Se recomienda experimentar la
película Transit (2018) de Petzold desde
los extremos ENTRE los que se combinan las imágenes: primero oír la canción
final Road to nowhere en la versión
de Talking Heads, luego fijarse en la dedicatoria del comienzo. Así se estará
en situación de escuchar una de las afirmaciones más heterodoxas para la memoria
histórica; de entrar en el limbo/inframundo de la imagen
La película está dedicada
a Harun Farocki. El tamaño de la dedicatoria es mínimo, perdida en el fundido en negro de la imagen, en una deuda mayor: ante las imágenes, de nobis ipsis silemus. Conviene
recordarlo pues el magisterio primero, los trabajos compartidos después, definen
un tipo de ocupación con la imagen que trabaja con lo emocional pero descarta lo
emotivo, no propicia la narración y aleja lo identificatorio. El espectador
medio queda cautivado por las imágenes, por la poesía de la imagen, pero sale
perplejo respecto a la trama. Siente que ha sido mantenido a distancia. Y el
crítico le da vueltas a la posible historia. Tiene que escribir.
“Los escritores que estuvieron en los campos conmigo solo vivieron experiencias espantosas y horribles para poder escribir sobre ellas: el campo, la fuga, la muerte, la guerra. Ya no escribiré más redacciones”.
Y en Road to nowhere, la canción con que cierra la película, se apunta: “Well we know where we're going/But we don't know where we've been/And we know what we're knowing/But we can't say what we've seen".
La escritura es el limbo/inframundo de la imagen
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