Como se temía su autor, Genovés, se ha convertido en un cuadro estetizado, fondo indispensable para todo tipo de fotografías institucionales y, recelaba, en un futuro para bodas y banquetes, sin descartar pases de moda. La estructura anular de la exposición conduce a él como protagonista y botón de engarce (es el único cuadro) de los modestos paneles y curiosas vitrinas que lo jalonan (en los Institutos de Secundaria hacen mejores exposiciones): con las elecciones del 15 de junio de 1977 habría acabado la transición de la dictadura a la democracia, democracia, el abrazo de la reconciliación. Da igual quiénes y a quién abrazan, minucias, lo importante es el símbolo, el abrazo. Es, se supone, el abrazo de gente del pueblo habla, alborozada por hablar, transformado en demanda de pacto de y por los partidos. Abrazo y pacto acaban fundiéndose, confundiéndose, en el símbolo pero fueron y son dos cosas distintas.
El cuadro, visto de cerca, es diferente de las reproducciones, especialmente en internet: las figuras más oscuras, el blanco menos blanco, granulado y recorrido por la textura del bastidor. No hay transiciones sino contraste de colores, de fotografías recortadas y pegadas sobre el fondo monocromo. Los famosos ocres, de haberlos, se pierden en la inadecuada iluminación. Las figuras van entrando por la izquierda y quedan paralizadas en la mujer de la derecha que abraza al vacío, con ella el cuadro sale fuera del cuadro, de la sala, hacia el futuro.
Pero su presente no es la conmemoración de unas elecciones, de un habla pueblo, habla, sino de las cárceles y la demanda de amnistía, del tiempo del calla, pueblo, calla. De eso no se habla. Es la Transición intransitiva. En esta exposición el pueblo es una figura de espaldas, un símbolo que se saca cuando conviene, como el cuadro, que ha pasado la mayor parte de su historia en los sótanos de los museos y que ahora está en préstamo temporal en el Salón de los Pasos Perdidos [sic] del Congreso de los Diputados. Una transición para el pueblo pero sin el pueblo cuyo futuro papel ya está definido, votad, es decir, ejerced de palmeros de los que realmente actúan. Habla: sí nos representan.
El protagonismo del pueblo es enfatizado al final de la cartela que abre la exposición firmada por la Presidenta del Congreso, Ana Pastor, y el Presidente del Senado, Pío García Escudero. El texto anterior es un buen ejemplo de esa metamorfosis del franquismo en la democracia. Así “vigorosa llamada” (“gritos de rigor”), el “liderazgo generoso y audaz” (Plaza de Oriente), “admiración de la opinión pública internacional” (“queda inaugurado este pantano”): “el pueblo español, que habló en 1977 para decir “democracia” es el verdadero protagonista de esa historia de éxitos, cuyos primeros pasos se cuentan en esta exposición”. En el vídeo final de la exposición aparece el momento de la votación de la Ley para la Reforma Política, que expresa esa metamorfosis “de la ley a ley”, de la dictadura en democracia. Es el 18 de noviembre de 1976 siendo aprobada por abrumadora mayoría lo que no obsta para el gesto de alivio de Adolfo Suárez. Un gesto poco reproducido. En unos meses se trocará en consternación por el inexplicable desencanto hacia la democracia recién nacida en las elecciones objeto de conmemoración. Luego vinieron otras elecciones...El llamado cine de "Caspa y Ensayo" da cuenta de ellas..
Es irresistible la tentación de parafrasear el conocido texto de Horkheimer y Adorno en Dialéctica de la Ilustración: la dictadura es ya Transición y la Transición recae en la dictadura; el mito es ya Transición y la Transición recae en mitología. Resultado: estamos en pleno posfascismo posmoderno.