jueves, 11 de junio de 2009
Permanent Vacation
Una pregunta y una imagen enhebran esta opera prima. La pregunta: “¿crees que me gustará París?”. La imagen: Allie haciendo subir y bajar su yo-yo. La imagen contesta a la pregunta: da igual. No importa donde vayas, uno no se mueve en realidad del punto de partida. Tema recurrente en las primeras películas de Jarmusch es el relato de viajes que niegan la posibilidad de una historia. Porque, como dice Allie, una historia no son sino unos puntos unidos por la monotonía que parece dibujar algo. Si, como apostilla Jarmusch, la vida no tiene argumento, ¿por qué tiene que tenerlo una película? En esta falta de argumento transcurre la vida de las imágenes. Y el espectador oscila entre la fascinación y el rechazo. ¿Estamos preparados para ver una vida sin GPS?
Allie no es un existencialista avinagrado, tampoco un clochard pasado de mugre, sino un adolescente viejo que ejerce de flâneur existencial, entra y sale de las vidas de otros, como de habitaciones desconchadas, de callejones infectos para comprobar, cual dandy de suburbio, que no hay ninguna novedad. Personas y cosas tienen algo en común: están alienados, son ruinas de algo. Son las calles sucias donde toca su reluciente saxo John Lurie. Ello impide la fácil mirada entrópica.
Allie es indiferente a todo porque se cree diferente. A la imagen del yo-yo se añade la danza sobre sí mismo en la azotea: la peonza gira, pero no se mueve. Es un solipsismo inevitable que acepta con quietud desde la soledad asumida. No aspira a ser entendido, tampoco a entender, pues ya todo está visto, placidez sólo interrumpida por el terror suave que experimenta ante la repetición, y que le obliga con su voz interior a marcharse una y otra vez. ¿Qué hago yo en París?
A veces se pregunta en plan rockero si no merecería la pena vivir rápido y morir joven. Pero Allie no lleva la vida líquida del sueño americano sino la remansada de quien no rechaza ni es rechazado, tan sólo se sitúa al margen observándolo todo. Allie es el sueño de cualquier agencia de viajes de formación: “un turista en vacaciones permanentes”.
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Y todo visto desde la ironía y pasado por el tamiz de la estética de la ausencia de estética
ResponderEliminar“Vivir supera cualquier tentativa de explicación”. Poetisa Clarice Lispector. Resiste una cultura en que uno es tan grande cuanto consigue mensurar, tocar, nombrar, poseer... Pero, cuando sus tecnologías -frutos de su inteligencia, por las cuales mide sus propias grandezas- le conducen hacia al borde (margen), puesto que sólo sigue hasta las atribuidas razones de sus instrumentos, ven la náusea, el mal estar; entonces el sentimiento de pérdida, de separación, es más fuerte que el sentimiento de pertenencia. Uno que es todo explicación, no da lugar a la pregunta, a la escucha. ¿será el vacío, o el sin-sentido, el lugar a espera del otro, cual aún no se ha reconocido? Cual lleva parte de la explicación, de los sentidos. Si así es, entonces había de mudar la situación: no estar en, mejor sería estar con. Junto al billete de pasaje recibir el de presencia.
ResponderEliminar(Francisco Carvalho - desde Brasil)