Samuel Colman, Vor dem Weltuntergang, 1837.
Si el romanticismo luminoso es el alma de la publicidad, el negro lo es de nuestras distopías, en particular de las tecnológicas. Citan un frase de Baudelaire, el gran tardorromántico, es decir, moderno: "El romanticismo es una gracia, una gracia divina o infernal, que nos ha marcado con estigmas indelebles".
Esta mañana hablábamos en clase del lado oscuro de lo sublime, de los costes humanos en la publicidad y la propaganda política. Lo sublime es el diagnóstico de la catástrofe desde una distancia de seguridad. El cuadro de Colman, que no conocía, es un magnífico ejemplo de ello: hundimiento del mundo contemplado serena y (hasta cabe suponer) deliciosamente por un individuo que acodado sobre unos libros muestra una leyenda. Es de 1837, pero resulta extrañamente actual. Enciendo la radio, pongo la televisión y le veo y oigo: es un tertuliano. Diserta sobre lo mal que está el presente y que no hay futuro: el mundo se hunde a sus pies mientras pasa por caja.
Yo creo que el sujeto en cuestión se está esforzando por obtener una vision deleytable de todo ese revoltijo.
ResponderEliminarMirar las cosas en la distancia, darle un poco de distancia al asunto, obtener una orden judicial de alejamiento... La distancia lleva tanto tiempo entre el repertorio de figuras espaciales que manejamos que hasta hay poses como la del hombrecito del cuadro y se intentan batir record guiness (como el del amigo Baumgartner).
http://www.imalogo.es/cjtrigo/imagen/1525
ResponderEliminarCecilio, perfecto, Alejandro, estratosférico
ResponderEliminarabrazos