lunes, 6 de agosto de 2018

2. Plinio Smithson en Las Médulas. Lo sublime de la explotación.





“En realidad, el paisaje no era un paisaje, sino un «tipo de heliotipia particular» (Nabokov), una especie de mundo autodestructor de inmortalidad fallida y grandeza opresiva de tarjeta postal” (Un recorrido por los monumentos de Passaic, Nueva Jersey. Robert Smithson).


El filtro sonoro de Twin Peaks se sobrepone al visual idílico creando ese mundo extraño de las tarjetas turísticas de hace años en que la luz y los colores adquieren en el papel impreso un cierto aire fantasmal y onírico. Los bordes dentados de la postal sugieren la frágil armazón de un cuadro en que los tiempos ondulan y se mezclan. En el reverso dos textos, uno de Plinio el Viejo y otro de Robert Smithson. En ambos se repite una palabra para describir lo que ven: ruina. Ya sea la “ruina montium” o “ruins in reverse”. Un parecido sentimiento estético late en ellos, el de lo sublime, trazando un arco hasta hoy: de lo sublime de la explotación a la explotación de lo sublime.

Es Plinio el Viejo quien ha documentado en el libro XXXIII de su Historia natural lo sublime de la explotación como “ruina montium”. Plinio que, al parecer, debía echar un ojo como procurador para que el negocio de la extracción del oro, transporte y llegada a Roma se realizara sin contratiempos, no es condescendiente. Señala la dureza de la vida de los trabajadores haciendo pasadizos en las minas, guiados por la luz de las lucernas, cuya medida de aceite era la de su jornada, no viendo en meses la luz del día; aplastados por el desplome súbito de los túneles hasta tal punto, reflexiona, que hemos hecho los seres humanos más peligrosa la tierra que el mar. La narración de Plinio es la de un naufragio planificado (“ruina naturae” lo llama) de la naturaleza según el acreditado método de la "ruina montium" mediante avanzados procedimientos hidráulicos que explotan, en todos los sentidos, la montaña con explosiones causadas por la presión del agua canalizada desde las cumbres.

Llama la atención Plinio sobre la dureza de este trabajo horadando rocas, sacándolas en cestos, quizá el último trabajador pueda ver la luz del sol, pero no es más duro, apostilla, que “aquello que es más duro que todas las cosas, el hambre de oro”, la “auri fames”, en otros textos llamada “sacra fames”. No hay que saber mucho latín para apreciar la ambigüedad ese sentimiento contenido en el “sacra” y que acompaña de una u otra manera al sentimiento de lo sublime. Más expresivo que el posterior “sed de oro” que, en todo caso, quedaba a medias saciado en el proceso de lavado y estancado del agua y sus materiales en las “agogas”. La montaña queda partida en sucesivos partos provocados en los que se le va sacando el oro.

Plinio admira el proceso, estima (quizá un tanto exageradamente) el monto en libras del oro en sus resultados pero no deja de señalar el precio material y humano: excesivo. No lo ha dejado de lamentar a lo largo del tratado sobre los metales enumerando la evolución humana en el manejo de los mismos hasta desembocar en la “fiebre del oro” en términos más actuales. Y, sin embargo, quizá por eso, no puede por menos de describir fascinado ese “método” de explotación que “supera al trabajo de los Gigantes”. El momento culminante llega cuando

“La montaña, resquebrajada, se derrumba por si misma a lo largo con un estruendo que la mente humana no puede imaginar y con una explosión increíble.
Victoriosos contemplan el derrumbe de la Naturaleza”.

Tómense las descripciones de lo sublime en Burke y en Kant y sigan su ruta estética en las Médulas. Del primero su resumen de que no hay nada más sublime que el PODER, así, con mayúsculas. El poder sobre la naturaleza y los demás. En Kant la elevación como seres racionales que produce el sentimiento de lo sublime es la de un placer que tiene su génesis en un dolor, es la capacidad de sobreponerse a ese desbordamiento físico y de la imaginación por la naturaleza amenazante consiguiéndola dominar dentro y fuera de nosotros. No hay sentimiento de lo sublime sin poder, dominio, llevando consigo en lo sublime luminoso una sublimación y en lo oscuro la destrucción. Es el rostro jánico de lo sublime. En ambos casos se paga un precio, el de la propia humanidad. Un sentimiento inquietante, contradictorio, interesante. 



Plinio no tenía tan claro que esa “fames” trajera nada bueno, aunque cumplía su trabajo como funcionario del Imperio, Kant, el profesor de filosofía, sin embargo, no dudó en señalarla a ella, a la codicia, como motor del progreso humano en su visión lineal de la historia, esa que escribe la Providencia, llámese también Razón, Dios en todo caso, con líneas torcidas. Una extraña virtud ejemplar.

domingo, 5 de agosto de 2018

1. Twin Peaks en Las Médulas



Momento tardío de reposo después de una mañana intensa con visita guiada al circuito de las Médulas, subida al mirador de Orellán, descenso ajetreado al lago de Carucedo. Estoy acabando de comer en la agradable terraza del complejo Agoga con un entorno idílico: jardincito rústico recogido en pequeñas cercas de madera, flores y plantas que se entretejen con ellas, sonido monótono y saltarín de dos pequeñas fuentes, una con pececillos rojos nadando en círculo, césped bien cuidado, un airecillo que acaricia alejando el bochorno del mediodía, cantos de pájaros, sonido envolvente, familiar, tranquilizador, de animadas conversaciones en una sobremesa que prolongan, algunos se demoran y amodorran con los chupitos de avellanas. Levantando la vista, al fondo, arriba, sobre los árboles una de las médulas, junto a ella otro símbolo de la placidez de los días al aire libre, la estela de un avión a reacción, bien definida como una flecha hacia su blanco y tan natural como las pequeñas nubecillas que se deshilachan en el cielo a su alrededor. 


Y de pronto, antes no había prestado atención a ese ruido, emerge del hilo musical el tema de Twin Peaks. Los bajos sostenidos arrojan un velo de irrealidad sobre la naturaleza luminosa. Es como si el filtro sonoro matizara la imagen visual. Y todo lo visto, oído, leído, sentido hace unas horas vuelve a desfilar como en una película de imágenes complejas. Es el momento de los sentimientos ambiguos.


viernes, 20 de julio de 2018

intervalo



"Dejad de contaros cuentos. Este mundo está jodido. El que hemos conocido. Todo eso de lo que habláis ya se ha acabado. Los subnormales que campan a sus anchas exigiendo la vuelta a las misas en latín, la lapidación de las putas y el restablecimiento del servicio militar… todo eso se acabó. Se aferran a un mundo que ha desaparecido. Dejad de decir que ayer era mejor, y que mañana será peor. Estamos en el intervalo. Hay que aprovechar. Mañana habrá que rehacerlo todo.»
  Se ha acostumbrado a escuchar este tipo de discursos en el desayuno" .
(Virginie Despentes. Vernon Subutex 2)






miércoles, 18 de julio de 2018

sábado, 14 de julio de 2018

sábado, 30 de junio de 2018