domingo, 17 de febrero de 2008

Las náuseas de Murakami

Estaba leyendo la colección de relatos de Murakami Sauce ciego, mujer dormida y, de pronto, me sobrevinieron las náuseas. Así, sin venir a cuento, y no creo que fuera por la lectura del relato “Náusea, 1979”, ni por la abundancia de vómitos que le provoca a uno de los personajes de “Cangrejo” la sobredosis de la mencionada carne. Aunque sí que “empezó a darme la impresión de que tenía algo invisible plantado a mis espaldas que espiaba todos mis movimientos y que aguardaba el momento propicio para telefonearme y meterme el dedo hasta la boca del estómago”. Y que ese individuo se parecía a Murakami. De pronto empecé a tener náuseas de la Náusea. Así, de buenas a primeras, como un Antoine Roquentin cualquiera, sólo que en vez del castaño sartreano ahora se trataba de un libro.

La cosa fue a peor con “Los gatos antropófagos”: “¿Y dónde está mi auténtico yo?, pensé. “Tu yo real ha sido devorado por los gatos”, me susurró la voz de Izumi desde alguna parte”. Y nuevamente la imagen promocional de Murakami se transformaba en la de un gato jovial y sonriente, pero no por ello menos inquietante.

En esto volví sobre mis primeros post dedicados a sus novelas. Y cavilando sobre ello, me pareció que la clave del atractivo de Murakami para los occidentales, y especialmente para los europeos, estaba en otro cuento, "El hombrecillo jorobado", de Benjamin.

Es la figura de una presencia que provoca ausencias, ausencias del yo. Y todo un síntoma: a los occidentales, desde el romanticismo, les encanta que les roben el yo, sienten náuseas de él, como animales bien cebados de cultura. Por eso he sentido náuseas de la Náusea, náuseas del culto al vacío, náuseas de la autoflagelación sin fin de ése Yo europeo que no encuentra su identidad , y tampoco sabe cómo demonios va ser capaz de construir algo sin ella.

2 comentarios:

  1. En La Casa de las bellas durmientes de Kawabata parecen apuntarse posibilidades de construcción en los estados de ser y no: la proximidad del sueño, de la vejez, de la muerte...o el finalizar de sus complementos. Realidades con elementos de sueños o recuerdos.

    En ¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era!, Oé, decide ponerse a escribir el diccionario para su hijo, de palabras que no se explican realmente.
    Pensaba: si comienzo ahora tendrá más años que la edad para la cual lo escribí.
    Cambia de opinión. Lo escribe para cuando pueda leerle.

    Interpretarle el significado de la muerte, se lo explica a sí mismo primero, a partir de recuerdos -su construcción de identidad- asociaciones y uso de los versos de William Blake

    Comparto nauseas al culto al vacío.
    si no encuentro identidad, ni sé cómo demonios voy a ser capaz de construir algo sin ella, salgo a buscarla llevando otra. Quizás algún día tenga suerte.


    Saludos

    ResponderEliminar
  2. "ése Yo europeo que no encuentra su identidad , y tampoco sabe cómo demonios va ser capaz de construir algo sin ella."

    Europa es láctea, pero no sabe que hacer sin mezclarse. Leche al té, al café, al cacao, al arroz, ...
    prce que precisa ser raptada por el toro feroz.

    ResponderEliminar