Buena parte de los desencuentros entre el espacio y el tiempo provienen de la tradición idealista que los asocia con la forma externa e interna, respectivamente, de la sensibilidad. Este enfoque "mental" del tiempo ha propiciado invenciones pintorescas como los "no lugares". En la película-documental de Terry Gilliam
Lost in La Mancha hay un momento en que el tiempo (físico) cambia y el espacio (físico) es diferente. Todo es igual, pero no está igual: ha cambiado la luz y los colores, es decir, los objetos. Estando ahí lo mismo ya nada es lo mismo. Tiene que dejarlo.