La respuesta directa a esta
pregunta en el documental abre toda una serie de interrogantes que suscitan una
gran perplejidad. ¿Quiénes estaban interesados en ello? El detonante es la
paradójica insistencia de Eichmann en que se aportaran las cintas,
supuestamente incriminatorias para él, desarmando la estrategia del fiscal,
basada en unas transcripciones, cuya autenticidad niega y reta a cotejar con
los originales. ¿Por qué estaba tan seguro de que no aparecerían en el juicio?
A menos de que hubiera en ellas mucho más, incómodo para los que estaban dentro
y fuera de la sala, jueces, público y gobierno de Israel. Estaba seguro de que
no se iban a presentar. Pero sí lo hacen en este documental con lo que su trabajada
imagen de burócrata insignificante se desmorona. El problema es que, al mismo
tiempo, se dan una serie de informaciones y suministran unas imágenes que ponen
en cuestión el contexto del proceso judicial mismo.
Entre ellas están las referencias
e imágenes de época de los líderes de la comunidad judía húngara a los que
engañó. En los otros documentales se mencionan esa connivencia entre líderes
judíos y nazis en la elaboración de listas de deportados a los campos de
exterminio. Pero es aquí donde se desgrana lo que podía ser el cargo principal contra
Eichmann de contribución activa a la aniquilación en masa. Dando lugar a
reacciones imprevistas por el tribunal. En un momento determinado el cruce de
acusaciones y defensa se ve interrumpido por unos gritos provenientes del
público. Se interrumpe la sesión y el causante es sacado en volandas por la
policía. ¿Qué gritaba? Que los líderes judíos húngaros habían traicionado,
abandonado a su pueblo para salvarse. Y no eran los únicos. También se hace
referencia a otro viviendo en ese momento en Israel.
El presente se mezcla con el pasado y el principio de
recordar con la necesidad pragmática de pasar página. Estos dos elementos, en
colisión, dotan a este documental de una intensidad dramática y veracidad inusuales.
Las presiones de Ben Gurion sobre el fiscal parecen ser solo semánticas, que cuando
hable de Alemania puntualice que se trata de la Alemania nazi no la del
presente, como él mismo había dejado claro en otras declaraciones. Al fondo
estaban los pactos que estaba manteniendo Ben Gurion con Adenauer relativos al
establecimiento de relaciones diplomáticas, ayuda económica y, sobre todo,
apoyo al programa nuclear israelí. A cambio Adenauer pide que no aparezcan en
el juicio nombres de antiguos nazis como alguno que estaba trabajando ahora
estrechamente con él.
Las razones que da Ben Gurion es que con la bomba atómica en
su poder los judíos podían impedir un nuevo Holocausto. Las cintas no llegan a
juicio y el fiscal toma otro camino: el del testimonio de las víctimas. Y aquí
llegamos al punto que enlaza con los tres documentales y que he cuestionado
desde el principio. No el testimonio de las víctimas sino el uso mediático del
mismo en ellos que se vuelve como un bumerán contra sus intenciones. Lo
veremos.