martes, 8 de septiembre de 2015

Restricciones a la libertad




Ya no hay guerras mundiales pero sí más que nunca carnicerías nacionales. En la “era de la globalización” y las tonterías sobre la “vida líquida” solo interesa lo extraordinario de aquellas y aburre lo ordinario de estas. En ambas hay víctimas.

Si hubiera que hacer ahora una nueva Dialéctica de la Ilustración quizá no fuera impertinente comenzar por la pregunta: ¿cómo es posible seguir permitiendo que se perpetúen esas carnicerías manteniendo al mismo tiempo una buena conciencia? La solución es fácil: a costa de las víctimas. Entonces exhibiendo impúdicamente los cadáveres de los judíos, esqueletos empujados con palas a las zanjas, en una segunda muerte mediática, desnudados de su dignidad; ahora la imagen del cadáver del niño Aylan en la playa, reproducida hasta la saciedad con comentarios edificantes.

Hace años llamaron carroñero a Kevin Carter por mostrar la imagen del buitre acechando a una niña. Casi nadie se molestó en informarse de que era un montaje visual porque lo importante era indignarse: en vez de ayudarla se habría preocupado únicamente de conseguir la mejor toma. Ganó el Pulitzer pero su suicidio posterior fue un justo castigo, opinaron las “almas bellas”.

Hoy día una dialéctica de la ilustración es una dialéctica de las emociones del narciso sentimental: está emocionado de sentirse emocionado, de sentirse indignado. Es la presa más fácil en las democracias, sujeto de una manipulación emocional que nunca falla estéticamente: hacer que te sientas mal para que te sientas bien por sentirte mal. Antes lo llamaban catarsis, ahora posfascismo posmoderno. Pasado el momento, todo sigue igual, a distancia. De eso se trata.

En su famoso escrito de 1784 sobre qué es la Ilustración Kant escribió que solo una persona estaba legitimada a decir: “¡Razonad todo lo que queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!”. Estaba pensando en Federico el Grande y sus súbditos. Ahora sería Pablo Iglesias y sus Círculos. Traducida, su famosa distinción entre uso público y privado de la razón significa: en tu puesto de trabajo aguanta y obedece; tomando cañas, desahógate y pontifica. A esto le llaman “emancipación”.