"Falta por escribir la tragedia de la banalidad producida por circunstancias normales que la vuelven por ello todavía más inevitable"
Así acaba el ensayo de Houellebecq, así comienza su obra y ese es el trasfondo de la de Schopenhauer. No hace falta circunstancias excepcionales ni tampoco seres monstruosos para explicar las enormes desgracias que unos seres humanos preparan a otros. Va en su carácter; como dijera el escorpión de la fábula, es mi naturalezza.
Debe contenerse la rata hermenéutica que ya tenía preparada en su hocico la cita de Hanna Arendt. No, aquí no se trata de la banalidad de la tragedia sino de la tragedia de la banalidad. Lo que en el fondo escuece en el Schopenhauer de Houellebecq es tener que vivir en un mundo de mediocres y no poder hacer nada por evitarlo(s). Un mundo del "me gusta" sin llegar a querer realmente. Por eso le interesa en especial el Schopenhauer más popular aunque comente su obra magna: ese que da consejos para una vida feliz en la que es imposible la felicidad. Ya no es el filósofo para filósofos (si alguna vez lo fue) sino el novelista para seres humanos, el artista. Es decir, él mismo, Houellebecq. Ambos compartirían, según él, una obra cuyo núcleo es una intuición artística y un método, el de la contemplación estética.
No son desdeñables los consejos. El primero es la separación entre vida y obra. Si Schopenhauer advertía que había escrito sobre lo que era un santo pero no dicho que lo fuera, Houellebecq distingue entre el artista como hombre, al que le interesan el "dinero, la gloria y las mujeres", y el artista sumido en la contemplación estética del objeto (sujeto claro espejo del objeto), ingenua, inmerso en un mundo 3D. Ahí encuentra la belleza de la idea, el pez dorado de David Lynch, sin los molestos tirones cotidianos de atención de la Voluntad. Esa belleza ideal ganada a golpe de paréntesis estético merece la pena: todo es bello mientras no me afecta, concluye Schopenhauer. Lástima que dure tan poco.
Lo jodido es que afecta (a algunos más otros) porque no se puede estar todo el rato en el limbo estético, hay que vivir, y así comienza la filosofía, la novela y la obra de arte, mostrando que en conjunto la vida es una tragedia y en concreto una comedia sin la posibilida de mantener siquiera un pose digna. La obra de estos dos autores es un grandioso tratado de melancolía por el esfuerzo sin fin y sin sentido de la Voluntad en los individuos, ese sacrificio absurdo de una generación por la siguiente, se lamenta Houellebecq, criando niños y luego atendiendo a ancianos, poco tiempo para sí mismos.
¿Hay la posibilidad de una isla? Houellebecq la explora con la ayuda de las nuevas tecnologías, ni poshumanos ni transhumanos, sino neohumanos. En ellos parece haberse resignado la Voluntad anulándose la individualidad, conjurando aquello que más teme: los neohumanos no sienten el tedio. A pesar de todo:
“Me bañaba durante mucho tiempo, al sol y a la luz de las estrellas, y no notaba nada más que una leve sensación oscura y nutritiva. La felicidad no era un horizonte posible. El mundo nos había traicionado. Mi cuerpo me pertenecía por un breve lapso de tiempo; yo jamás alcanzaría el objetivo asignado. El futuro estaba vacío; era la montaña. Mis sueños estaban poblados de presencias emotivas. Yo era, ya no era. La vida era real”. (Daniel 25 en La posibilidad de una isla de Houllebecq)
Die, die, die
On the Spanish Coast
Die like a clown
With no friend around
This used to be
A Spanish Town
Die, die, die
On the Spanish Coast
Die like a fly
With no lover to sigh
On a hot white box
In a pile of rocks
You'll go crazy
By the hazy sea
Die, die, die
On the Spanish Coast
Die like a love
When you kill it's dove
If you don't belive
Then your angels leave
And you loose it
You can't use it
Life
Pero siempre queda la posibilidad del mejor amigo del hombre que, naturalmente, no es humano. O más allá de lo humano, como Iggy Pop.
Love is simple to define
But it seldom happens in the series of beings
Through these dogs we pay homage to love
And to its possibility
What is a dog but a machine for loving
You introduce him to a human being giving him the mission to love
And however ugly, perverse, deformed or stupid this human being might be
The dog loves him, the dog loves him
Como Leonard Cohen antes de que se convirtiera en el hombre que susurraba a los micrófonos, inspirándose en La posibilidad de una isla.