, y no pasa por operarse, pero si por sentirse bien y tomar las decisiones que considere para ello. Mi mundo, mi cuerpo, mi decisión. Nadie más tiene ese derecho". Después de esto vean con otros ojos, es decir, miren el anuncio: es una anunciación, no te venden un producto sino que te regalan una vida mejor ¿O es todo lo contrario? ¿Las dos cosas? Ahora entra en juego la estética cognitiva.

jueves, 17 de mayo de 2018

ficciones de Salamanca























La capitalidad cultural europea de Salamanca en el 2002 y la conmemoración del VIII centenario de la Universidad en 2018 comparten un imaginario estético en algunas de sus ficciones más significativas: el barroco. Así la película Octavia (2002) de Basilio Martín Patino y la novela histórica El manuscrito de fuego (2018) de Luis García Jambrina. Una película de encargo, una novela de homenaje, tienen en común ser dos ficciones salmantinas de mirada crepuscular hacia el pasado, desgarrada la una, irónica y humorística a la postre la otra, ambas ambiguas, lo que las hace si cabe más interesantes. Amor y muerte se entremezclan en dos regresos cansinos a Salamanca, el de Rojas por motivos imperiales algo evanescentes y en razón de su antiguo oficio de pesquisidor para investigar un asesinato; el otro, un Maldonado, para asistir a un congreso de espías en la Universidad, es decir, de contrainteligencia, y ser golpeado por el suicidio de su nieta, Octavia. Mirada crepuscular hacia el pasado, ausencia de futuro en ambos casos. Retirada sesentera a la emboscadura en la nueva (no antigua) familia de Maldonado con su hija todavía niña, de Rojas con un Alonso Jambrina, más talludo, adoptado.

El particular memento barroco hispánico tiene una querencia, más que por el oro retorcido de las columnas salomónicas con las uvas de la alegría de vivir, habitual en otros países, por el pudridero de las relaciones humanas cuyas intrigas terminan en el osario festoneado con las leyendas que advierten de la inutilidad de las mismas. Su éxito parece más bien escaso. Tanto Octavia como El manuscrito de fuego son dos ajustes barrocos de cuentas. Tomada esta última palabra en el sentido humanista, como apuntaba Hobbes: “Los latinos daban a las cuentas el nombre de rationes, y al contar ratiocinatio”. En el caso de Patino la voz en off desgrana una argumentación en forma de memoria icónica y sentimental, poliestética, de colores verdes claros en la hierba de la dehesa, el olor a la madera en las encinas, de una niñez recuperada y una juventud que no acepta la culpa familiar: “yo elegí respetarlos desapareciendo”. El regreso es así en ambos, el espía y el pesquisidor, una crónica de la desaparición, de antes, de ahora. Queda aparcada la respuesta a la pregunta de Octavia, la estudiante universitaria, “¿Qué es lo que queréis de mí?”, antes de su drástica desaparición porque no puede más, no consigue respetarlos. Su abuelo cuenta el terrible tormento otomano de encadenar un vivo a un muerto de por vida y reflexiona que Octavia “pudo por fin desatarse” de una genealogía.

La novela culmina destacando la irónica ambigüedad de la Fachada Rica convertida en símbolo de la Universidad y que nace, en realidad, para compensar una deficiencia arquitectónica, convirtiéndose en un bosque de símbolos de incierta interpretación. El medallón del bufón, obra del despecho palaciego y de la intriga política universitaria preside todo, invisible allí donde todos los ven. La fachada acaba siendo un texto vital de los dobles discursos renacentistas: el bufón que se ríe arriba de la defensa del imperio que se hace abajo. Jambrina ha hecho una lectura posmoderna de la modernidad salmantina. A diferencia de la película de Patino ha gustado a todos.


domingo, 29 de abril de 2018

Auschwitz: hace mucho, tan lejos




Una exposición que es una rareza por su formato y contenido: no concebida para indignar cuando se está dentro sino para pensar en lo visto cuando se sale fuera. Su amplitud de recorrido, la abundantísima información icónica y textual, las piezas originales que se exhiben, las reconstrucciones y maquetas, las fotografías envolventes que llenan una pared, no permiten ese recorrido de la mera identificación sino que obligan a la distancia, a preguntarse ¿cómo pudo pasar esto? Y así se comienza con el Auschwitz de la comunidad judía antes de que fuera el Auschwitz de su aniquilación. No hay una respuesta. La exposición se torna descriptiva más que explicativa, lo que creo es su gran acierto. A su final no hay una explicación de lo que pasó, no por falta de datos, sino todo lo contrario, más bien por la ausencia de tesis. Y eso es precisamente lo que la hace más inquietante, invita a cuestionarse: si no se sabe por qué pasó ese genocidio en términos de pueblo es que puede seguir pasando en costes de humanidad, y así “no hace mucho, no muy lejos”. No solo a recordar, esta exposición incita a saber. No es tanto una respuesta como una pregunta al espectador. Emplazado a la entrada de la exposición que se abre en forma de gruta, en los raíles, de camino a esa boca grotesca, todavía anestesiado por el tópico del alma bella, que siente y cree saber con ello, y así  "hace mucho, tan lejos". Es el mal de la banalidad emocional después de Auschwitz.

Se evitan en esta exposición tres de los mayores problemas que suelen acompañar a su tratamiento temático habitual y que se extiende también al ámbito fílmico y la fotografía: la estética inintencional de la fuerza de los verdugos, la doble humillación a las víctimas y la manipulación emocional del espectador.


Con frecuencia, las otras imágenes son capaces de mostrar el envés de las primeras, cauterizando. Y están donde menos se esperan. Una de las más ilustrativas es la gigantesca que amplía y revisa desde una perspectiva completamente distinta en la exposición uno de los tópicos más queridos de la estética nazi: las grandes manifestaciones en el congreso del partido. No se trata aquí de los picados y contrapicados de Leni Riefenstahl y su estética política de lo sublime sino que está tomada desde la trasera del acto, donde las filas marciales se deshilachan, los disfrazados miran para otro lado porque desde ahí se supone que no los miran. No se percibe el entusiasmo delirante e impostado de los primeros planos sino esa resignación vecina que proviene del tedio, como la de nuestro presidente del gobierno ante el desfile de las fuerzas armadas, al que se veía obligado asistir después de haber invitado calurosamente a la ciudadanía : "Mañana tengo el coñazo del desfile... en fin, un plan apasionante" (Rajoy desahogándose con Arenas en 2008). La teatralización de la política encuentra siempre sus límites a micrófono o imagen abierta.

domingo, 22 de abril de 2018

domingo, 15 de abril de 2018

Fred Cabeza de Vaca



Como homenaje y agradecimiento a Vicente Luis Mora publico este fragmento del borrador para una conferencia en este Congreso


[...]

Comencemos por la ficción propiamente dicha ¿Por qué? Porque lo que se cree hoy respecto al papel que juega la Estética en España no lo hacen o hacemos los que nos dedicamos académicamente a ella sino desde un afuera que deberíamos acostumbrarnos a considerar como dentro. Por ejemplo, la Literatura que está configurando desde hace años una estética a reconsiderar también en el Área. Voy a poner un ejemplo muy significativo. Un nombre: Fred Cabeza de Vaca. Es el título de una investigación de Vicente Luis Mora publicada en formato libro en 2017 y que mereció el premio Torrente Ballester. La trayectoria ficcional de Fred Cabeza de Vaca, filósofo, especialista en estética, crítico y comisario de arte, artista él mismo, va de 1980 en que nace a 2030 año de su muerte. Un pasado futuro: abarca el período después del llamado “auge” de la estética en España y también de la autodesignada nueva crítica de arte. Sería, pues, uno de los futuros posibles.

Advierto que el contexto del autor, VLM, sus polémicas, puede llamar a engaño: no se trata aquí de lo habitual, moralizar a costa del arte contemporáneo descalificándolo como fraude con el apoyo de las anécdotas más jugosas, es decir, escandalosas. Y, conste, que en el libro las hay. El argumento de la no novela es sencillo, el desarrollo no lo es tanto sino de una complejidad en espiral, especular, realmente notable [...] 

¿Quién es Fred Cabeza de Vaca? Hago con permiso del autor una paráfrasis del personaje. Un estudiante de filosofía acaba la carrera, mira alrededor y en vista del panorama se pregunta cómo puede conseguir dinero y hacerse un nombre con lo que ha estudiado ¿Encerrarse para una oposición de Enseñanza Secundaria con desempeño provinciano? ¿Aventurarse en una carrera universitaria lenta, de recorrido azaroso y con final previsible de mentalidad inestable?

La elección no parece difícil, pues lo único que está dando dinero, sale en los periódicos, en las redes, no en las revistas indexadas que nadie lee y a menudo cuesta dinero publicar, lo único que parece rentable es la Estética, pero dirigida a la institución arte. La aparente desventaja de Fred Cabeza de Vaca al provenir de la filosofía y desconocer el mundo de las artes no es tal. Como los críticos no hablan casi nunca de los artistas sino de sí mismos, el aparato filosófico del que está provisto le permite una jerga autorreferencial que impone respeto en la medida en que resulta ininteligible, pero que es de enorme eficacia mediática a través de los conceptos emocionales que maneja con soltura. La estrategia da resultado: ejercicio de la crítica en El País, comisariado de exposiciones, conferencias, obras de artistas regaladas para congraciarse, prebendas de Fundaciones, Museos, Bancos e Instituciones y, para cerrar el círculo, él mismo, transmutado en artista conceptual, la moda del momento, el traje que mejor se adapta a su formación filosófica [...]

La meditada estrategia que sigue Fred Cabeza de Vaca merece ser detallada porque esta ficción de citas que voy a leer a continuación es la que nos va salir en la memoria que los jóvenes turcos de la crítica de arte están elaborando hoy para desear ese largo adiós a la estética.

El modelo que elige Fred Cabeza de Vaca (según VLM) para crearse un estilo es Danto, el filósofo metido a crítico de arte. Por otra parte, la radiografía que hace del momento explica la facilidad con la que puede imponerse en ese mundillo:

“La inmensa mayoría de los críticos citaba a filósofos posteriores a 1950: Foucault, Barthes, Agamben, Rancière, Badiou, y luego a no-filósofos que algunos hacían pasar por tales y que eran citados de seguido porque se les entendía: Bourriaud, Augé, Baudrillard, Bauman, pensadores débiles o sencillitos al alcance de críticos de arte cuya formación se limitaba a Historia del Arte y las correspondientes asignaturas de Teoría del Arte y Estética, que aprobaban repitiendo lo que había dicho el profesor en clase, memorizando cuatro ideas circunstanciales sobre Plotino, Benjamin (su artículo sobre el aura fue una de las pestes teóricas de finales del XX y comienzos del 21), Hegel y Gadamer. Que cualquiera de esos catetos especializados se asomase a la Crítica del juicio era inimaginable. Que abriese la Crítica de la razón pura, pura ciencia-ficción”.

Dicho de otro modo: el de la crítica de arte de principios de milenio, sobre todo tras la muerte de José Luis Brea, era un ambiente donde era fácil destacar”.

[...]

Como bien señala VLM el personaje de Fred Cabeza de Vaca solo es posible en un país como España sumamente interesante por esquizoide donde conviven la demanda de legalidad y la ética de ejemplaridad con la costumbre inmemorial de ignorarlas y simularlas cuando la ocasión se presta a ello. No defraudar a Hacienda sino ser pillado por ello es motivo de vergüenza social, y saber sortear los reglamentos administrativos mediante contactos y enchufes es signo de acusado sentido de la sociabilidad en sustitución de la palabra ciudadanía cuyo significado se desconoce. 
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