viernes, 23 de mayo de 2008
El anuncio de la hora incierta
Si los personajes de las novelas, dice Kundera, nacen de un gesto, ¿qué personaje saldría de un niño que mira un anuncio de Nitrato de Chile? El cartel es sencillo y expresivo: un jinete en sombra se recorta sobre un fondo de sol. Hay una sugerencia “abonad con” y en grandes letras “Nitrato de Chile”. La rotundidad de la imagen está acompañada por el texto. Forman una unidad. Las dos, imagen y letras, en su simplicidad recrean un mensaje de gran impacto visual.
En una época de posguerra en la que son raros los anuncios en el campo, éste hace de intermedio entre el campo y la ciudad. No está en vallas (todavía no han invadido el campo), pero sí en placas de azulejo pegadas a las casas, a las tiendas, en las solitarias casetas de los peones de caminero. Es, más que un anuncio publicitario de un producto, una seña de identidad. No es el anuncio del cowboy en las manadas de vacas, que tantas identidades concitó en los cines de barrio. No es una estampa viril y dominante. Es una figura a caballo que pasea relajada, con una mano en la cadera, entre los trigales, apenas entrevistos. El sombrero le protege de un sol amarillo, no oro, en los azulejos cada vez más descoloridos.
Lo que el cartel ayuda a construir es una identidad visual. Es una estampa de lo sublime cotidiano: un jinete en los campos. Pero la silueta en negro hace que brote algo extraordinario de lo ordinario, algo enigmático, la promesa de un cambio, de un viaje. No tanto, o sólo, hacia dónde se puede ir, sino de lo que viene: Chile. La figura es el viaje de ida, el texto el viaje de vuelta. En un medio donde no hay grandes cambios aparece algo del otro lado del océano. En el campo, el anuncio de Nitrato de Chile no equivale a lo que en el ambiente urbano es el anuncio de los mares del sur. Ésta es la imagen de la huida, aquélla de sitios distintos, pero que serán familiares.
Ese cartel es contemplado por varios, en distintos lugares, en diferentes tiempos. Pero también por la misma persona. Y así nacen las novelas. Es un anuncio de identidades híbridas. El niño ha visto el cartel en el campo y en los sacos de abono. En éstos, el diseño se estiliza todavía más, todo es en negro, como un tampón sobre el sargo duro y áspero. No hay mucho tiempo, el trabajo apremia. En el campo no hay poesía. Más tarde lo ve luminoso en los anuncios de la ciudad. El niño no es del campo, tampoco es de la ciudad. Está en esa edad en la que el anuncio es éso, como él, una promesa, una invitación y un interrogante. Pero en el campo no hay promesas, sino repetición. No sabe si la promesa va dirigida a él y duda. Se estremece ante esa sombra contra un fondo de luz: puede significar una aurora o un ocaso. Es el anuncio de la hora incierta.
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No sabe si la promesa va dirigida a él y duda. (...) Es el anuncio de la hora incierta
ResponderEliminarMe siento de forma parecida.
Es curiosa la telepatía.
saludos