En el año 1968 se ofreció mucho cine de la revolución y algunas
propuestas de cine revolucionario. Entre estas últimas se encuentra el corto de
Straub- Huillet El novio, la comedianta y el chulo. En la presentación se lee el
grafiti « stupid old Germany I hate it over here I hope I can go soon Patricia
1. 3. 68 » Esta cita la situaría, en principio, en esos años de revolución. Sin
embargo, cuando se la compara con otras películas de cine “comprometido” como,
por ejemplo, Z (1969) de Costa Gavras
se pueden apreciar mejor las singularidades y las diferencias. La cita del
grafiti es una cita y su sentido y oportunidad responden a otra cita, de
Brecht, en la que Straub-Huillet han fijado el sentido de los textos en el
cine, pero no solo de lo escrito, sino sobre todo y especialmente de lo verbal:
“En lugar de querer provocar la impresión, debe improvisar, debe más bien
mostrar al espectador lo que es la verdad: cita”. Y, efectivamente, pocas cosas
causan más el efecto de extrañamiento que el re-citar de los actores, su
carácter de estatuas parlantes y de robots andantes. Esa cita de Brecht al
comienzo de No reconciliados (1965)
establece el método de producción, de montaje y también de recepción de la obra
de Straub-Huillet.Las citas se recitan, casi se escupen, se ametrallan, entrecortadas
y en ese momento, no solamente cuando están en la pared (que también) son
imágenes. Es el movimiento contrario al empleo de las imágenes como citas,
ilustraciones, el más habitual. No hay diálogo, sino interrupción, en un
continuidad sin fin, como en un banner, una continuidad hecha de fragmentos de
discontinuidades.
La cita ha sido tachada y debajo hay un borrón como una luna negra. Se
continúa en los cinco primeros minutos del corto, una larga secuencia no
habitual y que rompe la identificación con la fecha y la cita, las posibles
emociones y recuerdos que pueda suscitar. Es un largo travelling lateral
nocturno como los que más tarde habrá ocasión de admirar en Jarmusch. A través
de la cita conocemos, de las imágenes sabemos de manera diferente. El
travelling lo es primero de un vacío en el que apenas se distingue algo de la
Landsbergerstrasse: una cámara que no para y una cámara que no se mueve logran
los mismos efectos: la indefinición de las cosas, de los seres, de las personas.
Son como fantasmas. Especialmente las figuras humanas que se adivinan con
paraguas bajo la lluvia, que no sabemos quiénes son por las imágenes pero que
conocemos lo que son por las citas, prostitutas. No hay sonido, hasta que se va
ralentizando la marcha, aclarando las imágenes, iluminándose los letreros
luminosos, antes mates. Y en 2:20 irrumpe gozoso el Oratorio de la Ascensión de Bach, estableciendo un contrapunto de
lo sonoro y lo visual que el cerebro enlaza sin dificultad pero que establece
un paralelismo de recursos icónicos (sonoros y visuales) que no se encuentran,
imposibilitando como era la tradición, subsumir el sentimiento en el concepto,
las armonías barrocas de lo bello, lux, en lo siniestro de los descampados
oscuros, asfalto mojado, vallas que separan, interrumpidos a trechos, lumen,
por las frías auras de las gasolineras, concesionarios de coches, grandes tiendas con parking vacío, pero que se obligan a recordar(te) que aún en
la noche, cuando todos duermen, ellos vigilan con sus luces ciegas y blancas
que a nadie y nadie mira ya, y te esperan. Ellos y ellas se anuncian en medio
de la nada, compartiendo la esperanza sórdida de una venta de última hora. Un coche arranca presuroso cuando la cámara se acerca.Si las imágenes sonoras suscitan el
sentimiento de lo bello las visuales muestran la imposibilidad de los lugares
del mismo. Es “la [otra] actualidad de lo bello”.El abismo gadameriano entre lo real y lo ideal se hace cada vez más grande.
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