lunes, 23 de enero de 2012

incompetencia

No voy a hablar de la corrupción de los políticos, sino de otra mucho más extendida: la corrupción ciudadana de la política. Hay una sobredosis de la primera en las noticias, artículos de pensadores, griterío de pesebre en las tertulias. Las sesudas explicaciones abundan en el mal radical propio la condición humana, y la búsqueda de remedios les conduce hasta Grecia, ejercicios de cultura ficción que aportan poco al tema. Por otra parte, los políticos son los primeros en reconocerla, dan la razón y miran hacia otro partido. No andan descaminados quienes piensan que son ellos mismos los más interesados en que se hable de esto para que se aparte la vista de otra cosa.

Ya está asentada la creencia de que la corrupción económica de los políticos es la causa de su incompetencia y el fracaso de la política, idea tranquilizadora para todos, aunque no resuelve la crisis. Porque lo cierto es que sucede al revés: la incompetencia sostenida es la verdadera causa de la corrupción de la política. Y quienes la sostenemos, los culpables, somos nosotros, los ciudadanos. De ahí que, más grave que el descrédito de los políticos, acaba siendo el de la conducta de los ciudadanos respecto a la política, refugiados en una actitud nihilista respecto a ella. Y por eso se enciende la esperanza cada vez que se advierten movimientos ciudadanos de regeneración.

Si una de las características estéticas de lo totalitario es asistir fascinado a su propia autodestrucción, hay que estar prevenidos ante la deriva hacia el fascismo de lo ciudadano que ve normal, y elige, la incompetencia política. La justicia nos defiende de la corrupción política, a nosotros nos toca defendernos de la corrupción ciudadana de la política, de elegir la incompetencia. Puede que no guste la democracia directa, pero es necesario mantener la dirección ciudadana de la democracia.

1 comentario:

  1. Tal vez esa mirada boba sobre la incompetencia - y estoy muy de acuerdo con la reflexión - y la visión fascinada de la autodestrucción, nacen de una confianza (o esperanza) en que llegados a un fondo destructivo no es posible caer más abajo. Es la esperanza pasiva de la gente, drogada en las malas estéticas que malamente encubren - cada vez menos - las carencias éticas y políticas. La clave está en la palabra "dirección" y el esfuerzo que implica.

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