“The safest general characterization of the European philosophical tradition is that it consists of a series of footnotes to Plato. I do not mean the systematic scheme of thought which scholars have doubtfully extracted from his writings. I allude to the wealth of general ideas scattered through them” (Whitehead).
A veces
solo merece la pena citar algo más para deshacer un malentendido no para apoyarse
en otro. El conocido texto de Whitehead se ha convertido en un tópico abreviándolo
así “La historia de la filosofía occidental es una serie de notas a pie de
página de Platón”. Y no se pasa de ahí, lo que conlleva una simplificación muy
empobrecedora. Por el contrario, lo que viene a continuación (incluso más allá
del texto citado) explica que el autor no quiere entrar en una discusión
académica con la historia de la filosofía académica sobre Platón, sino únicamente
subrayar lo fructíferas que han sido todas esas “ideas generales” que salen de
sus textos llegando hasta hoy. Pertenecen a la tradición filosófica europea,
según él, y para no entrar en conflictos territoriales con la Academia me
atrevería a sugerir que también forman parte de algo más acorde con esas “ideas
generales” como es el pensamiento occidental. Aunque parezca mentira, el
pensamiento no es patrimonio de la filosofía.
En esa
línea cabría decir que los imaginarios estéticos de las nuevas
tecnologías elaborados en el pasado siglo y todavía en este tienen una gran
dependencia de Platón y en concreto del mito de la caverna, descripción seminal
de la condición humana. La caverna digital es ya un tópico al alcance de todos. En estética de las nuevas tecnologías sus imaginarios
no son verdaderos o falsos sino ficciones que son operativas o no. Y es indudable
que la poética platónica sobre las imágenes expresada en el citado mito ha
tenido una gran influencia. Me remito a lo fácil, a la asimilación que se hizo
entre el mito y el mundo Matrix, vía Baudrillard, cuyo ejemplar está en la
biblioteca de Neo. La expresión de Burroughs “sobredosis de imágenes” en Expreso
Nova hizo fortuna para caracterizar el agobio de la multiplicación de
imágenes tecnológicas que conducían inoculadas como virus a una “existencia
terminal”. El aparente mundo feliz del inconsciente “prisionero de las
imágenes” en la caverna audiovisual se escenifica en El show de Truman y
así sucesivamente… Para no perdernos (en) el Ciberpunk.
Hay
todo un imaginario ligado a la poética platónica de la imagen que la ve como
símbolo engañoso de una realidad oculta o inexistente. Ha sido una idea fecunda
de gran fuerza operativa en los imaginarios estéticos de las nuevas tecnologías
y no tiene sentido discutir académicamente si es correcta o no esa
interpretación en este caso. Funciona. Pero con matices. Y son precisamente
esos matices los que me interesa destacar en una serie de post sobre la primera
temporada de la serie The capture. La razón principal es que hay un choque
inesperado. Pocas veces encontramos un punto de confluencia entre las
tecnologías del yo de tradición platónica y las tecnologías ciudadanas a
propósito de las imágenes. Y aquí saltan chispas de inteligencia en la
confrontación.
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