“Esta noche había en el aire un olor a tiempo. Tomás sonrió. ¿Qué olor tenía el tiempo? El olor del polvo, los relojes, la gente. ¿Y qué sonido tenía el tiempo? Un sonido de agua en una cueva, y una voz muy triste, y unas gotas sucias que caen sobre cajas vacías, y un sonido de lluvia. Y aún más, ¿a qué se parecía el tiempo? A la nieve que cae calladamente en una habitación oscura, a una película muda en un cine muy viejo, a cien millones de rostros que descienden y descienden en la nada. Eso era el tiempo, su sonido, su olor. Y esta noche ( Y Tomás sacó una mano fuera de la camioneta), esta noche casi se podía tocar el tiempo”. Bradbury, Ray. Crónicas marcianas. Minotauro, Buenos Aires, 1976, p. 110-111.
¿A quién le interesa preguntar qué es el tiempo, si se puede oler, oír ? Si sabemos a lo que sabe el tiempo.
Como decía Obélix: están locos estos filósofos.
Era el poeta de la ciencia ficción. Descanse en paz.
Y del buen humor también, ayer estuve viendo Fahrenheit 451 y a pesar del trasfondo serio y reflexivo que tiene, había unos fulgores de sabia ironía destinados a los amos grises del mundo, me gusto especialmente la escena de la señora a la que queman en su casa rodeada de una inmensa biblioteca: ella misma prende con una humilde cerilla en una acto de valentía y amor a la libertad, como Bradbury.
ResponderEliminarSaludos Manuel
¡¡Obelix!!
ResponderEliminarEs imprescindible estar loco para poder luchar contra la evidencia.
Admiro su capacidad selectora.
R.I.P. Bradbury.
Un poeta.
ResponderEliminarY el parrafo que rescatas... me conmueve y emociona en lo mas profundo, sintiendo como palmo a palmo mi piel vibra con su lectura.
Oler, oir, tocar ... SENTIR EL TIEMPO.
Un abrazo.
Mara.