sábado, 7 de enero de 2012

El Havre, romanticismo de barriada



Todo iba más o menos bien hasta que apareció el cerezo. !Sielos, un final Spielberg a traición! No me lo podía creer en un director que desde 2003 había anunciado su boicot a Hollywood por la guerra de Irak. Es posible que fuera debido a un trastorno transitorio de personalidad asociado a guiño irónico posmoderno. Esa gente es muy imprevisible. Pero tampoco hay que ponerse en lo peor. Basta con recordar su plegaria:

"Oh señor, haz que mi hígado y mis pulmones aguanten lo suficiente para que pueda seguir bebiendo y fumando hasta el fin de mis días. Haré lo que sea, hasta renunciar a la sexualidad. No es mío. Es de Luis Buñuel."

Se trata, pues, de una decisión de cierre tomada con la segunda botella de blanco en la mañana, y en el ejercicio de su libérrima voluntad.

Me gusta mucho el cine de Aki Kaurismaki. Lo he vuelto a revisar hace poco con motivo de escribir sobre la estética del desvalimiento, que no de la víctima. Se atiene a su principio de que, contra más pesimista es en la vida, más optimista resulta en sus películas. Esa contradicción hierve bajo el rostro inexpresivo de su actriz fetiche Kati Outinen en La chica de la fábrica de cerillas. Y permite recuperar a la máscara de la nouvelle vague, JPL,reconvertido de víctima en Yo contraté a un asesino a sueldo, en vecino acusica en esta.

Sus personajes no renuncian a nada, pero se contentan con unas migajas, lo que la vida les va dando. Todo su cine es el romanticismo de los anónimos, de las paredes desconchadas de los edificios en los barrios, y el contraste de los colores fuertes,esos rojos intensos, tan mimados por Aki, de los vestidos de ellas, de las baldosas de suelo ajedrezado, de los claveles, de los ajados sofás. La humildad de los personajes se desvive en la ternura del director para con los objetos. Decir cine de Kaurismaki es eso, decir ternura.

Este romanticismo de barriada es impensable sin las canciones que lo hacen posible. Ellas son la urdimbre sobre la que se tejen las imágenes visuales. Sin ellas no son nada. Propician la solidaridad social con la inmigración en un cuento de invierno y disculpan un final mentiroso.

4 comentarios:

  1. A mí nunca se me ha ocurrido un final holliwoodiense con lo del cerezo, sino más bien un guiño al cine japonés o coreano, en todo caso oriental, un guiño a lo sagrado. El florecimiento del cerezo inagura la primavera y es de corta duración como las escasas palabras que iteraccionan entre los personajes.
    Como metáfora entre la naturaleza y lo social ("yo amo a la sociedad",dice un personaje) como testigo de una parábola o cuento moral o como el eslabón que cierra el haiku de la propia película.
    No es superfluo decir que también tengo plantado un cerezo en mi jardín tanto desde el plano real como simbólico.

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  2. Me parece sugerente el cerezo florecido como metáfora entre la naturaleza y lo social. No lo veo claro en la película, es demasiado explícito después del pastiche de la curación. Al fin y al cabo, la mala estética se hace con los buenos sentimientos, parafraseando a Valéry.
    Las fotos del blog, excelentes. Un molino no heideggeriano.
    Saludos.

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  3. Estoy esperando con cierta urgencia a verla en versión original (ya me niego a ver a ciertos autores doblados a ese tono impostado y engolado que tanto daño ha hecho al cine español). Pero tienes toda la razón sobre Kaurismaki: es un autor para pensar en tiempos de crisis, una meditación sobre la precariedad y la esperanza.

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  4. Precariedad y esperanza. Buena síntesis. Imagino que con la crisis volverán los finales felices, la gente solo quiere distopías cuando está bien
    Un abrazo Fernando

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