"!Pobre Novalis!"
Exclama Véronique, la estudiante de filosofía. La célula maoísta Aden Arabia ha decidido convertirlo en diana de su juego revolucionario. El brazo ejecutor será Guillaume, ese, el que representa el papel de Guillermo en Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Goethe. Al final la flecha, desviada, se clava en la fotografía de Descartes. Pero el mal está hecho. Novalis, el creador de la inacabada Enrique de Ofterdingen, una réplica a la pagana obra de Goethe, sufre una postrera humillación a manos del personaje urdido por un advenedizo. Pues de eso se trata. Novalis, él sí, Freiherr von Hardenberg, noble de nacimiento, no como el piernas de Goehte que se acopló un "von" tardío. Con desdén juzgó la obra, la "novela de formación", de este último como el peregrinaje hacia un título nobiliario. En realidad se trataba de algo más que de un problema de casta: sospechaba que la novela de formación acabaría en novela de deformación, que Guillermo, actor frustrado en la escena, terminaría haciendo de la vida un teatro. No fue así, pero tampoco podía saberlo, ya que Goethe escribiría la continuación años más tarde, cuando él ya estaba muerto. Y en ella se exponía un concepto de ciudadanía romántica que habría venido muy bien a los desnortados palizas verbales de la película y a algunos tertulianos actuales. Pobre Novalis. Romperse la cabeza por las noches (como dejó constancia en sus diarios) con la Doctrina de la Ciencia de Fichte, para esto, después de trabajar todo el día como gerente en las salinas, ya que un título nobiliario viste mucho pero no da para comer, no todos son un mantenido del duque de Weimar, como el Goethe ese.
La novela inacabada nos ha llegado gracias a los desvelos editoriales de su amigo Tieck. Y este es el traductor de El Quijote al alemán. Un dato capital. Pues es el perfil del Caballero Andante devenido en Caballero de la Triste Figura lo que enlaza el fantástico tráiler donde El Quijote de Albuquerque, Walter White, recita con voz soberbia el poema de Shelley Ozymandias, una joya del romanticismo oscuro, con la aventura que propone Novalis a cada uno de construir su yo trascendental, es decir, ser el yo de tu yo, la auténtica "fazaña" ontológica, la culminación del romanticismo luminoso. La construcción de la identidad es un camino interior, dice Novalis, pero al término del viaje no hay nada garantizado, frente a la esperanza de la evidencia del yo soy yo fichteano, quijotesco, uno puede que vea doble, al doble, que yo es otro, certificará Rimbaud.
Véronique le pide que indulte a Novalis ya que para ella es la poesía como Brecht para Guillaume el teatro. El cacao mental del cruce entre Novalis y el maoísmo en la película no deja de ser interesante. ¿Será la flor azul la dictadura del proletariado? En Tentativas sobre Brecht Benjamin observa que Don Quijote es el prototipo del héroe apaleado, de la vida como naufragio; enseña que solo cuando uno se va a pique llega al fondo de las cosas. Siguiendo con la analogía, Ozymandias, ese colosal naufragio en escultura, sería el trasunto de la vida como naufragio que narra El Quijote como obra literaria.
La película de Godard La Chinoise (1967) es ambigua, irónica, cínica, preludio de los conflictos que vendrán al año siguiente. En Porcile (1968), con los mismos actores protagonistas, Pasolini hará una parodia sangrante de los diálogos de esos "pijos" burgueses metidos a maoístas. En la película se ponen de manifiesto verbal e icónicamente todo tipo de contradicciones hasta el punto de preguntarse, parafraseando la canción: ¿qué hace un burgués como tú en un partido comunista como este?. Hoy día puede verse como una pieza arqueológica, no sin un cierto espanto. Después de las películas de Rithy Pahn sobre el genocidio de Pol Pot o las de Wang Bing sobre las consecuencias nefastas en vidas humanas y el desarraigo de la campaña de las Cien flores del camarada Mao, resultan muy difíciles de digerir las alabanzas que ahí se multiplican, y todavía más las invitaciones a seguir su ejemplo. El fantasear con ponga un campesino u obrero en su vida se enfría ante el drama de cientos de miles de intelectuales enviados al campo para ser "reeducados" mediante el trabajo y muertos de hambre y agotamiento. Bien es verdad que había un desconocimiento bastante extendido de dichos sucesos.
Pero las lecciones de estética política que suele brindar Godard en sus películas permiten ir más lejos que la extrañeza epocal y los (pre)juicios a ella aparejados. No hace mucho estaba de moda poner a parir al 68 después de años en que los mismos aburrían con el yo estuve allí, aunque no se supiera muy bien dónde y en qué. Se olvidan los progresos sociales y el cambio de mentalidad alcanzados en temas que, afortunadamente, hoy son obvios. Claro que hoy día sabemos más, aunque ello no quiere decir que entendamos mejor las cosas. Las citas de los clásicos románticos que hace Godard en este contexto no son ociosas y se refieren a un proceso de educación sentimental que deben sufrir los personajes. Véronique cree que es de naturaleza teórica, para conformar un teoría origen de un acción justa. Pero no se trata de eso. La educación sentimental aporta sabiduría pero no conocimiento como se desprende de La educación sentimental de Flaubert. Lo que aporta es la sabiduría de la inintencionalidad. Lo recogerá Kundera al afirmar que la vida es un conjunto de casualidades (no causalidades) mal vistas y peor aprovechadas. Si yo hubiera...concluyen los personajes de la novela de Flaubert, pero Federico tiene la sensatez de renunciar a la señora Arnoux que, por fin, se le entrega. Sabe que si consigue el ideal por el que ha luchado tanto tiempo, luego quedará atrapado por el tedio. Merece la pena mantener la llama del recuerdo, del cómo fue, de la búsqueda. Una vida en gran estilo consiste en estar a la altura de una gran pasión, de consumirse, no de consumarla. Suena el timbre, es Schopenhauer que viene de visita, siempre tan alegre, a charlar sobre el absurdo de la voluntad de vivir.
Véronique se convierte en asesina del hombre equivocado al confundir un número de habitación. Lo intenta otra vez. Walter White empieza sus fechorías con la sana intención de dejar un futuro asegurado a la familia tras su muerte por cáncer. Llegan las otras muertes, al principio no deseadas, luego comienza a disfrutar con ello, hasta el extremo de que ya nadie se sabe qué pensar (alguien, ella, dice su mujer, atemorizada pero decidida, tiene que proteger a esta familia del hombre que protege a esta familia). ¿Cómo se ha producido la metamorfosis de Walter en Heisenberg? ¿Una crisis del yo? La crisis de los 30 años es dura (mira, Alejandro Magno a los 33 años ya había conquistado un imperio y yo...menuda birria), pero la de los 50 es de aúpa, ya se vislumbran los últimos trenes de reparto. Es la mediana edad de Walter White y Don Quijote, de los que poco se sabe antes, excepto que llevaban una vida anodina. Luego, en una metamorfosis kafkiana, se convierten en desastres ambulantes, eso sí, al principio con las mejores intenciones, luego tapando una mentira con otra: "yo no sé qué consigo con tanto esfuerzo". Él no quería que muriera su cuñado Hank, a lo que solo puede oponer este en sus últimos momenntos de vida palabras de desdén. Dispara por equivocación a Mike dando lugar a una de las escenas más logradas de la serie. Ante sus disculpas solo acierta moribundo a musitar con desprecio
Walter White es un moderno Ozymandias de los daños colaterales. No hace falta ser colosal para provocar colosales naufragios...en los demás. Basta con contestar adecuadamente a la pregunta
Al final de la película Véronique constata que no ha dado el gran salto hacia adelante solo un primer paso; Guillaume se convierte en atracción de feria; Serge (el zumbado del radiocasete) se suicida; Henri busca empleo como químico; ¿ y qué ha sido de Yvonne, la perdida intelectual y vitalmente, generosa, que limpia la casa y se prostituye ocasionalmente cuando la célula anda corta de fondos, mientras los demás gandulean? Todo sea por la causa. Película y teleserie no concluyen, en el sentido de que no son concluyentes, aunque permiten saber más ¿Puede hacer otra cosa el cine? Pasolini, al final de Apuntes para una Orestíada africana, después de intentar mostrar el mito del que venimos, que somos, ante la perplejidad de los estudiante universitarios africanos desliza esta frase: "los problemas no se resuelven, se viven". Quizá de esta manera podamos imaginarnos al Sísifo que empuja incansable la roca de la contradicción, aunque no haya dios que lo entienda, solo Camus, feliz.
¿cuándo nos hablará de esa serie....mm...se llama...mm...."extant"?
ResponderEliminar