viernes, 23 de marzo de 2012

domingo, 11 de marzo de 2012

la humillación



En Black mirror el Primer Ministro británico es chantajeado para tener sexo con un cerdo, y el público acaba obligándole a ello mediante las encuestas de opinión. Al año siguiente su popularidad no ha disminuido sino que se ha acrecentado.

Reprimiendo un momento las críticas apresuradas merece la pena reflexionar sobre la lógica del proceder de ambos. En esta sociedad solo el que está dispuesto a la humillación pública es digno de fiar. La humillación puede tomarse como un elemento frívolo, sadomasoquista, banal, liviano, intrascendente. Pero también parece formar parte de un cierto contrato social. El verdadero político debe sufrirla para llegar y mantenerse en el poder. La conquista incluye el aguantar todo. La excelencia va unida paradójicamente a la disposición que se muestra de exponerse a la degradación pública. Es tan monstruosa, contradictoria, la capacidad de hacer el ridículo del político que el pueblo asocia aquí su sacrificio para salvar a la princesa del pueblo con el que estaría dispuesto a hacer para salvarle a él mismo de cualquier cosa.  Y, después de haberle humillado, se somete gustoso a su tiranía. Los tiempos han cambiado.

jueves, 8 de marzo de 2012

el ocaso del flâneur



Hay dos clases de flâneur: del camino y de la calle. El de la estética rural heideggeriana "por el camino verde que va a la ermita", y el benjaminiano que merodea por los pasadizos de la metrópolis. Este último no tiene mucho porvenir. El ocioso callejeador que se detiene mirándolo todo, especialmente el variado interior de los coches aparcados, es captado rápidamente por las múltiples cámaras y corre el peligro de ser detenido por sospechoso de buscón o buscona. O, lo que es todavía más probable, de ser arrollado por alguno de los caminantes (The walking dead) que a toda pastilla hacen su paseo terapéutico. Corren malos tiempos para el flâneur.


viernes, 2 de marzo de 2012

la banalidad del mal




"Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann] resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes". (Arendt, Eichmann en Jerusalén).




La hermenéutica consiste en el arte de hacer decir a otra persona lo que uno quiere que diga. La conocida frase de Arendt es citada en Luther con un propósito distinto. Cameron, asesino en serie, le da la vuelta para justificar sus acciones: la banalidad del mal consiste en la maldad de lo banal. Es decir, en una sociedad muerta, banalizada, sin mitos, que necesita del revulsivo de los grandes héroes del mal, de las emociones fuertes, para sentirse viva. Como se encargan de demostrarle con su arrestro, él es un ser débil y despreciable que utiliza el recurso a esos mitos como elemento compensatorio.

 ¿Solo él?.  No es sino la expresión directa y brutal a nivel teórico del esteticismo de la violencia, del "fascismo fascinante" (Sontag) icónico que aparece con frecuencia en nuestras pantallas de la mano de reputados directores.

http://joseluismolinuevo.blogspot.com/2008/08/el-caballero-oscuro.html

Por su parte, Luther se acoge a la plegaria de Nina Simone al final de la primera temporada. Falta le hace.