domingo, 4 de octubre de 2015
martes, 8 de septiembre de 2015
Restricciones a la libertad
Ya no hay guerras mundiales pero sí más que nunca
carnicerías nacionales. En la “era de la globalización” y las tonterías sobre
la “vida líquida” solo interesa lo extraordinario de aquellas y aburre lo
ordinario de estas. En ambas hay víctimas.
Si hubiera que hacer ahora una nueva Dialéctica de la Ilustración quizá no fuera impertinente comenzar
por la pregunta: ¿cómo es posible seguir permitiendo que se perpetúen esas
carnicerías manteniendo al mismo tiempo una buena conciencia? La solución es
fácil: a costa de las víctimas. Entonces exhibiendo impúdicamente los cadáveres
de los judíos, esqueletos empujados con palas a las zanjas, en una segunda
muerte mediática, desnudados de su dignidad; ahora la imagen del cadáver del niño
Aylan en la playa, reproducida hasta la saciedad con comentarios edificantes.
Hace años llamaron carroñero a Kevin Carter por mostrar la
imagen del buitre acechando a una niña. Casi nadie se molestó en informarse de
que era un montaje visual porque lo importante era indignarse: en vez de
ayudarla se habría preocupado únicamente de conseguir la mejor toma. Ganó el
Pulitzer pero su suicidio posterior fue un justo castigo, opinaron las “almas
bellas”.
Hoy día una dialéctica de la ilustración es una dialéctica
de las emociones del narciso sentimental: está emocionado de sentirse
emocionado, de sentirse indignado. Es la presa más fácil en las democracias,
sujeto de una manipulación emocional que nunca falla estéticamente: hacer que
te sientas mal para que te sientas bien por sentirte mal. Antes lo llamaban catarsis,
ahora posfascismo posmoderno. Pasado el momento, todo sigue igual, a distancia.
De eso se trata.
En su famoso escrito de 1784 sobre qué es la Ilustración
Kant escribió que solo una persona estaba legitimada a decir: “¡Razonad todo lo
que queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!”. Estaba pensando en
Federico el Grande y sus súbditos. Ahora sería Pablo Iglesias y sus Círculos. Traducida,
su famosa distinción entre uso público y privado de la razón significa: en tu
puesto de trabajo aguanta y obedece; tomando cañas, desahógate y pontifica. A
esto le llaman “emancipación”.
lunes, 7 de septiembre de 2015
miércoles, 12 de agosto de 2015
sábado, 25 de julio de 2015
jueves, 23 de julio de 2015
viernes, 10 de julio de 2015
sábado, 4 de julio de 2015
miércoles, 24 de junio de 2015
Bárbara
“Imaginen que sólo hiciéramos películas sobre los problemas psicológicos
de las personas que manejaban los campos de concentración y nunca sobre sus
víctimas. Eso es lo que se hace en Estados Unidos. Hay doscientas películas
sobre lo difícil que fue regresar de Vietnam y sufrir por el desempleo, o los
traumas, etc. Eso es algo raro; primero, matas 1.5 millones de personas y luego
tu única preocupación es si tu esposa te dejó o si aún puedes amarla. Harun
Farocki. Frieda Grafe, Süddeutsche Zeitung, 1982.
-" ¿Hace usted eso a menudo?
- ¿Qué?
- ¿Aliviar a los cabrones"
- Si están enfermos, sí ".
(Bárbara. Petzold)
¿Se imaginan películas también sobre los problemas psicológicos de los kapos, SS, guardianes de los campos de concentración nazis? ¿Habría que hacerlas? ¿Pasaríamos de la banalidad del mal al mal de la banalidad? No son preguntas para buenistas. En Bárbara se trata de la Stasi, motivo del diálogo anterior, en Phoenix de Auschwitz.
Bárbara y Phoenix son algunas de las películas de La Escuela de Berlín que vamos a analizar en el Máster de filosofía. Bárbara es una película hermosa, muy hermosa. No bella. Inútil acudir a la RAE para ver las diferencias. Se arman un lío (no son los únicos) cuando se trata de temas estéticos. Si acaso la tercera acepción periférica de "hermoso": Despejado, apacible y sereno. Las dos películas son algunos de los ejemplos más acabados que he visto nunca de la poética de la mirada de perfil, rasgo sobresaliente de la Escuela.
domingo, 14 de junio de 2015
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