sábado, 1 de diciembre de 2007

El gozo intelectual



Suena a chiste, pero es la pura verdad: la lectura de este libro es una verdadera gozada. Si lo hubiera escrito un filósofo quizá fuera más profundo, pero también seguramente más triste. Porque, ¡qué “palizas” son los filósofos!, ¡siempre con su yo a cuestas! Han dejado sin trabajo a Sísifo.

Se ha dicho que la filosofía es una “ciencia triste”. Este libro lo ha escrito un científico alegre, buen conversador, amigo de sus amigos, que derrocha inteligencia por los cuatro costados, con una prosa brillante y ágil, y que –se nota- ha sentido ampliamente aquello de lo que habla. De hecho la mayor parte de los textos son historias y sólo una pequeña está dedicada a la teoría. Y es que, aunque parezca mentira, lo universal sale de lo particular y no al revés.

El gozo intelectual nace del comprender en la reflexión, en la investigación, en la conversación, pero sobre todo, en la belleza. Sospecho que en el caso de Wagensberg tiene su raíz en un sentido estético de la vida, que empieza por la alegría ante lo real, la naturaleza, porque sea así y no de otra manera. Algo muy distinto del estereotipo del científico manipulador. Más que en preguntar, da la impresión de que es un maestro en encontrar.

En la ecuación Ciencia, Arte y Naturaleza el autor parece seguir todo un programa que ya pudimos admirar en su magnífico libro La rebelión de la formas. De alguna manera completa la reflexión de Novalis: “el arte es el cumplido de la naturaleza” (a través de la ciencia). Y es un buen ejemplo de aquello a lo que aspiraba Schiller: que la cultura nos vuelva a reconciliar con la naturaleza a través del arte. Pero, mejor no dar nombres.

Sólo un pequeño reparo de erudito algo picajoso. Al término de la historia que más me ha gustado, “Sobre la conmovedora belleza de los pelos de bruja”, Wagensberg dice: “Creo que Kant estaría de acuerdo en esto: lo bello, cuando además se hace inteligible, se convierte en sublime”. Pues va a ser que no. Dice todo lo contrario. Pero, ¿qué más da? Es lo que debería haber dicho: la belleza es un sentimiento causado por la representación de los objetos que sí nos da un conocimiento de ellos.

La prueba es este libro. No hecho sólo para ser leído sino para mirarlo despacio. Encontramos toda una serie de magníficas fotografías, obra del autor, auténticos pensamientos de los objetos, de ellos, es decir, pensamiento en imágenes. Me quedo con un encabezamiento (c. III, de la segunda parte): “Inteligibilidad y belleza. La inteligibilidad es la belleza externa de las cosas, la belleza es la inteligibilidad interna de las cosas y, ambas, cosa de armonía y ritmo”. Puro Platón en vena.

La fotografía viene a continuación y se titula “Danza”. Sólo por ella merece la pena el libro. No la he escaneado, ni tampoco la comento, adrede, para que salgan corriendo, los que aún no lo han hecho, a comprar el libro.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Algo está cambiando en la sociedad de las nuevas tecnologías


El cambio más importante, y tomo la idea de Rafael Casado, se refiere a que la sociedad civil está empezando a liderar el nuevo diseño social. Lo que contrasta con el pesimismo del siglo anterior, en que se veía como inevitable que el determinismo tecnológico, unido al poder de las Grandes Corporaciones, nos conduciría a una sociedad administrada, es decir, totalitaria.

El actual debate en torno a la blogosfera (Tíscar, Estalella) evidencia unas tensiones muy fructíferas entre los procesos identitarios de individualización y de socialización en la Web 2.0.

Escribe Vicente Luis Mora: “lo que me interesa de estas visiones es que las de los escritores son tan sensatas y profundas como las de los filósofos, lo que implica que algo ha cambiado...”.

La tarea: configurar una sociedad de la información y adquisición de conocimientos, no sólo a través de los datos, sino de la retórica de la imagen y la formación de sentimientos. Las necesidades de lo virtual son las viejas aspiraciones de lo real: salvar las apariencias y dar aliento a los objetos.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Doña Soledad Ortega Spottorno


En la retina el poso de unas imágenes propias de La España negra, vistas hace tiempo en un documental. Son de una modesta comitiva despidiendo el féretro en un pequeño pueblo castellano. Alguien pregunta: ¿quién es? Una respuesta: “nadie”. Una apostilla: “Pues eso soy yo: nadie”. Lo dice una mujer menuda, muy bien arreglada, de gesto vivaz, que transmite una energía serena, más allá de la queja amarga. Es doña Soledad Ortega Spottorno, hija de Ortega y Gasset. Son las imágenes de su vida, bien distintas, pero entrelazadas, con las que dedicó a su padre en una publicación memorable.

Doña Soledad no habla sólo de si misma, sino que, explica, en ese “nadie” se encierra lo que han sido las mujeres españolas: sufrieron tanto o más que los hombres, pero sin tener sus derechos. Paradójicamente en el “no era nadie” se encerraba el mejor elogio que se podía hacer de una mujer. Como si la visibilidad póstuma se lograra a costa de una invisibilidad vital. Una mujer, ella, que sólo pudo salir a la palestra cuando, decía, se habían retirado los hombres.

Nació en 1914 y guardaba como un tesoro el recuerdo de una mirada que le transmite su madre, doña Rosa: la de dos personas muy especiales inclinadas sobre su cuna. Acaban de llegar de un acto apoteósico: el discurso sobre “Vieja y nueva política”. Son Pérez de Ayala, el amigo, y su padre, el orador.

El resto no es silencio. Perteneció a una generación, ya casi ida, que representaba a la perfección lo que Ortega denominó como la persona “elegante”, que se elige y se exige, en una especial mezcla de cortesía y generosidad. Continuadora de las “empresas” de su padre, puso en pie la Fundación José Ortega y Gasset. En el despacho de la primera planta, como presidenta y, luego, habiéndose sabido retirar a tiempo, en el más pequeño de la segunda. De ambos salieron los impulsos de las Obras Completas, el día a día de la Revista de Occidente y la atención exquisita a quienes se interesaban por el legado de su padre. Que ya le quiso corresponder en vida con la dedicatoria del que iba a ser su principal libro, el Epílogo, grávida ella de su primer hijo. Escrito ahora el epílogo de su vida, descanse en paz.

sábado, 17 de noviembre de 2007

De las utopías digitales a las utopías limitadas

Adjunto en MATERIALES el guión en PDF de la Conferencia “De las utopías digitales a las utopías limitadas”. Para la I Conferencia Internacional “Ciberciudanía y Derechos digitales. Gobierno Electrónico y Nuevos Derechos Humanos”, organizada por fiap .

jueves, 15 de noviembre de 2007

5. La extranjería. Houellebecq y el nihilismo tecnológico.


¿Quién es Houellebecq?
Responde uno de sus personajes: “una especie de Zaratustra de las clases medias”.
¿Qué es toda su obra?
Un inmenso bostezo seguido de una observación cínica.
De Schopenhauer ha sacado la convicción de que el hombre no merece la pena vivir.
Del romanticismo negro el aburrimiento del propio yo: tener que vivir con un fantasma que se me parece.
¿Qué es lo único que queda?
El paréntesis estético.
La primera fase del mismo es el humor y la ironía.Respondes a la brutalidad del mundo agrediéndole, ganas mucha pasta y encima te llaman humanista. Pero “nunca te devuelve la alegría”.
La segunda fase es la solución biotecnológica.Llegar a ser poshumanos mediante técnicas transhumanistas. De momento, neohumanos y más allá, los Futuros, los seres de silicio.
¿Existe la posibilidad de una isla?
Es la extranjería biotecnológica del neohumano Daniel 25, que ha alcanzado la “inocencia”, la indiferencia perfecta hacia la individualidad, el automatismo feliz de la marioneta de Kleist.
Pero que a la postre se rev(b)ela como una versión avanzada del extranjero de Camus, un producto averiado de la ingeniería genética de Sloterdijk,(son los mejores) con la que cierro este ciclo de entradas.
“Me bañaba durante mucho tiempo, al sol y a la luz de las estrellas, y no notaba nada más que una leve sensación oscura y nutritiva. La felicidad no era un horizonte posible. El mundo nos había traicionado. Mi cuerpo me pertenecía por un breve lapso de tiempo; yo jamás alcanzaría el objetivo asignado. El futuro estaba vacío; era la montaña. Mis sueños estaban poblados de presencias emotivas. Yo era, ya no era. La vida era real”.
Son algunos de los problemas de la vida en tiempo real.