Este libro es una cosmogonía posmoderna del mito como
chismorreo en la época, ya analizada en otros libros suyos, del capitalismo
emocional (¿hay otro?); de Ra a Blade
Runner, de las lágrimas de Isis a esas lágrimas que se deslizan en el tobogán
de las temblorosas columnas digitales. El libro, una “cosmicómica" en palabras
del autor, es la argumentación asociativa de la liana sobre vacíos de
identidad.
El mito deviene chisme y el chisme está ya en el mito. Las
Erinnias de la Orestíada persiguen al
tuitero en forma de trolls más deseados que temidos. Todo el libro merece la
pena por la página 70, por la revisión del mito de Narciso que lleva como
conclusión a un nuevo imperativo para el narcisista self surfing: “Mírate: desconócete a ti mismo”.
Dice La Biblia que
se juzgará al final por lo hecho mientras que en El libro de los muertos por lo no hecho; a lo primero lo llaman
confesión positiva, a lo segundo confesión negativa; los cristianos posmodernos
sufren por la insoportable levedad del ser mientras que los egipcios
premodernos estaban encantados con la soportable levedad de ser; a diferencia
de los otros el corazón era contrapesado con una pluma y solo perdían el juicio
los pesados. Otros tiempos, ahora lo hacen perder.
Este libro es una soberbia muestra de ingenio, es decir,
humor enhebrado con la inteligencia de la observación aguda y el tejido sutil
de la reflexión sobre los matices del presente. Todo está en juego en esta
voluntad de lucidez. Ya en obras anteriores, en el libro de ahora, Eloy
Fernández Porta ha demostrado que es posible en y para el siglo XXI un tipo de ensayo
diferente, entendido como ejercicios de minima
inmoralia sobre las variadas producciones del homo sampler.
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