El esquema se repite: la filosofía hace su oferta de salvación demonizando el presente, predicando el Apocalipsis si no se acepta. Todo de manera desinteresada. De ahí la belleza de su mensaje. Si no se mirara la fecha de esas declaraciones al periódico más carca en materia de nuevas tecnologías uno podría estar pensando en un texto de los años ochenta, de cuando el joven catedrático de filosofía de la Universidad de Bonn, Markus Gabriel, era todavía un tierno infante. Destilan el rancio aroma de la distopía para gente acomodada, situada, las añejas provocaciones de Burroughs asimilando drogas y tecnologías, con mejor provecho, los ambiguos universos Matrix que tanto le ponen a Zizek, la desesperación benjaminiana de Finkielkraut pidiendo "hacer descarrilar internet". Da un paso más en el terrorismo intelectual de Baudillard y Virilio criminalizando a las redes sociales y sus proveedores. Sin matices, para que cale el mensaje, para eso está la jerga de la autenticidad. Al menos ya no utiliza las antiguas palabras en desuso de ciberespacio y cyborg.
No estamos ante la justa denuncia informada de un ataque al pensamiento sino de la oportunista confesión involuntaria de la impotencia de la filosofía para pensar el mundo en que viven el resto de los seres humanos. Sus conceptos ya no valen para pensar un mundo del que no salieron. Tan solo para realizar parches (neos) de mantenimiento. El neocon llamado "nuevo realismo" no es sino la crítica a El show de Truman en el mismo plató en que se filma, el sueño de verano de un posmodernismo reconvertido por exigencias generacionales y de negocio. Primero se pagan los duros y costosos peajes académicos a los pares para llegar y situarse y luego uno se puede permitir el "odio a la profesión" para destacar mediáticamente en una crítica a aquello de lo que se sirve también ahora para medrar impunemente: internet, las redes sociales. Una falta de ética, de responsabilidad, que permite hacer lo que se prohibe al resto de los mortales: acusar a los demás de graves delitos sin consecuencias legales. Viven en una realidad paralela, enfrascados en la crisis de (su) la representación, y hasta es posible que sus alumnos puedan disfrutar de su presencia virtual entre congreso y congreso.
A este paso, con estos irresponsables, nos van a tener que enseñar ética nuestras madres robot
Seguirá
Hay quienes buscan las heridas para meter el dedo y, luego, vender el remedio aliviador. Son oportunistas, sagaces, atentos a los parches, que guardan siempre heridas debajo. Cuentan con la necesidad humana de dar nombre a lo que (nos)pasa. Es igual cuál sea el nombre. Lo importante es que lo haya, para tener algo en torno a lo que vender su producto. Ahora a los adolescentes se les vende la idea de que hay que prevenirse de la tecnodependencia, como si haciéndolo fueran a ser más felices. Me ha encantado tu reflexión, siempre tan rica en ideas. Gracias.
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