jueves, 30 de julio de 2020

8. Estética de verano




Una de las mejores maneras de demostrar algo es mostrarlo cuando se trata de imágenes. Sin perder de vista el nexo de estas entradas, la genealogía de lo Postdigital en lo posdigital, quisiera hacer una referencia a lo que me ha parecido como los American Graffiti de lo Postdigital: la serie Upload estrenada en mayo de 2020. Cumple a rajatabla la regla no escrita en estética de las nuevas tecnologías desde los años 80 del siglo pasado: no se innova casi nada, pero se recicla todo. Así en las prácticas como en la teoría. De la second life a la afterlife y vuelta, de lo Postdigital que va en pos de (buscando) lo digital, otro retrofuturo.




















Lo propio de las estéticas del reciclaje no son los ingredientes sino los aderezos, que se repita hasta el aburrimiento el tópico, pero no los efectos especiales. Es puro tecnorromanticismo ochentero basado en su tradición platónica: el placer que genera el supuesto conocer algo nuevo en el reconocer lo antiguo. Así las citas recurrentes de pensadores de otras épocas en los libros sobre tecnologías audiovisuales, vengan o no a cuento. Generalmente no, borroso retropresente. Así series mediocres pero efectistas como Black Mirror y Westwordl, a la postre aburridas cuando se empeñan en soltar píldoras metafísicas trasnochadas, por otra parte, requisito indispensable en este tipo de producciones. Dan una pátina de profundidad a la simpleza de los planteamientos. Se puede argüir que solo se trata de entretenimiento, pero no funciona así, ya que han condicionado los imaginarios estéticos de las prácticas ciudadanas en nuevas tecnologías que hace tiempo van por otro lado. Lo binario dialéctico tiene ahora una salida irónica edificante.