miércoles, 30 de noviembre de 2011
sábado, 26 de noviembre de 2011
martes, 22 de noviembre de 2011
miércoles, 16 de noviembre de 2011
bienvenidos a la Universidad
" He visto cosas que no creeríais
Facultades de Humanidades elevándose hasta el cielo de Grecia
He sido comisario de exposiciones superjugosas,
nómada charlista de incontables Congresos, Fundaciones y Cajas de Ahorros
He tenido bolos mejores que la caja de Ocean´s eleven
Todos estos recuerdos se perderán
coj,coj
como lágrimas en la lluvia
Es tiempo de jubilarse".
Cada año, como las hojas del otoño, aparecen discursos de adiós a la Universidad y de bienvenida a la misma. Es el ciclo de la vida universitaria: para unos comienza, para otros se acaba. Unos lo celebran todavía con novatadas propias de la alegría de un Neanderthal, otros se despiden con la melancolía del fin del mundo al estilo Triers. No se sabe muy bien si la Universidad se acaba porque se jubilan, o se jubilan por que se acaba la Universidad. Probablemente las dos cosas.
¿Está tan mal la Universidad? ¿Estaba tan bien antes? Una cosa es cierta, antes era más descabellada, ahora más kafkiana. El enemigo está dentro. Ni en la peor de las pesadillas se podía haber diseñado un programa más absurdo de autoevaluación que el de la Universidad de Salamanca, conocido como DOCENTIA. Convirtió a todo el profesorado en gente enloquecida con síndrome de sin papeles. Ha sido retirado por fuerza mayor, pero ya están maquinando uno nuevo. ¿No hay cosas mejores que hacer? Inevitablemente acude la letra de Serrat: "niño, deja ya de joder con la pelota....".
Y, sin embargo, y a pesar de los vicerrectorados de innovación, nunca ha habido una época mejor para que la Universidad sea creativa. Depende de nosotros. A pesar de los recortes, tenemos más recursos que antes, materiales y humanos. Se impone una racionalización. A pesar de Bolonia, el esfuerzo interuniversitario, los proyectos de investigación y másteres de excelencia, y el trabajo conjunto de profesores y alumnos (ya no se viene solo a escuchar), permitirá sacar adelante una docencia y una investigación de calidad, que debe abandonar el modelo insular a favor del archipiélago.
Solo hay un pequeño problema, y es que todo esto requiere trabajar y, además, en el sitio de trabajo, ya que, entre otras cosas, es por lo que nos pagan. Desde hace décadas los mejores discursos apocalípticos sobre la Universidad corrían a cargo de profesores universitarios que apenas la pisaban, por lo que disponían de una inmejorable perspectiva para el recuento de sus males, aunque sin aportar remedios. Estaban en sus cosas.
No me preocupa el intelectual melancólico cebolleta que lame sus heridas, pero sí esta proliferación de intelectuales cenizos carpantas que nos espanta al personal.
sábado, 12 de noviembre de 2011
buenos tiempos para la cultura
Corren buenos tiempos para la cultura de creación y malos para la de subvención. Esto no es motivo para caer en la melancolía. Antes, el intelectual podía ser melancólico, hoy el melancólico no puede ser intelectual. Hay tanta variedad cultural sobre la que ejercitar su desdén que no da abasto. Claro que, para ello, es preciso que no hay perdido el sentido de la cultura, que sea capaz de reconocerla, en todos los sentidos de la palabra, alrededor suyo. Así, pues, ¿Muerte de los clásicos y de las humanidades? En modo alguno. Nunca se ha citado tanto en la época de las jerarquías verticales analógicas como en la de las jerarquías horizontales digitales.
Hay, pues, cultura de sobra, incluso podría decirse que sobra cultura, y hasta empieza a replantearse la vieja antítesis con la vida, a la que no es ajeno el oportunismo de los recambios generacionales. El futuro del siglo XIX pide paso. Parte de la nueva literatura (no digamos el arte) y crítica es eminentemente cultural, cuando no culturalista. Se advierte un síndrome Cela en ese ir recogiendo desde muy temprano objetos insignificantes que ocupen su lugar en una Fundación que ya ronda la mente. Son gente que escribe muy bien, pero no al desgaire, sino con una prosa y una no-poesía cuidadas, hasta el extremo del alambicamiento. Escriben ya para becarios en celo de tesis doctoral.
¿Muerte de los clásicos y de las humanidades? ¿Qué sentido tiene lamentarse si en la chamarilería de los apropiacionistas se encuentran todos los cachivaches – y más- que siempre nos han gustado? En pocos lugares del planeta hay tantos viudos de Foster Wallace como en España. El ideal de muchos son cincuenta páginas seguidas, apenas sin respiración, brillantes, irónicas, divertidas, sobre un detalle nimio (o cincuenta fragmentos de lo mismo), con un tiempo lento que haría palidecer de envidia a Proust. Ante este panorama, ¿qué más da que desaparezca el Ministerio de Cultura o se convierta en una Secretaría de Estado? El festival permanente de la cultura está garantizado. Las nuevas humanidades salvarán a las viejas, y la debacle económica de Grecia no impedirá seguir manteniendo una Grecia cultural de ciencia ficción.
Hay, pues, cultura de sobra, incluso podría decirse que sobra cultura, y hasta empieza a replantearse la vieja antítesis con la vida, a la que no es ajeno el oportunismo de los recambios generacionales. El futuro del siglo XIX pide paso. Parte de la nueva literatura (no digamos el arte) y crítica es eminentemente cultural, cuando no culturalista. Se advierte un síndrome Cela en ese ir recogiendo desde muy temprano objetos insignificantes que ocupen su lugar en una Fundación que ya ronda la mente. Son gente que escribe muy bien, pero no al desgaire, sino con una prosa y una no-poesía cuidadas, hasta el extremo del alambicamiento. Escriben ya para becarios en celo de tesis doctoral.
¿Muerte de los clásicos y de las humanidades? ¿Qué sentido tiene lamentarse si en la chamarilería de los apropiacionistas se encuentran todos los cachivaches – y más- que siempre nos han gustado? En pocos lugares del planeta hay tantos viudos de Foster Wallace como en España. El ideal de muchos son cincuenta páginas seguidas, apenas sin respiración, brillantes, irónicas, divertidas, sobre un detalle nimio (o cincuenta fragmentos de lo mismo), con un tiempo lento que haría palidecer de envidia a Proust. Ante este panorama, ¿qué más da que desaparezca el Ministerio de Cultura o se convierta en una Secretaría de Estado? El festival permanente de la cultura está garantizado. Las nuevas humanidades salvarán a las viejas, y la debacle económica de Grecia no impedirá seguir manteniendo una Grecia cultural de ciencia ficción.
viernes, 11 de noviembre de 2011
no hacen falta líderes...
sino ciudadanos críticos y responsables.
En épocas de crisis arrecian las demandas de líderes. Ésta no es una excepción. Pero algo ha cambiado: estamos en sociedades mucho más complejas que antes. No bastan ya los diagnósticos simples de la catástrofe y las soluciones simplistas del recurso a alguien que ilumine, guíe, y ya puestos, salve. Los ciudadanos se han vuelto desconfiados, no solo por las experiencias históricas totalitarias, sino por las más recientes de corrupción e incompetencia. Necesitamos políticos grises que hagan bien su trabajo, como cualquier ciudadano. Por desgracia, en España, como decía Ortega, siempre triunfa el héroe cuando fracasa el ciudadano. Sobra la demanda de líderes y falta la acción ciudadana.
En épocas de crisis arrecian las demandas de líderes. Ésta no es una excepción. Pero algo ha cambiado: estamos en sociedades mucho más complejas que antes. No bastan ya los diagnósticos simples de la catástrofe y las soluciones simplistas del recurso a alguien que ilumine, guíe, y ya puestos, salve. Los ciudadanos se han vuelto desconfiados, no solo por las experiencias históricas totalitarias, sino por las más recientes de corrupción e incompetencia. Necesitamos políticos grises que hagan bien su trabajo, como cualquier ciudadano. Por desgracia, en España, como decía Ortega, siempre triunfa el héroe cuando fracasa el ciudadano. Sobra la demanda de líderes y falta la acción ciudadana.
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