martes, 15 de febrero de 2022

Belfast 3

 

Desde el momento que tiene lugar ese roll de 360 recibimos una invitación del director a situarnos dentro y fuera de la pantalla, pero siempre con referencia a ella, en la mirada del niño, pero también y sobre todo en la de la familia. Una familia trabajadora que sobrevive malamente por la falta de empleo, llena de deudas, más atormentada por ellas que por la violencia, no tan directa al ser ellos protestantes en una media calle de esa confesión. Va el niño a la escuela bordeando las alambradas que separan dos confesiones, recibe el cariño de sus abuelos, es protegido por sus padres, sufre sin entenderlas las penurias económicas que se amontonan en las facturas impagadas.



 Y, en medio de todo, una serie de imágenes poéticas que dialogan con otras películas del género "con niño" no por ello exentas de violencia. La pantalla es el pasaporte a un mundo distinto, una fábrica de ilusiones de las que no pueden vivir los mayores, pero ayudan a sobrevivir a toda una generación en los años sesenta. El director introduce algunas y son algo más que su particular homenaje al cine de su infancia. Otras pertenecen a los coautores. 













sábado, 12 de febrero de 2022

domingo, 6 de febrero de 2022

Belfast 2

 

Es necesaria, más que nunca, una crítica de la imagen, tener criterios, saber distinguir. Por ejemplo, con una película reciente, Belfast. En principio podría ser catalogada en el subgénero de “películas con niño”. Estas suelen despertar buenos sentimientos. Y mira por donde es lo que sucede en esta película que despierta malos pensamientos en algunos precisamente por ello. No es suficientemente ideológica. Ha sido catalogada como “feel good movie”, una treta para obtener premios y obviar el fondo de la tragedia de Belfast. La clave parecería estar en el texto de Godard, ya que se muestran en primer plano imágenes de la cara inocente del niño y de los atentados en Belfast, excesivas imágenes de sus momentos de felicidad y pocas de los sufrimientos de la población por causa de la violencia ambiente. Habría, pues, una cierta “amoralidad” porque unas desactivarían a otras, una manipulación emocional. 

Los prejuicios nublan con frecuencia el juicio. Si aparece en uno de los planos la fecha “Belfast 15 de agosto de 1969” ya se sabe de antemano cuáles deberían ser las imágenes adecuadas para que la película fuera como debe ser, es decir, refleje lo que es, entendido como debería ser. Es una forma de operar de los “críticos” muy frecuente en todos los ámbitos: cuando juzgan trabajos de otros no se centran tanto en lo que han hecho como en lo que deberían haber hecho dejándolos ninguneados, aunque camuflen su inoportunidad bajo la forma de solo son  “sugerencias”. Cuando se trata de “mirar” en cine es preciso tener en cuenta, por un ejercicio mínimo de responsabilidad icónica, la mirada de los otros, entre ellos la del director y los personajes. El contraste entre el ayer y el hoy ya aparece en los primeros planos de la película:



Una de las cosas que más me sorprenden y gustan de ciertas películas actuales es que, con frecuencia, el director intenta situarse en la mirada de sus personajes más que en la suya propia. Ya lo analicé en un post sobre la serie Babylon Berlin. La perspectiva cambia completamente. Y la atención a la mirada en esta película es decisiva porque pretende ser, aunque no únicamente, la mirada de un niño contada años después. No la de un adulto que sabe lo que pasó antes, está pasando y pasará luego. La mirada de este niño es la mirada del estar a cada momento. Puede discutirse si lo ha logrado o no, pero no se puede obviar la perspectiva. Esto se hace patente en la secuencia, no de un plano, sino de varios que se presentan al comienzo de la película: la cámara en un movimiento de roll gira 360 grados alrededor de la cabeza del niño, mostrando sus estados cambiantes de ánimo ante lo que está viendo.


 Por momentos recuerda a:





jueves, 3 de febrero de 2022

Belfast 1


 



“En el fondo, lo que me resulta chocante en Hiroshima es que las imágenes de la pareja haciendo el amor en los primeros planos me dan miedo por la misma razón que las de las llagas (igualmente en primeros planos) ocasionadas por la bomba atómica. Hay algo, ya no de inmoral, sino de amoral, en mostrar así el amor o el horror con los mismos primeros planos” (Godard).

Ambas imágenes, las del erotismo y el horror, son estéticamente muy potentes y destaca su fuerza sobre otra consideración. Según Schiller, Godard tendría razón aunque se sintiera incómodo: la fuerza estética (cuando la hay) no tiene nada que ver con la moralidad y, de hecho, prevalece sobre ella. Son dos esferas distintas, aunque relacionadas. Y, sin embargo… Queda una profunda desazón porque falta algo. Falta una responsabilidad estética en el uso de las imágenes y esta se refiere, en este caso, a si estamos o no ante una manipulación emocional utilizando los mismos recursos estilísticos como son los primeros planos. Godard cree que sí. Probablemente, los neurocientíficos con sus células espejo dirían que también. En los primerísimos planos se potencia un proceso biológico identificatorio (de identificar e identificarse) inconsciente que debe ser tenido en cuenta. Es independiente de las intenciones del creador y del receptor. Se trata del rasgo biológico inintencional de las imágenes al que se suma el cultural del simbolismo adherido a ellas como memes a lo largo del tiempo.

No estaríamos, pues, de una provocación más en el caso de Godard (que posiblemente también) sino de la expresión de un malestar por una falta de responsabilidad con la imagen cuando esta se manipula emocionalmente sean cuales sean las intenciones. Y las de Resnais no podían ser mejores al igual que las de su Noche y niebla sobre el Holocausto, también criticada por Farocki por manipuladora. ¿Está justificada la manipulación emocional de y con las imágenes? Colocada en la misma secuencia y con el mismo tipo de plano una imagen erótica y otra de sufrimiento extremo esta última queda neutralizada, a juicio de Godard, ahogada en una pornografía emocional que califica de “amoral”. Lo mismo sucede con los primeros planos de la mano atrofiada y retorcida consecuencia de la radiación nuclear y de la que acaricia morosamente la espalda de los amantes. La película de Resnais pertenece a la nouvelle vague, el cine literario por excelencia, imagen y texto se retroalimentan. El problema es cuando el texto dice una cosa y la imagen la contraria aunque se pretenda la armonía. Sucede con mucha frecuencia.

Esa manipulación emocional está a la orden del día en otros tipos de planos y con una intención moralizante. Decía Win Wenders: “no se pueden soltar sermones desde la pantalla”. Es inútil: hay cierta clase de público que necesita su dosis de sermón icónico para sentirse bien sintiéndose mal, ese “horror delicioso” del que hablaba Burke. Y donde hay demanda hay mercado. Solo así se entiende que El cuento de la criada se alargue sin ahogarse en el tedio estético por su falta de calidad después de los primeros capítulos. Hay una verdadera necesidad de moralina, lo que no significa que esa necesidad sea verdadera. ¿En qué sentido?

 La filosofía podría aportar mucho desenmascarando la falacia naturalista de confundir el “es” con el “debe” en materia de imágenes, una de las fuentes de la manipulación emocional, de la necesidad de impartir doctrina con imágenes. Máxime cuando esto puede llevar a un nihilismo no pretendido. Recuérdese la caracterización del nihilista según Nietzsche: es alguien que piensa que el mundo tal como es no debería existir y que el mundo tal como debería ser no existe. Si sumamos Hume a Nietzsche entonces nos encontramos con que no hay imágenes de lo que no debería haber aunque lo haya. Es una falta de responsabilidad icónica, de hacer visible lo visible. Son las imágenes que faltan como aquellas a las que alude el título de la obra de Rithy Panh, sepultadas, desaparecidas en las otras, ignoradas, escondidas. El idealista-nihilista consumado lo tiene claro: la esencia de lo real es lo (el) ideal. 

Dejo estas imágenes de Belfast como enlace para el siguiente post:





lunes, 31 de enero de 2022

Macbeth

 


Póster de diseño que aúna el clasicismo de las letras y la vanguardia de la máscara en el contraste intenso de los colores. Letras que anuncian la tragedia y máscara que escancia su sangre. Una muestra de lo que ha dado en llamarse “el clasicismo de las vanguardias”, que lo hay, aunque parezca un oximoron. El color y el formato de pantalla son importantes, no solo el blanco y negro de rigor sino el 1:33 casi cuadrado que surge vaciando la pantalla por los lados. Vuelve el cine de arte y ensayo en estos guiños estilísticos que permiten las consabidas referencias a Dreyer, Welles, Kurosawa, Bergman… Sin olvidar, claro, al tópico recurso: el expresionismo. Donde estén las sombras no puede faltar la cita. Por momentos acuden también las sobreimpresiones asociativas con el hieratismo estatuario de Resnais en El año pasado en Marienbad. De Chirico y Piranesi no andan lejos. Ya con estos antecedentes cabe augurar una película de premios más que de público como casi todas las de culto.


Una vez claras las influencias quizá sea oportuno destacar los “caprichos” (arte) que permiten entender y disfrutar la película. El primero de ellos referido a los protagonistas. Según la tradición cabía esperar en ellos cuerpos jóvenes agitados por ambiciones desmedidas. No es así. Son viejos, sesenteros, con improbables habilidades para el combate o la concepción. Tampoco se esfuerzan por parecer verosímiles. Es una ambición crepuscular representada con eficacia. Sus parlamentos prosaicos, sin lo enfático de la declamación poética más bien parecen en ocasiones rutinarias discusiones conyugales, fruto de un afecto largo tiempo enfriado, que conflictos extremos de una pasión sobrevenida. ¿Por qué? Porque nosotros somos viejos, han explicado el matrimonio de director y actriz protagonista y les apetecía (están en su derecho) que los protagonistas se instalen en los umbrales de la tercera edad.

Hay más. La “modernidad” del elenco estriba también en la diversidad racial inclusiva que sorprende respecto a la tradición monocolor. Como ha señalado muy bien Denzel Washington habrá un momento en que no haga falta llamar la atención sobre esa diversidad porque será un hecho normal, no solo peaje de una obligada re-visión de la historia como se está llevando a cabo ahora en buena parte del cine. Ha pasado mucho tiempo y muchas cosas desde que se abriera paso Sidney Poitier en aquella memorable Adivina quién viene esta noche. Pero no lo suficiente.



Sin duda, el “capricho” más demorado (según ellos) ha permitido disfrutar de la que quizá es la mejor interpretación condensada de la película, la de Kathryn Hunt. Compone al inicio una de las más sorprendentes performances  que se hayan visto en la pantalla. Es puro lenguaje corporal de las fuerzas elementales que se manifiestan a través de ella metamorfoseada en las tres brujas. Es la boca de la profecía de otros seres superiores, más profundos, (recuerdan a Las Madres de Goethe) que por un momento Macbeth alberga en su mano sin que le esté permitido darles órdenes cuando quiere saber más. Su emergencia en la habitación enlosada a través del agua primordial, su desaparición una vez entregado el mensaje, constituyen uno de los momentos plásticos más poderosos de la película.



Son imágenes de las que tejen el tejido (textus) de las vidas humanas narradas en el texto de Shakespeare. El destino acaba siempre cumpliéndose al final, pero es ambiguo y oracular en sus términos e incierto en su desarrollo.  El director de fotografía Bruno Delbonnel ha sabido plasmar esto magistralmente en una serie de potentes imágenes ambiguas que son las que realmente tejen la película. Son la más pura expresión del “capricho” tal como se entiende en arquitectura: una fantasía creada en el set de rodaje, castillo y páramos de Escocia artificiales, espacios sin lugar. Llaman la atención inmediatamente, por obvias, las imágenes de la niebla, aptas para la fantasmagoría, pero son todavía más sutiles las espléndidas de las sobreimpresiones en que las arquitecturas soñadas abren la puerta de lo sublime dinámico.



En el estudio de cine se recrea en un contrapicado vertiginoso el suelo geométrico de la habitación de un castillo en que no se sabe si es de noche o día; de la niebla del vacío va surgiendo la figura, el decorado de la ruina de una cabaña con la fantasmagoría de Friedrich; una ruina que luego resultará improbablemente habitada; perdida en el páramo de lo elemental, aunque bien señalizada y accesible.






Muchos espectadores conocen los textos, no es un secreto el desenlace. Por eso, la clave de la película no está en la acción dramática que acaba inexorablemente en tragedia sino en la imagen, en los caprichos de la imaginación exacta. Y aquí no solo entra en juego lo visual sino lo sonoro, esos golpes sordos que interrumpen pensamientos, soliloquios en forma de diálogo y momentos de la vida en corte. Todo ello crea un contraste sumamente interesante que mantiene en vilo al espectador interesado, no tanto en lo que va a pasar, ya conocido, sino en lo que todavía no ha pasado, por no percibido aún. La tortura, pasión, inseguridad de los personajes, en sus parlamentos contrasta con la frialdad de los muros que no albergan la tragedia, sino que transcurre en ellos, pasa en ellos, pasa de ellos. Los personajes recitan, los espacios hablan, a su manera. Los umbrales suben hasta el infinito oscuro de lo sublime abandonando a los seres humanos. A estos, como en el más puro nihilismo, solo les cobija su propia inseguridad.



La película construye una arquitectura audiovisual de la fatalidad. Y su categoría estética es la de fuerza (la fuerza del destino) separada de la moralidad. Donde impera la fatalidad anda siempre cerca la brutalidad a través de la que se ejerce. Lo existencial cede aquí el paso a lo mitológico. En esta adaptación los protagonistas son monstruos tardíos manipulados, empujados por pasiones sobrehumanas de las que no pueden estar a la altura. El acierto del director, técnicos y actores ha sido el saber metamorfosear esos afectos especiales en unos efectos especiales memorables. 

                       Thomas Cole. El diablo arrojando al monje desde el precipicio.






viernes, 21 de enero de 2022

lunes, 17 de enero de 2022

viernes, 14 de enero de 2022

aniquilar




Son tres relatos que se diluyen (¿aniquilan?) en una historia de amor. Houellebecq no ha tenido tiempo de ver Matrix Resurrections antes de escribirla, pero es posible que su personaje, Paul Raison, sí ya que la acción transcurre entre finales de 2026 y 2027. El dato no es banal. Después de años de extrañamiento acaba de descubrir que su mujer es muy parecida, casi idéntica, a Carrie-Anne-Moss en Matrix Revolutions, a esa Trinity cuyo póster decoraba su habitación de adolescente y animaba sus fantasías. Ficción y realidad se mezclan en esa historia de pérdidas y recuperaciones.

La novela tiene como -quizá todavía más- las anteriores una estructura de caleidoscopio social en la que el escritor va vertiendo sus observaciones a menudo ácidas, pero no exentas de humor e incluso de ternura: alojarse en un Ibis es un acto de humildad cristiana. Todo ello, entremezclado con la descripción minuciosa de sueños, prolijas reflexiones históricas, sociales y aún filosóficas puede dar la impresión de una narrativa a ratos deslavazada. Más aún, puede invitar a ponerle otra vez la etiqueta de “nihilista” y provocador apoyándose en el título de la novela. Sin embargo, me atrevo a proponer que se preste atención a las potentes imágenes que, a veces, dibujan algunas pocas palabras. Paul se topa en los pasillos del hospital con una anciana de unos 80 años, espelurciada, desnuda, solo con un flojo pañal por el que se escapa un colgajo de mierda que mancha su pierna, empujando desorientada el andador…

La piedad sobre el desvalimiento humano en el presente se impone a digresiones metafísicas sobre el absurdo de su condición. Houllebecq y su personaje no aman al mundo (afirman) pero sí a la vida, es decir, al presente. Para vivir es necesario, dicen, eliminar lo que es una condición oculta del nihilismo: la esperanza. Paul tiene sueños, muchos, pero todos nocturnos, con retazos de la vigilia, no diurnos, de esperanza como los de Bloch en El principio de esperanza. Casi es schilleriano cuando repite una y otra vez que no hay derecho a sacrificar al ser humano del presente por el futuro. Y si no hay más remedio es preferible un fin apacible poshumano como el de Daniel en su libro y película La posibilidad de una isla. Casi se me olvidaba, Paul es un gran burgués, un enarca, eso sin duda facilita vivir (en) un presente sin esperanzas. Paul no cree que se pueda mejorar el mundo, por no votar en política no vota ni a los suyos. El profundo amor a la vida se manifiesta en la bebida, los restaurantes, los paisajes y, especialmente, en el sexo, incluso en momentos terminales. O, sobre todo, en ellos. Como en el sexo (observa) así en la vida había intentado hacerlo todo: de lado.

Vivir de lado tiene sus ventajas y propicia una estética jánica de desdoblamiento: la vida es absurda, pero no se vive mal mientras nos dejan. No oculta su admiración por Pascal y su forma descarnada  de referirse a la condición humana. De esta manera Paul se ve como una “nada relacional” como “isla rodeada de nada”, sin ataduras de amigos y relaciones sociales. Hasta cierto punto. En una isla, pero con Prudence y amigos fieles como Bruno, siempre dispuestos a echar una mano, y una familia que le quiere a pesar suyo. Él mismo se extraña de ser tan querido. No es malo el balance: “en resumen: había vivido”. Y respecto a ese futuro, tampoco queda excluido y sale hasta mejorado, como en el verso de Musset que citan: “de un siglo sin esperanza nace un siglo sin miedo”. No es poco. 

lunes, 10 de enero de 2022

Matrix re-visionada

 


“A mí lo que me interesa es que podemos creer en un futuro en el que todo está destruido, en el que las máquinas nos consideran la peste, pero en el que hay una persona especial que lo cambiará todo”.

(Declaraciones de Juanma, 17 años, después del estreno de Matrix Revolutions. El País, 6 de noviembre de 2003)

Con la sensibilidad que le caracteriza para todo lo referente al apocalipsis tecnológico de cualquier signo El Pais recogía estas declaraciones a horas intempestivas pues la secuela fue programada en diferentes franjas horarias para evitar el pirateo. Los avispados posmodernos no dejaron de subrayar la ironía del intento, ya que se trataba de una película de hackers. Juanma había detectado lo esencial del mensaje: la llegada de un cybermesías. En la atmósfera de misticismo tecnológico que rodeó a las películas desde su aparición el mensaje se abrió paso entre los más humildes (aka descerebrados) hasta la presente. Ahora el estreno de las secuelas de los blockbuster está programado y llega puntualmente a casa por Navidad, también esta, pero Neo, el Mesías, está perdido mientras oye las ocurrencias de sus pastores (“bullet-time”). Nosotros también.


Quienes se acerquen a esta secuela con la nostalgia de Ana Iris Simón para saber algo acerca del “abuelito” Neo y la “abuelita” Trinity en la Mancha de Matrix solo aguantarán los 55 primeros minutos. El que esto escribe fue visitado por Morfeo y se durmió pacíficamente (no es broma) durante los soporíferos diálogos con la general en Io y las minucias relativas a la preparación del ataque final. Luego tuve que castigarme oyéndolos. Con todo, desperté a tiempo para presenciar la orgía de violencia gratuita digna de Tarantino y sufrir uno de los cierres más cursis desde Nivel 13. El futuro es de color sepia, el pasado verde oscuro tirando a azul cobalto, entreverado de neón. El presente no existe, todo es retro futuro. Aunque no exactamente.








Recomiendo comenzar a ver la película después de los créditos últimos (antes de largarse buscando la salida) aguantando esa inesperada secuencia. Ahí está una de las claves. La de que no es exactamente retro futuro. Se inserta en un contexto habitual en cierto cine de hoy: la re-visión de la historia. Ojo, no la re-escritura. En este caso del cyberpunk y la seminal Matrix primera. El código de acceso ha cambiado y el viejo produce un glitch en el nuevo. El cambio se visualiza en una imagen y repite una y otra vez la palabra ya obsoleta: binario. Ya no vale el código binario. Es un código de nostalgia. Pero sirve todavía como referencia simbólica. De vez en cuando introducen imágenes en la primera parte para, dicen, alimentar la nostalgia de Neo. Pero las imágenes potentes del antiguo Morfeo (no invitado) todavía contrastan más con las del membrillo actor que lo sustituye. Bugs, de la nueva generación, ya no acepta la visión binaria del mundo y una elección que, en vez de ser un signo de libertad, reduce su vida. Puestos a elegir entre pastillas hoy día es más útil un paracetamol. 

¿Me ha gustado la película? No ¿Me ha parecido interesante? Mucho. ¿Por qué? Es un ejemplo notable de re-visión de la historia, la mitología y el pensamiento basados en caracteres y categorías binarias. Da igual que sean de la Ilustración o el Romanticismo. Neo está atascado ahora en su intento de un nuevo videojuego con el nombre “Binario”. Bugs certifica la inutilidad e incluso la nocividad de esos intentos en el presente. La distancia entre 1999 y 2021 es que las antinomias dialécticas entre humano-máquina, virtual-real, hombre-mujer (género), pasado y futuro, arriba y abajo, seriedad y humor, no tienen sentido en esta re-visión diluyéndose en identidades transitivas, irónicas, ambiguas. Las máquinas han adquirido conciencia y ya no prevalece el antagonismo binario humano-máquina, las fronteras se borran entre las simpáticas y serviciales mascotas, sintientes digitales, y el gato negro (que no sabemos qué pinta ahí, aunque sí la leyenda de su cuenco) pero en los créditos se apresuran a informarnos que han supervisado que no haya maltrato animal, queda la duda a cuál de ellos se refieren.

Hay todavía algunos cavernícolas que cuando se trata de nuevas tecnologías se dan una vuelta teórica por la vieja caverna de Platón. No andan lejos de filósofo, pero ahora lo que prima es la nostalgia del mito del (proto) ser humano, del andrógino, hombre y mujer, las dos mitades que se buscan como en la secuela, hasta que se unen, creando una nueva (id)entidad, Trinity y Neo, por este orden. Si en la vieja Matrix Neo era la culminación de la pirámide aquí es una figura de transición desde un nuevo paradigma. Confiesa, ahora, que nunca creyó ser “The One”, que quien lo creía era ELLA, Trinity. Lana remedia así el machismo de Matrix y, en general, de todo el cyberpunk. La película es la re-visión de una historia de amor con final feliz. 

Lo binario es el mundo de Matrix, el de lo totalitario, ya sea a favor o en contra. Los "resucitados" dicen vivir ENTRE lo binario y lo trans. El enfoque “trans” -subrayan los críticos- es propio de una posmodernidad de izquierdas, pero a la luz de la violencia final se revela como un posfacismo posmoderno, no de uno sino de dos, o de dos en uno. Tampoco se abandona lo binario en los dos personajes: al totalitarismo tecnológico de las máquinas se responde -y de qué manera- con el totalitarismo de los “elegidos”. Al menos en estas Navidades.

No sé, quizá ya no seamos tecnorrománticos, pero tampoco somos otra cosa.



miércoles, 5 de enero de 2022

martes, 7 de diciembre de 2021

miércoles, 24 de noviembre de 2021

domingo, 21 de noviembre de 2021

martes, 2 de noviembre de 2021

jueves, 28 de octubre de 2021

manual transhumanista

 

Ofrecen

"Modern humanity with some 5,000 years of recorded history has been experiencing growing pains, with no end in sight. It is high time for humanity to grow up and to transcend itself by embracing transhumanism.
Transhumanism offers the most inclusive ideology for all ethnicities and races,
the religious and the atheists, conservatives and liberals, the young and the old
regardless of socioeconomic status, gender identity, or any other individual
qualities.
This book expounds on contemporary views and practical advice from more than
70 transhumanists in order to:
(a) Present the whole picture of transhumanism from both secular and religious
points of view.
(b) Explain and demystify artificial general intelligence and superintelligence.
(c) Offer practical advice on radical life extension and rejuvenation.
(d) Explore the roles of blockchain and cryptocurrency in transhumanism.
(e) Examine transhumanist economics, ethics, philanthropy, philosophy, and
politics.
Astronaut Neil Armstrong said on the Apollo 11 moon landing in 1969, “One
small step for a man, one giant leap for mankind.” Transhumanism is the next logical step in the evolution of humankind, and it is the existential solution to the long-term survival of the human race".

La extropiana Natasha Vita More concluye así su artículo sobre la historia del transhumanismo: 

"Transhumanism’s time has arrived[...] Moving forward, there is a need to question the existing state of affairs and to be informed about opportunities for the future. The very core of transhumanist thinking prepares us to be leaders of our own lives and to work with others to help increase the well-being of others. Together we are trailblazers propagating and encouraging seminal, ground-breaking solutions. The more we engage in the unknowns, the more we adapt to change, the more we challenge your own thinking, the more impactful our shared knowledge will address the challenges we face. We are part of this Transhumanist Era".

martes, 26 de octubre de 2021

"¿Qué quieren realmente las imágenes?"

 Releyendo el artículo de Mitchell en que resume su libro...

"Es por eso por lo que cambio la pregunta de qué es lo que hacen las imágenes por qué es lo que quieren; del poder al deseo, del modelo de poder dominante al cual oponerse, al modelo del subalterno al cual interrogar o (mejor) invitar a hablar"

 Respuesta:

"Lo que las imágenes quieren de nosotros, lo que hemos fallado en darles a
ellas, es una idea de visualidad adecuada para su propia ontología".

No entiendo nada. Tengo que visitar a un ontólogo u ontóloga. 

viernes, 22 de octubre de 2021

viernes, 15 de octubre de 2021

una fortuna

 


Una magnífica serie, con una peculiaridad, a los actores españoles se les entiende cuando hablan, vocalizan, cosa imposible en la mayor parte de las restantes en que gruñen y se comen las palabras obligando a poner subtítulos como si fueran esos entrañables y descerebrados culebrones turcos o coreanos. 

martes, 12 de octubre de 2021

la belleza y el terror

 


El título promete, el resultado decepciona. No por la lectura, entretenida, de una serie de cotilleos con barniz histórico, no exentos de detalles salaces, siempre eruditos, sino por el subtítulo, la metodología. Además, título y subtítulo no tienen nada que ver.

Comenzando por esto último, la autora declara en la introducción que se propone escribir una historia alternativa al tópico de la historia del Renacimiento centrada en "el genio y la gloria a costa de las atrocidades". Todos tenemos en mente a la víctima alternativa: La cultura del Renacimiento en Italia de Burckhardt. Al final, concluye que su obra es una "caja de Pandora" de la que han salido todas esas atrocidades sin que apenas nos haya dejado ver la esperanza. Su metodología es clara y confiesa que va al Renacimiento desde sus intereses del presente para comprender mejor la situación actual a la vuelta de la escritura. Es un problema, ya que cuando se moraliza al pasado desde el presente se corre el riesgo de no entender ambos. 

Así, los desastres de la guerra son repetidos una y otra vez, menudean las anécdotas de los lascivos Papas más preocupados por el futuro de la prole que el bienestar espiritual de los fieles (es un decir, en la época de las puñaladas traperas), la diplomacia oscilante es una suerte de mafia tras la que están siempre los intereses económicos, territoriales, a costa de los individuos y sus terribles hambrunas. Los artistas son unos titiriteros, de corte en corte, vendiéndose al mejor postor para lavar con el lustre del arte otras fechorías señoriales. Entre ellas, la afición al porno, al natural, literario y artístico. Se salvan, entre tanta pestilencia, algunas mujeres empoderadas. El fondo de la caja de Pandora. 

En esta metodología el título tiene un manifiesto carácter esteticista, de marketing editorial. Se mezclan estética e historia que no tienen nada que ver. Y tan es así que lo que no hay en el libro es justamente lo que promete con la "y" conjuntiva (el nexo entre la belleza y el terror) transformándose, más bien, en una disyuntiva. Es decir, que uno no se explica leyendo el libro cómo con tanto terror pudo haber algún tipo de belleza, en qué consistía (no se analizan las obras) y, sobre todo, de dónde salía. Esto que es un fallo en este tipo de historia es una obviedad en estética. La belleza sale del terror. Es la belleza del terror. Resultado: el terror de la belleza. 

La lectura de este libro puede resultar interesante, me permito recomendar otra más provechosa. 


Dos joyas

ejemplaridad







"Danton- Robespierre, lo tuyo es de una rectitud irritante. Yo me avergonzaría de pasearme por esta vida durante treinta años con la misma fisonomía moral, y todo por el mísero gusto de considerar a los demás peores que yo. ¿No tienes nada ahí dentro que de vez en cuando te diga con sigilo, muy bajito: «embustero, embustero»?" (Büchner. La muerte de Danton)


lunes, 11 de octubre de 2021

sábado, 9 de octubre de 2021

viernes, 8 de octubre de 2021

jueves, 7 de octubre de 2021

viernes, 1 de octubre de 2021

Sergio Ramírez




Es la tercera de la trilogía dedicada al inspector Morales. Las dos anteriores deslumbran por un lenguaje florido que permite asistir a una auténtica fiesta de los sentidos como pocas veces brinda la literatura. Nuevamente la figura del policía hace de caleidoscopio para entender una sociedad compleja, ya que su oficio no conoce de clases sociales, aunque las padezca. Esta novela es más amarga. Ya no puede aguantar más. 

"Vimos cómo aquellos que cuando eran jóvenes lucharon por un mundo nuevo le daban un golpe de Estado al pueblo cambiando la Constitución para perpetrarse en el poder en nombre de una revolución ya muerta, y no dijimos nada. Vimos cómo se robaban las instituciones y las prostituían, y tampoco dijimos nada. Vimos cómo se apoderaban de la policía y del ejército y nos callamos. Qué cómodo es callarse. Y qué cobarde".

miércoles, 29 de septiembre de 2021

de cine


 Un excelente libro sobre cine y una magnífica edición. 

lunes, 27 de septiembre de 2021

Descarga libre. Entrehistorias


                               Descarga libre aquí

viernes, 24 de septiembre de 2021

martes, 21 de septiembre de 2021

Kant, siempre Kant

 


Comienzo a leer el libro de una autora que ha escrito cosas muy interesantes sobre nuevas tecnologías.

"Has the Internet destroyed the world or made it a better place? Does it foster democracy or total surveillance? Community or isolation? Information or pornography? Well-adjusted citizens or homicidal psychopaths?"

Se me cae el alma a los pies. Busco consolación en la filosofía. En el viejo maestro, en el gastado libro 



“El deber de la filosofía consiste en eliminar la ilusión producida por un malentendido, aunque ello supusiera la pérdida de preciados y queridos errores, sean cuantos sean”. (KrV, AXIII)

La ilusión de los años 80 del siglo pasado -que sigue hoy- es desplazar el sujeto de lo humano a las tecnologías: Internet ha destruido, Google nos vuelve más tontos... el impacto de las tecnologías... Nosotros somos los sujetos y nuestra es la responsabilidad de su uso, no de las tecnologías. Parece obvio, pero no es casual que hablemos así. Se crea un efecto estético para eludir una responsabilidad moral. Ya antes se pasó de considerar a las tecnologías como cartesianas en los setenta a los conceptos emocionales de las metáforas digitales (democracia, ciudadanía digital, humanidades digitales...) en la posmodernidad. Y así nos encontramos con la paradoja de una sociedad que se sabe compleja, pero a la que encanta describirse con categorías esencialistas, simples. Cuando se ha llegado a un cierto consenso en el nuevo siglo respecto a que lo virtual no sustituye sino que forma parte de y aumenta lo real, sin embargo, en la teoría y el lenguaje se sigue "virtualizando" lo real con el empleo del "preciado" y "querido" marketing esencialista. De este modo las categorías se convierten en eslóganes publicitarios. Ilusiones... ficciones, necesarias. ¿Quién se resiste a ponerse estupendo ya no se sabe si por vanidad,  por necesidad de promoción académica o, simplemente, por rutina? 

El viejo maestro abría y cerraba el libro constatando que la razón produce, inevitable e incesantemente, ilusiones trascendentales que ella misma crítica. Todo se queda en casa, es la endogamia de la razón, juez y parte. La filosofía critica lo que ella misma produce. Es una tarea de Penélope en que la que los resultados son magros, pero se gana en lucidez. Por otra parte, la construcción y derrumbe de esas ilusiones trascendentales (mejor llamarlas aquí "trascendentes") no deja de tener su interés. Emulando a Voltaire en su "Diccionario filosófico" cabría decir: "j’étais curieux et sensible". 

Para Kant la verdad es una pequeña isla rodeada del mar de la apariencia dialéctica. Quizá se ha pasado por alto la aportación kantiana a esta palabra, "dialéctica", oscurecida por la hegeliana. Para él significa análisis y crítica de la apariencia dialéctica. Yo prefiero la acepción kantiana para intentar comprender la sociedad actual, no la del siglo pasado, versión años sesenta y setenta. Porque Kant rechaza el planteamiento de las antinomias a las que nos llevan esas ilusiones trascendentales binarias de la dialéctica clásica. Así las que plantea la autora del libro con la excluyente conjunción disyuntiva "o" fruto del sujeto desplazado. No dejan de ser preguntas impactantes pero estériles. La filosofía, siguiendo a Kant, no consiste en hacer preguntas, eso lo hace cualquiera, sino en saber preguntar antes de preguntar para saber. Y hay preguntas -como las de la autora- que pueden, pero no deben hacerse porque no conducen a nada. 

Mantengo la ilusión de que quizá pueda ampliarse el magnífico opúsculo kantiano sobre qué significa orientarse en materia de pensamiento en una investigación sobre cómo orientarse en un pensamiento en imágenes. Y me encuentro esto por ahí



Sigo leyendo el otro libro, por si cae algo...



lunes, 20 de septiembre de 2021

sábado, 18 de septiembre de 2021

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Tokyo Trial

 


Interesante, más compleja que las habituales sobre los juicios de Núremberg. Sin embargo, la exigencia de responsabilidad es parcial. Recomendaría verla junto con la magnífica The Fog of War: Eleven Lessons from the Life of Robert S. McNamara (2003) de Errol Morris que analicé en Fenomenología de la alienación (The act of killing). Esa niebla de la guerra en la que no hay durante ella las leyes por las que luego serán juzgados; esa niebla de la guerra en la que los acusados estarían en el banquillo de los acusadores si hubieran ganado; esa niebla de la guerra que le permite al antiguo Secretario de Estado preguntarse por cuánto mal hay que hacer para lograr el bien... ¿Vietnam? ¿Hiroshima? ¿Nagasaki?...

miércoles, 1 de septiembre de 2021

la melodía del mundo

 










Los créditos de apertura de Babylon Berlin han recibido numerosos reconocimientos por su calidad. También los de clausura, menos elaborados, pero más reconocibles. En realidad, solo estos últimos responden a su nombre, cierran los capítulos, mientras que los primeros están incrustados en la narración. Saskia Marka, la diseñadora, ha remontado su inspiración hasta el primisecular Der absolute Film, ese movimiento alemán que aspiraba a hacer del cine la nueva obra de arte total. Más en concreto, se ha referido a Walter Ruttman, a su conocida obra Berlín, la sinfonía de la gran ciudad y a las diferentes versiones de sus Juegos de luz. El resultado ha sido (no solo para los créditos sino para los capítulos de las tres temporadas) una singular mezcla de expresionismo abstracto y narrativa documental al estilo de la nueva objetividad. Es bueno tenerlo en cuenta pues Babylon Berlin es una serie de culto que va contra el culto. Este, cuando oye la palabra Weimar, empieza a salivar una compungida nostalgia. En 2017 Der Spiegel resumía el tono de la entrevista a sus creadores con este titular: “¡Se acabó la retro-nostalgia de papel maché!”.

En ese mismo año que explora la serie, 1929, Ruttman estrena otra obra menos conocida y que lleva por título La melodía del mundo. Era el encargo de una naviera, un trabajo publicitario, se filmó un gran cantidad de imágenes por todas las partes del mundo y lo que hizo Ruttmann fue montar ese material tan heterogéneo como un caleidoscopio, al igual que sucede en los créditos de Babylon Berlin. El montaje era la pieza clave para lograr ese ideal del “filme absoluto” como música visual. En el giro icónico de aquellos años lo icónico incluye lo sonoro y lo visual como mejor forma de expresar esa nueva sensibilidad para el (su) tiempo en que parece estar empeñada la cultura.

Ruttmann, además de por sus obras vanguardistas, es conocido por sus manifiestos. Tras unos iniciales intentos de asociar la pintura con el tiempo y el movimiento a través de la música concluirá: “Ya no tiene sentido pintar, hay que poner la imagen en movimiento”. La pintura y la palabra detienen el tiempo, pero la vida, mientras es vida, no se detiene. El cine es el arte de la vida real creando ritmos de tiempo a través del montaje. Las sinfonías ópticas integran una pluralidad de imágenes diferentes y, a veces,  contrapuestas, para configurar “la melodía del mundo”. Eso es justamente lo que hace con su obra de 1929 y la cita inaugural no deja lugar a dudas sobre el método: “El verdadero misterio del mundo está en lo visible no en lo invisible”. No se trata solo de optar por uno de los términos de la conocida dialéctica occidental, sino de prescindir de ella, siendo esta posiblemente la verdadera diferencia con Klee. Las consecuencias van mucho más lejos del terreno del arte y quizá sería oportuno reflexionar sobre ellas. Porque la apelación al “filme absoluto” no se refiere solo a una nueva visibilidad que aspira a hacer visible lo visible, sino a una nueva forma de hacer historia en la que, junto a la consabida historia conceptual, se hacen valer los derechos de la nueva historia perceptual. Y entonces la época de Weimar, este año 1929, aparece a una nueva luz, sin los filtros culturales que la velan. Es una de las sorpresas de la serie.