miércoles, 1 de octubre de 2008

¿Son los servidores nuestros amos?

Viejas preguntas reformuladas hace unos meses de manera aguda por Lev Manovich .

1. ¿ Ha cambiado el crecimiento exponencial de las redes sociales el viejo concepto de industria cultural tal como, por ejemplo, lo manejaran Horheimer y Adorno?.

2. ¿Que los otrora consumidores de cultura de masas sean ahora productores masivos de cultura significa algo?

3. ¿Hay realmente cambio si los servidores que nos alojan en la red determinan ( eso sí, ofreciendo la posibilidad de "personalizarlos") los formatos y posibilidades de creación?

4. ¿Se han convertido, entonces, nuestras "tácticas" en sus "estrategias", y viceversa?.

5. ¿Significa esto que la oposición al mercado es lo mismo que el mercado de la oposición?.

6. ¿Hay margen para la "auténtica" creación en las redes sociales?

sábado, 27 de septiembre de 2008

Movimiento en falso 2


¿Es deseable que lo poético y lo político puedan ser la misma cosa?

No puedo contestar la pregunta.

Porque desde un punto de vista estético, de la estética política, es implanteable.

¿Por qué?

Porque no la veo. Necesito que me la concreten.

La imagen es la situación de una pregunta que permite hacerse una idea.

Veo a Aznar hablando de sus poetas, a Zapatero de los suyos, y me hago una idea.

Las ideas son los aspectos sensibles de un problema humano, no de los otros, que al no serlo, se puede estar discutiendo indefinidamente y de forma gratuita sobre ellos.

Para plantear un problema hace falta primero verlo. No veo (solemos decir) cuál es el problema. Y sobra, entonces, la discusión.

En la imagen de la película de Wim Wenders, Movimiento en falso, un aspirante a escritor, Wilhelm, versión libre del personaje de Goethe, pronuncia una frase (visible en la pantalla, dato a tener en cuenta) dirigiéndose a su compañero de paseo, un antiguo nazi vigilante de un campo de concentración, que ha asesinado a judíos.

El fondo es una vista magnífica de la ladera de la montaña, en un recodo del Rhin a las afueras de Bonn.
La imagen visual se completa con la acústica: disparos de caza que contrastan con el Himno a la alegría silbado por Mignon.

Ahora he visto la pregunta. La respuesta es no.

La mirada sólo es profunda cuando es una mirada exterior. En ella la imagen no es contextual sino que el contexto es imaginario.

jueves, 25 de septiembre de 2008

domingo, 21 de septiembre de 2008

Más Filosofía y menos Prozac

Los universitarios salmantinos de Filosofía les desean a ustedes una feliz entrada y salida de Curso


(Foto, cortesía de Juan Luis Molinuevo)

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Arrebato



El paso del tiempo, los premios y la versión remasterizada de Arrebato (Iván Zulueta,1979) han situado a esta película de culto en el lugar que le corresponde: los colegios religiosos de ideario fuerte y las universidades místicas subvencionadas por gobiernos regionales.



Limpiadas "las puertas de la percepción" de la gazmoñería de la época (más de izquierdas que de derechas), todo queda reducido a la odisea ejemplar de unos "niños bien", a un "camino de perfección" en el que se pasa de la ascesis del cuerpo maltratado a la mística de la trascendencia inducida por las drogas que culmina en la disolución del Yo abducido por la IMAGEN.



El género al que se adscribe es una variante ibérica del "existencialismo místico underground". Queda resumido en una frase emblemática de Will More (personas y personajes son aquí lo mismo): "colgado en plena pausa, arrebatado". El existencialismo es la transformación que comienza con la pausa definitiva de la existencia cotidiana, continúa en el sobrecogimiento de una situación límite( angustia, náusea, arrebato), en la que tiene lugar una experiencia cuasi mística (aquí de bajos recursos) de desfondamiento del Yo inauténtico en la que emerge de esos fondos abisales la experiencia del auténtico Yo con tintes expresionistas. Se trata, en definitiva, de un éxtasis del Yo, de salida, abandono y recuperación, todo ello en un local abulense de los bajos fondos de Nueva York.



El arrebato es una situación límite, un temple de ánimo, un estado de suspensión de sí mismo que tiene lugar en la pausa existencial previa a la conversión en imagen. Su narración es la historia de una metamorfosis: la de la voz en susurro, la del cuerpo en imagen. El proceso, incontenible, desencadenado por la sobredosis de imágenes, se muestra en la mancha roja (icono de tantas películas) que avanza vaciando el cuerpo en la imagen, rezumando en la pequeña gota que se escapa de la vena.



La cámara dispara cadenciosamente (sobra el ametrallamiento final), mutando el ojo mecánico en colmillo: se va acercando y al fondo aparece un inquietante agujerito rojo, pequeña lámpara animada por la identidad que succiona. Es el único acto verdaderamente pornográfico, el del sexo con las máquinas, que dará a luz la imagen.
Respecto a lo otro, no hay que engañarse. Como enseña también Ballard, los excesos son el índice de las carencias, la abundancia de sexo revela la ausencia de amor, reducido a erotismo primario, que se corta al pretender otra cosa.



La auténtica pasión es la del cine, la de las imágenes, por ellas, no por lo que representan ni significan. De este modo, LA IMAGEN acaba siendo una identidad terminal, la plenitud del vaciamiento. ¿Acaso no somos imágenes de Dios? ¿No es la auténtica vida una vida en la imagen?. Sublime enseñanza.



La película se ve hoy como un homenaje, una declaración de amor a los juguetes rotos de una generación, a una generación de juguetes rotos, muchos de los cuales se quedaron por el camino, experimentando en propia carne el advenimiento de la nueva carne, de la carne de la imagen. Fueron lúcidos y generosos, no hicieron daño a nadie, si acaso a sí mismos.