sábado, 25 de julio de 2020

6. Estética de verano

"A computer a day will keep the doctor away" (Negroponte)


En las imágenes finales de la entrada anterior se mezclaban dos elementos característicos de la nueva “revolución” digital “más allá” de la otra: la utopía de Wired con la internet de las cosas cobrando vida y hablando entre ellas y la paranoia con tintes de estética cyberpunk y toque Mamoru Oshii de un ser humano solitario, quizás una cyborg, reducido a mero espectador, ni siquiera oyente. De cumplirse esas previsiones no parece quedar mucho tiempo para que se pregunte el ordenador de Negroponte si le merece la pena ejercer de doctor para salvar a un ser humano. Con los captchas es ya una máquina quien comprueba si eres humano. 


miércoles, 22 de julio de 2020

5. Estética de verano


NE G R O P O N T E

Beyond Digital











El ciberespacio como "alucinación consensuada", como "una complejidad impensable", según Gibson, se acercaba mucho al imaginario de la metáfora del infinito digital. La novela de Clarke y la película de Kubrick llevaban al astronauta más allá del infinito en 2001. Negroponte también y comienza definiendo hegelianamente  "el espíritu de nuestra época" como digital. Reconoce la "banalidad" de la definición, especialmente si, como explica, se tiene en cuenta que lo digital es ahora cotidiano, invisible (solo nos damos cuenta de su existencia si falta) y, algo que llama la atención pues es un término del poshumanismo, "aburrido". De hecho, parece encontrar "aburridos" a esa cantidad ingente de ordenadores que conectados creaban antes la ilusión del ciberespacio. Esperemos al "beyond".  Si nos quedáramos aquí no habría diferencia con Bruce Sterling cuando su poshumana y tecnorromántica Mia exclama en El fuego sagrado: yo no quiero un mundo mejor, quiero un mundo más interesante. Pero Negroponte no es poshumanista distópico, tampoco llega al delirio transhumanista sino  que sigue una particular senda del humanismo de la utopía tecnológica. Recordemos su cruzada por disminuir la "brecha digital" con la propuesta del ordenador de 100 dólares. 
Lo que ocurre, dice, es que se ha acabado la "revolución" digital, no lo digital, que ha "mutado" (como dirán luego) y de ahí el "beyond". Los ordenadores ya no conectan cerebros sino otras cosas, las cosas. Lo dejamos aquí porque no se explica en el artículo en qué consistió antes la "revolución" digital y lo que esperaban de ella para poder entender mejor esa mutación ahora. De momento, ha habido una definición esencialista, un sucinto diagnóstico y se avecina un pronóstico, una predicción.




 

martes, 21 de julio de 2020

4. Estética de verano




Con rara unanimidad los acuñadores y seguidores del término “Postdigital” se refieren a un artículo como su antecedente. Se trata del publicado por Negroponte con el título “Beyond digital” en la revista Wired en diciembre de 1998. Un gurú publicando en un medio oracular. La revista fabricó el imaginario de un planeta de “cerebros conectados a cerebros”, siguiendo la estela de McLuhan y en el contexto de la ideología sobre nuevas tecnologías de la Costa Oeste de California partidaria del utopismo tecnológico. Esta ideología fue objeto de una demoledora crítica por parte de Richard Barbrook en su artículo “La ideología californiana” (1995-6). Allí analizaba la deriva neocon de esa alianza de hippies (reconvertidos en yuppies) con las nuevas tecnologías, fervorosos partidarios ahora del liberalismo de mercado, de la democracia directa. Cuando, más tarde, destacó las similitudes con el pensamiento de las grandes vacas sagradas francesas (Deleuze y Guattari, por ejemplo) supuestamente “progresistas”, el escándalo estaba garantizado.


¿Qué era un gurú en aquellos años? Alguien que definía el presente con pocas palabras y predecía el futuro con demasiadas; lo primero le convertía en un esencialista, lo segundo en simplista, que viene a ser lo mismo; fabricaba una marca con un título que le hacía famoso (Ser digital) pero arrostrando el descrédito de las predicciones no cumplidas, sin que hubiera el glamur distópico de un Los Ángeles 2019 en 2019 (Blade Runner) o el aroma y el sabor del filete creado por Matrix en el cerebro del traidor Cifra. Era otra posibilidad en ese mismo año de 1998.


¿Qué se puede decir del presente cuando el futuro ha llegado ya? No hubo el apocalipsis informático que se predecía para el 2000 ni los aparatos digitales se volvieron locos con el cambio de hora, día y año. Pero sí que cambió mucho después del 11 de septiembre de 2001. La obra de Gibson Pattern Recognition (traducida como Mundo Espejo) se hace eco de ello. Publicada en 2003 la acción tiene lugar, no en el futuro, sino en el inmediato pasado, agosto y septiembre de 2002. La ciencia ficción lo es ya del presente, no del futuro, porque está en él. Y no se puede predecir. Las razones parecen seguir siendo válidas hoy, especialmente referidas a la política española: “No tenemos futuro porque nuestro presente es demasiado volátil…Solo tenemos la administración del riesgo…Los cambios de escenario de cada momento”. Es decir, las encuestas. La protagonista es una “fontanera” que trata de adivinar tendencias comerciales, si una marca funcionará o no. El presente ya no es la segura casa del ser sino la sala de las arenas movedizas del estar. 

viernes, 17 de julio de 2020

3. Estética de verano

No fue el inventor, pero sí que popularizó el término posmoderno, Jencks con su libro El lenguaje de la arquitectura posmoderna. Si la posmodernidad resultaba complicada de definir sin embargo no era difícil percibir la diferencia entre el “menos es más” de los rascacielos de Mies van der Rohe y el “menos es aburrido” de las Vegas de Venturi. En literatura la crítica a los grandes relatos del Yo con mayúscula dio paso a los microrrelatos del yo con minúscula, a la autoficción. Ha sido y sigue siendo una literatura para literatos y académicos, generalmente muy bien escrita, heredera de la ironía y tendencia hermenéutica romántica y entusiasta de la cita y la apropiación. No menciono el caso de la filosofía pues llegó tarde dando lugar, al menos en Europa, a una de las disputas más estériles sobre el fin de la modernidad. Pero donde alcanzó quizá su mayor proyección a todos los públicos fue en el terrero audiovisual, especialmente en el cine. Y es ahí, de la mano de excelentes libros en los que se inspira más que versiona, donde se impone un imaginario estético cuyo vocabulario servirá para denominar actividades de las nuevas tecnologías emergentes, por más que estas acaben yendo en otras direcciones de la vida cotidiana. En la mente de todos están palabras efímeras como ciberespacio, cyborg, tiempo real, democracia digital, ciudadanía digital. El gurú Negroponte será uno de los abanderados de ese imaginario de la digitalización de la existencia con el título de un libro que definirá esa nueva “condición”, Ser digital. Luego, como tantos otros, como Sherry Turkle (La vida en la pantalla) mutará por cambio de negocio, poniéndose a la cabeza de otra nueva “condición”. 

lunes, 13 de julio de 2020

1. Estética de verano


Parece ser un destino de la estética el tener que estar siempre ligada a los populismos, es decir, a los significantes vacíos, pero de una gran carga emocional capaces de conmover, de mover a la gente a hacer algo. Cuando una delegación de eximios humanistas alemanes, autores de ediciones y monografías sobre clásicos grecolatinos de las que se han alimentado generaciones, ofreció sus servicios a Goebbels para fabricar el Humanismo del Tercer Reich, éste declino la oferta por considerarla inoportuna con la observación de que las palabras se discuten, pero los símbolos se siguen. Sin embargo, la estética clásica, ya sea desde las presuntas “ideas estéticas” en sus orígenes a su nacimiento como disciplina en la modernidad y hasta hoy mismo, ha sido una suministradora incansable y sufrida de metáforas y símbolos religiosos, éticos, políticos, económicos, publicitarios, en nombre de un difuso humanismo buenista. No detuvo este proceso la ruptura de los trascendentales, de la interesada unión de lo verdadero, bueno y bello, tampoco el surgimiento de los “artes ya no bellos”, siendo utilizado este giro con fruición por el marketing inverso.  La estética sirve para un cosido (esto puede ser ético y legal, pero no es estético) y un descosido (es solo estética, postureo). Su mayor desgracia tiene un nombre en el que se condensan todos los populismos y esteticismos de la manipulación emocional, ya sea en el ámbito teórico o práctico: ejemplaridad. Es la muerte de éxito.

Pero no quisiera detenerme en estas reflexiones veraniegas sobre las derivas de la estética clásica sino, más bien, en tratar de esbozar dos apuntes melancólicos sobre los avatares de la “nueva estética”, de cómo la pobre ha tenido que legitimar dos bastardos teóricos, dos significantes vacíos, uno en el siglo XX, la posmodernidad, devenida condición posmoderna, y otro en el siglo XXI, lo Posdigital, mutado en la condición posdigital. Me detendré especialmente en este último. A la vuelta del verano las universidades, para asegurarse la presencia, ofrecen una presencia segura, aunque bien pensado, ¿hay algo más seguro que la condición posdigital contra el coronavirus?

viernes, 3 de julio de 2020