domingo, 11 de marzo de 2012
la humillación
En Black mirror el Primer Ministro británico es chantajeado para tener sexo con un cerdo, y el público acaba obligándole a ello mediante las encuestas de opinión. Al año siguiente su popularidad no ha disminuido sino que se ha acrecentado.
Reprimiendo un momento las críticas apresuradas merece la pena reflexionar sobre la lógica del proceder de ambos. En esta sociedad solo el que está dispuesto a la humillación pública es digno de fiar. La humillación puede tomarse como un elemento frívolo, sadomasoquista, banal, liviano, intrascendente. Pero también parece formar parte de un cierto contrato social. El verdadero político debe sufrirla para llegar y mantenerse en el poder. La conquista incluye el aguantar todo. La excelencia va unida paradójicamente a la disposición que se muestra de exponerse a la degradación pública. Es tan monstruosa, contradictoria, la capacidad de hacer el ridículo del político que el pueblo asocia aquí su sacrificio para salvar a la princesa del pueblo con el que estaría dispuesto a hacer para salvarle a él mismo de cualquier cosa. Y, después de haberle humillado, se somete gustoso a su tiranía. Los tiempos han cambiado.
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Las reglas del espacio público las establecen ahora anónimos con muy mala idea.
ResponderEliminarEl FBI, muy cándido para algunas cosas, ya no sabe qué hacer con tanto anonimato. Como si esto fuera el patio de un colegio: http://alt1040.com/2012/02/fbi-terrorista-privacidad-online
Con lo que le costó a Solón ponerse de perfil para que Atenas entrase en la legalidad... Y el discurso de Pericles...
ResponderEliminarQuitemos la asignatura de Historia de los institutos.
Hoy más que nunca existe una adulación al mal, hay un empeño muy grande en ensalzar lo estrambótico y cada vez hay menos almas susceptibles.
ResponderEliminarParece que el cordero haya abierto el séptimo sello y todo vale para no bajarse del burro
Saludos
No tienen sentido del ridiculo, de hecho son maestros del sinsentido
ResponderEliminarchao
Así es como se hace perfectamente posible el poder político. El pueblo "da lecciones" al hombrecito que sustenta el poder en un momento dado quitándoselo. Sólo con eso se siente suficientemente satisfecho como para callar y continuar sin mirar hacia los lados. Después vienen las reformas laborales y las huelgas a las que no acude nadie.
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