miércoles, 8 de octubre de 2008

After dark




“Enfundado en su traje marrón y totalmente quieto, el hombre mira a través del cristal, desde el tubo de rayos catódicos, hacia este lado. Es decir, que está mirando de frente, desde el otro lado, hacia el interior de la habitación donde nos encontramos nosotros […] Él puede ver lo que hay aquí. La pantalla del televisor funciona como una ventana abierta hacia este lado, hacia la habitación”.

¿Por qué gustan las novelas de Murakami? Porque en el fondo del adulto alterado hay todavía un joven ensimismado. Unos personajes al filo de una adolescencia algo tardía, llenos de vacíos ambiguos que hacen señales desde el otro lado, deambulan por la noche de la gran ciudad. A lo largo de siete horas, puntualmente cronometradas, como si fueran antiguas jornadas, el tiempo transcurre lento, a veces rápido, en una sinfonía íntima de encuentros inesperados, sucesos banales e islas de aburrimiento compartido, lo más difícil de todo. En realidad, no pasa nada, si acaso al otro lado de esa pantalla apagada del televisor, donde borrosas imágenes pugnan por aparecer, no para ser, sino para ver lo que hay a este lado, esa habitación donde duerme sin descanso, más allá de las noches y los días, una bella muchacha.

Estas imágenes son distintas. Son la mirada de refilón de los ojos artificiales cuando nosotros desviamos los nuestros. Entonces, primero se empieza a oír el chisporroteo que reclama atención, luego a percibir el granulado tembloroso de lo que se insinúa con vagido chirriante y corporalidad trémula. Es todo muy primitivo, cierto, pero tiene el encanto adánico de los filmes expresionistas, de gestualidad acentuada y música ambiente, como en esta novela.

Pero ahora lo que predominan son los subtítulos convertidos en diálogos interminables, sin rumbo, de aquellos indecisos que sí tienen algo claro sobre todas las cosas: no quieren estar en casa, tampoco ir a otra parte, “lo único que hago es dar traspiés en un mundo muy pequeño”. Simplemente desean estar también al otro lado, “matar el tiempo leyendo en alguna parte”. Al fin y al cabo, Mari, lo que ha hecho con su vida no es sino una pequeña caja de cartón donde cobijarse.

Es la mirada de los personajes de Murakami. La mía se posa sobre el post de la semana pasada, sobre la cita primera. Y vuelvo al libro, encuentro una casa, la única que ha tenido Mari esta noche, la que podía haber dado título a la novela, un producto de la ironía, de la auténtica mirada bifronte:

“-Hay algo que quiero preguntarte desde hace un rato –dice Mari-. ¿Por qué el hotel se llama Alphaville?
-¡Uf! ¡Vete a saber! Eso habrá sido cosa del jefe. En un love-ho el nombre es lo de menos. Total, un love-ho es un lugar donde las parejas van a hacerlo y, mientras haya una cama y un baño, la verdad es que puede llamarse como le dé la gana. Con que tenga un nombre, basta. ¿Por qué lo preguntas?
- Porque una de mis películas favoritas se llama Alphaville. Es de Jean-Luc Godard.
- No me suena de nada”.

3 comentarios:

  1. ¿Qué tal José Luis?
    La frase de Godard la pondré en alguna sesión, seguro. Está muy bien.
    A mi me gusta bastante Murakami, pero no soy crítico, sólo lector, así que mi criterio es singular. Me atrae la forma que tiene de contar las cosas y el ambiente en el que se mueven sus personajes.

    Por cierto, te hago una petición en plan DJ. Si vas a ver o ya has visto la película de Jaime Rosales, Tiro en la cabeza (yo no la he visto), me gustaría saber qué te ha parecido, porque eso sí que debe ser pensamiento en imágenes puro.
    Bueno, un abrazo.

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  2. Hola Jordi, entraba en tu blog y te echaba de menos. Lo de la radiografía es un buen guiño, me acordé enseguida del post cuando la oí en la película de Wenders ¿reacciona así la gente?
    Respecto a Murakami, la verdad es que me interesa por la huella romántica y la hábil mezcla de culturas pero, a veces, la fórmula me resulta repetitiva.
    Si voy te cuento la opinión sobre la película de Rosales. ¿Hasta cuánto puede uno aguantar en vena pensamiento de imágenes puro o cortado?
    Otro abrazo

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  3. "Ambos éramos seres incompletos, sentíamos que algo nuevo y todavía por aprender aparecería delante de nosotros para llenar nuestro vacío.Estábamos de pie ante una puerta cerrada, desconocida. Bajo una luz mortecina, los dos juntos, con las manos estrechamente unidas durante diez segundos" HARUKI MURAKAMI: Al sur de la frontera, al oeste del Sol

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