Frente al “Imágenes pese a todo” de Didi – Huberman,
refiriéndose al Holocausto, Farocki pedía un respeto a las víctimas y no
hacerlas pasar una segunda humillación reviviendo lo padecido a los vivos o las
imágenes de los campos con los cadáveres apilados por excavadoras en el caso de
los muertos. La crítica al uso en estos
documentales no tiene por objeto los testimonios y las imágenes en sí mismas,
sino su manipulación y uso mediático que podía desembocar en un macabro
esteticismo, de efecto contrario a la cabal compresión de los hechos objeto del
juicio. Hubo antecedentes. Es conocido el estupor de los militares
norteamericanos cuando, en una labor de reeducación, obligaban a los alemanes a
contemplar esas imágenes de exterminio en el cine: algunos jóvenes salían
riendo y los adultos mostraban su indiferencia diciendo que no tenía nada que
ver con ellos.
No me voy a ocupar aquí tanto de los testimonios de las
imágenes (escasos) como de las imágenes de los testimonios de las víctimas en
los que según los documentales se apoya el fiscal general. También de las
opiniones sobre el tema vertidas por los invitados. Y aquí es preciso acudir al elemento
contextual que proporcionan. Con
verdadera estupefacción para el oyente se explica cómo en Israel había un clima
de sospecha, rencillas e, incluso, desprecio respecto a las víctimas del
Holocausto culpables, en cierto modo, de haber sobrevivido. Además, respecto a
la fiabilidad de sus testimonios, pensaban algunos que, al haber sufrido tanto,
ya no eran capaces de distinguir, que a veces confundían la verdad con la fantasía.
Esto, según el testimonio de una de las víctimas, fue el golpe 81 de los 80 que
había recibido en el campo de concentración. Los llamaban ahora “jabones”,
seres defectuosos destinados a ser convertido en tales en los campos y, a pesar
de ello, habían sobrevivido. Con amargura, uno de los que había protagonizado
una rebelión en el gueto relata la traición de judíos contra judíos, de cómo
entregan al líder, tal como había exigido la Gestapo, para salvarse. Pero, la
imagen más patética del juicio es la del escritor De-Nur, presionado por el
fiscal para que aportara su testimonio: lo hace sufriendo al revivir todo, de
modo entrecortado, incoherente y, sin poder aguantar más, colapsando en el
suelo, teniendo que ser sacado de la sala entre varios. Imágenes presentes en
los tres documentales que no deberían haber sido reproducidas por respeto a la
víctima. Lejos del heroísmo muestran a una persona rota, que ha sobrevivido
pero que no se ha sobrepuesto. Las imágenes le despojan de su dignidad.
¿Y las otras imágenes?