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sábado, 8 de diciembre de 2012
martes, 4 de diciembre de 2012
el último servicio del intelectual
Si queda alguno, el último servicio que puede hacer el
intelectual es callarse. No prestar atención a los esporádicos titulares en que
se pregunta dónde está, se inquiere por su silencio y se reprocha su traición,
la dejación de sus responsabilidades. Resistan, ya quedan pocos y queda menos
todavía.
Recomiendo el visionado del vídeo en que Risto Mejide
dialoga con Agustín Fernández Mallo sobre redes sociales. A preguntas de la
ágil reportera con voz de pito el “inclasificable” (sic) responde que no tiene
ni idea de lo que son las redes sociales, tampoco sabe muy por qué está allí,
pero se ha construido un personaje, una marca y sabe venderse, y bien vale la
pena averiguarlo. Agustín, con su habitual bonhomía, le observa con sonrisa de
conejo.
Acostumbrados a las habituales soflamas del PPP (Patéticos
Pensadores PRISA) esta declaración es, como suele decirse, un soplo de aire
fresco. Quizá sea un jeta, pero al menos no engaña. Los autodenominados
intelectuales tienen desarrollado ese apéndice porcino hasta extremos
inimaginables: no abandonan ni con aceite hirviendo la primera persona al
exponer algo y se ahogan en la autocita. Su vocación es llegar a ser
tertulianos, a poder opinar sobre todo sin la menor preparación, pero con la
máxima contundencia.
En este momento, en que el ciudadano padece más la
incompetencia que la corrupción, uno siente nostalgia de la “barbarie del
especialismo”. En una sociedad tan compleja no necesitamos a los intelectuales de antes con sus análisis y recetas simplistas. Tampoco a los cantamañanas de ahora. Necesitamos especialistas baaaárbaros (así, con acento
argentino) que, al menos, sepan de lo que hablan.
lunes, 3 de diciembre de 2012
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