domingo, 5 de junio de 2011
Acceso no autorizado
“Nos hemos vuelto capaces de resistir, y no se nos puede derribar ya, no nos aferramos ya a la vida, pero tampoco la vendemos demasiado barata, quise decir, pero no lo dije. A veces levantamos la cabeza y creemos que tenemos que decir la verdad o la aparente verdad, y la volvemos a bajar. Eso es todo” (Thomas Bernhard. El sótano).
Estas palabras de Bernhard me han venido a la mente al acabar de leer la novela de Belén Gopegui. Algo tienen en común: dignidad herida. Ya no se expresa con palabras grandilocuentes, ni impartición de doctrina, sino con una suave intensidad, pausada, sin levantar mucho la voz, pero diciendo las cosas,algunas veces a piñón fijo, como en las páginas 178 y 194, recordando el tonillo doctrinal de otras épocas, pero sin desentonar en absoluto en el conjunto. Se puede estar o no de acuerdo con ellas, tal vez faltan algunas, pero ya el ritmo de la escritura es un hallazgo. Al menos para mi, que no había leído nada suyo.
Ese ritmo lo imponen los mismos diálogos sobre lo que es la inercia buena y la mala, los personajes que configuran la flecha de la autora, auténticos "indignados" que dan la réplica a los políticos profesionales, enfrascados en el mejor de los casos en cálculos sobre progresos milimétricos. Pero, sobre todo, la auténtica originalidad de la novela radica en que es de nuestro tiempo, porque ha sabido encontrar, además del mencionado tempo narrativo, el verdadero tiempo real de la vida. No me refiero tanto al juego de identificar los personajes de la vice, el ahora llámame Alfredo, el hombre de la pipa, o el tarambanas del presidente, sino a algo más inédito en la literatura española contemporánea. Desde el título mismo, hay una referencia y uso constante de las nuevas tecnologías, pero no para construir una second life como es habitual, sino para intentar potenciar y corregir esta en una mirada crítica al presente. Como, además, tiene el pudor de ahorrarnos el bochorno de los ejercicios de autoficción, que otros escritores ven la mar de ingeniosos, nuestro agradecimiento es eterno.
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También ha sido grato leer 'Acceso no autorizado' estos días. Recomiendo sus otras novelas. Hace un año leí 'Deseo de ser punk' y he seguido con las anteriores hasta llegar a 'La escala de los mapas', su primera novela. Ninguna me ha decepcionado, se complementan y se refuerzan unas con otras: comunidades inconfesables, la potencia del amor y el deseo de construir un vida en común. “¿Cómo implantar unas instituciones que contribuyan a regenerar la noción de lo común?”, dice en 'Tocarnos la cara'.
ResponderEliminarHola Marcos
ResponderEliminarTe agradezco mucho las sugerencias de lectura. Pero especialmente la cita que haces: en una frase ha sido capaz de condensar Belén lo más luminoso y esperanzador que he leído desde la "Estética de la resistencia" de Peter Weiss. Si la Teoría Crítica no se arriesga a ser positiva corre el peligro de convertirse en la coartada del perroflauta ministerial de turno. Por eso, el final de esta novela, lejos de resultar naif,significa que la flecha puede seguir moviéndose. Depende de nosotros, como siempre.