El apacible espíritu navideño de estos días se ha visto perturbado por unos ladridos. Apelando a su naturaleza canina sobrevenida por el homenaje lamecular al "supervisor de nubes" Zapatero, deposicionado en un memorable reportaje, el escritor Juan José Millás ataca ahora en el mismo periódico, El País, los recortes que en esa materia está realizando el gobierno del PP. Los responsables: Conan "Wert", destroyer cultural y educativo, y el Secretario de Estado de Cultura neutro y neutralizado. No solo ellos, evidentemente.
Con menos gracia que Ortega, Millás radica la cultura en la vida pero oponiéndola al consumo que, al parecer, no tiene nada que ver con la vida. La culpa, como siempre, es de la cultura del consumo que nos invade. La indigencia de su argumentación y escritura convierte su artículo en un producto Vargas Llosa de crítica cultural marca "Puerto Hurraco": "El caso es que la expresión “consumo cultural” me pone nervioso, como
si se tratara de una contradicción en los términos. O es consumo o es
cultural, me digo". Ya estamos otra vez con el "consumidor consumido" de los chistes de Gila al estilo de la Escuela de Frankfurt. Resuena el Adorno de "cultura de masas": si es de masas no es cultura y viceversa. Penosas ambas reflexiones para entender la cultura actual.
Lo propio de un segundón es que siempre habla de sí mismo y, tarde o temprano, le da por la autoficción. Millás enhebra sus reflexiones en torno a una calentura mental con una señora que lee Crimen y Castigo en un hotel de Buenos Aires, unos gamberros que cada lunes le rompen la marquesina de una parada de autobús y una pobre chica que tuvo la mala suerte de llamar a su puerta para hacer una encuesta y mencionarle la expresión "consumo cultural", espantoso orco sacado de un libro de caballerías. Tampoco es que él se estire mucho en las referencias actuales a la "alta cultura".
Anécdotas personales aparte, críticas justificadas, que las hay, esto no es un problema del PP sino de una sociedad, la española, a la que, sea el gobierno de turno que sea, no le ha preocupado nunca de verdad ni la cultura ni la educación. Por otra parte, la llamada cultura reivindicativa se confunde a veces con un piar vocinglero reclamando subvenciones nunca suficientes. Con o sin recortes, es un modelo cultural que ha pasado ya a mejor vida y probablemente no volverá.
En ese tipo de reivindicaciones hay algo que con frecuencia se pasa por alto y es la responsabilidad de los agentes culturales y educativos. La cultura no es un bien en sí. La cultura es un cultivo apto para consumo bajo ciertas condiciones de control social de calidad. Y esta es la parte, controles sociales de calidad innovadora, a la que se resiste la cultura y la educación. Por cierto, afectan tanto a la producción cultural como a su crítica. Así que,
Juanjo, deja ya de joder con la cultura.
Buf. Sin acritud alguna hacia Millás, confieso que hace mucho que dejé de leerle porque no aguantaba ni su estilo ni lo que tenía que contar. Este artículo acaba de recordarme por qué dejé de leerle.
ResponderEliminarEn el último párrafo de su post (interesantísimo)se utiliza la primera acepción de cultura que aparece en el diccionario de la RAE: "Cultivo".
ResponderEliminarPodemos pensar que la cultura es "un cultivo apto para consumo" como lo es, pongamos, una zanahoria y que los controles de calidad se encargarán de que llegue a nuestra mesa en perfectas condiciones. El problema es que la mayoría de las veces lo que nos comemos no tiene nada que ver con el sabor de la zanahoria. Se dirá entonces que la culpa es de esos controles; o del agricultor que las cultiva porque, ¿no tiene responsabilidad él a la hora de elegir las semillas idóneas y no las que más rentables le van a resultar, por ejemplo?;O culpa de los que hacemos la compra que no somos exigentes y nos tragamos cualquier cosa...
Total, que una de dos, o comemos mierda o cultivamos nuestro propio huerto. A eso nos lleva la concepción de cultura como cultivo destinado al consumo.
Yo, con todos mis respetos, me voy a quedar con la segunda acepción de la RAE:
"2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico."
Añado que permite desarrollar otras muchas facultades, y no todas "rentables", "beneficiosas" o "productivas" (a veces crea delirios, opiniones equivocadas, pronósticos desacertados,sentencias injustas, críticas sesgadas...)
Ese conjunto de conocimientos no se consume. Se adquiere.
Total, lo de siempre: mercado y lenguaje.
Hola Pepo, un placer saludarte. Coincido plenamente con lo que dices.
ResponderEliminarHola Paz, yo creo que se pueden mezclar las dos acepciones: Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico sobre lo que se consume. Me encanta lo biológico, creo que es la raíz de la cultura, a fin de cuentas nuestro destino fisiológico saludable es tener que eliminar aquello que consumimos una vez que lo hemos incorporado y filtrado. Es un criterio biológico y cultural.
En el fondo, quizá la tarea cultural por excelencia sea el llegar a ser una persona de gusto.
Saludos navideños
Lo que pasa es que, como ya se dice en la entrada, por lo general, no interesa la verdad, la cultura ni la educación, de ahí que, a falta de ese filtro selectivo -que en última instancia es el deseo de conocimiento-, somos más víctimas que dueños (¿acaso no es esta falta lo que explica que cada vez más se consuman cosas en tanto que objetos consumibles?, ¿que cada vez más se consuma el consumo mismo?) A ver si nos damos cuenta que la libertad comienza con el deseo, no con la tenencia: no es más libre el que más tiene, sino el que tiene claro qué hacer con lo que tiene. Degustemos, y cuanto más mejor, pero sin empacharnos.
ResponderEliminarSaludos navideños
Hola David, en esta época que tenemos la suerte de vivir nunca he logrado sentirme como una víctima cultural del consumo y aprovecho las navidades y los ratos libres para hacer un consumo inmoderado de bienes culturales. Ya se sabe, con la cultura como con el dinero nunca se tiene bastante.
ResponderEliminarQue pases unos buenos días y saludos a los amigos de Zaragoza.
Sí claro, puede ser inmoderado pero al mismo tiempo aprovechado, debidamente incorporado. Igualmente, pasa unos buenos días (por cierto, muy acertada tu recomendación del libro póstumo de Eugenio Trías "De cine: aventuras y extravíos": http://soplodeconocimiento.blogspot.com.es/2013/12/la-sociedad-resplandeciente.html)
ResponderEliminarDos formas de salvar el arte de la civilización de consumo que han fracasado: a) la que propone Millás, la cultura debe ser una experiencia transformadora y liberadora y no una experiencia pasiva y alienante. El arte debe ser "crítico". El problema es que de tanto usar la palabra se ha vaciado de significado totalmente. Cada vez que la oigo echo a correr. b) Salvar el arte del consumo indiscriminado construyendo algo así como una "capilla Rothko" aparentemente invulnerable al capital y hermética para el espectador. En este caso ocurre como si para salvar el arte lo enterrásemos y le pusiéramos lápida, flores y todo.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con lo que planteas. Hay que pensar hacia adelante. Se acabó la diferencia entre arte culto y arte de masas. Sea como sea el futuro es de las masas. Ahora bien cómo se despliegan, cómo se manifiestan, cómo afirman su singularidad. Ese no es un callejón sin salidad sino el futuro.
Saludos.
Eugenio.
Hola Eugenio, no sé lo que pensarás de la crítica de José Luis Pardo en El País: da la impresión de que la filosofía por útil o por inútil no tiene mucho porvenir así entendida.
ResponderEliminarSaludos y feliz año