“De ahí que la música -si de verdad es
música- y pensamiento -si de verdad es pensamiento- no puedan nunca permanecer
separados” (AFM. La forma de la multitud).
De entrada, tengo que reconocer que es el
único libro (hasta ahora) de AFM que me ha costado leer, y mucho. No lo esperaba.
Primero, por la grata sorpresa de que le hubieran concedido el primer premio
Eugenio Trías de ensayo. Conocí, fuimos compañeros de Área, tuve amistad con
Eugenio, y me atrevo a suponer que se hubiera alegrado de este premio porque no
solo se reconoce con él la calidad, sino que se alienta un estilo de creación, el ensayo, que sabe aunar en esta ocasión brillante escritura y densidad de pensamiento. En España, por desgracia, hemos sido un pensamiento ajeno y pensar bien y escribir bien han estado separados cuando no penados. Segundo, ya
que en mi vida anterior fui filósofo, en principio no deberían serme ajenos
temas y palabras como “límite”, “ontología”, “metafísica”, “realidad”,
“identidad”, que aparecen a lo largo del libro. Y, sin embargo… Tercero, he
seguido la trayectoria de AFM desde sus primeras obras y la palabra
“complejidad” en sus muchas acepciones no debería hacerme perder el hilo. Lo
cierto es que, tras unas primeras páginas familiares, lo perdí completamente y
solo era capaz de hacer pie en otras con referencias
a la historia de la filosofía. El problema no era, por supuesto, la urdimbre
entre física y metafísica, artes y ciencias, viejas y nuevas tecnologías,
tampoco la espina dorsal de la poesía. Faltaba algo, otra cosa. Cuarto, ha sido
al final de la lectura cuando he caído en la cuenta de que no tenía un método
para captar, y no sería por advertirlo continuamente el autor, la novedad de
lo más antiguo que se afanaba en presentar, el capitalismo antropológico (CA). El
verdadero hallazgo del libro.
He encontrado el método de una manera curiosa,
como si fuera un momento aleatorio de esos recorridos peripatéticos de AFM plasmados
en sus vídeos. Una de sus tesis en esta obra es que la multitud se puede
numerar, es su forma. Ha sido en una página sin numerar de La Forma de la
multitud, la 267, la única de mi libro, no sé por qué, en la que, en ese
vacío numérico, ha aparecido la luminosa distinción y relación que hace entre melodía
y armonía, como una aceleración. Desde ahí he vuelto al parágrafo 3.27. Música
y súbitamente en el cruce entre la vertical de las “capas sonoras” de la
armonía y la horizontal de la melodía, esa “pasta sonora”, ha emergido esa
ontología de la complejidad del capitalismo antropológico. En definitiva, “como si el ser humano fuera un ente que
siempre anduviese a la fuga de todo”. Hacia la "porosidad de los límites relativos", como la música. Aceleraciones y variaciones. No podía faltar, aunque
enmascarada, la poesía, son intensamente poéticas las descripciones de la
música y hay una ternura no exenta de cierta nostalgia por esos orígenes
todavía sin ser.
En cierto modo, este ensayo
(“provisional”, dice el autor) es la culminación de un proyecto de largo
alcance, como es elaborar una ontología de la complejidad desde la tesis, que subyace a toda su obra ensayística, del realismo
complejo. Este toma a veces la forma de un bisturí que con cortes breves y
precisos saja alguno de los abscesos culturales (aceleraciones fallidas,
diríamos) más en boga: el arte político, el amor estadístico, la mascotización
del mundo… Saca al capitalismo del materialismo dialéctico y lo coloca en el
lugar previo del capitalismo topológico de identidades basadas en intercambios.
Hermana a cristianismo y comunismo bajo el paraguas del capitalismo. No falta
la ironía, lindando con el cachondeo, sobre el comunismo y la justicia de la resurrección de
los muertos.
Cuando se trata de ontología en la
tradición filosófica, y así ocurre en este libro, hay dos temas estrella ineludibles:
identidad y realidad. Sorprenderá a los filósofos hermenéuticos que AFM los
trate en referencia a Kant, no por afán o necesidad de cita de autoridad, sino
dentro de su método del “apropiacionismo”. Así, “la identidad estadística
oculta” es una “sublimación” kantiana, un “yo oculto” perfectamente asimilable,
me parece, a ese yo oculto de la Crítica de la razón pura, que es el yo
trascendental=X. Es el fundamento del fundamento que, obviamente, no tiene
fundamento, aunque sea el vértice desconocido al que apunta el conocimiento.
Heidegger en El principio de razón afirma que el principio de razón
no tiene razón, el fundamento (Grund) es un abismo (Abgrund) y hay que dar un
“salto” (un pensar no objetivador) en el pensamiento. Tal como yo lo entiendo, leyendo a AFM, el “yo trascendental” kantiano es una “realidad virtual”.
Respecto al segundo tema, a la “realidad”
(no confundir con la “existencia”), esta es, en Kant, no algo externo, sino una
categoría y la reflexión de AFM sobre la realidad y lo imaginario se ve
refrendada por alguna de las interpretaciones más exitosas de Kant. Según ellas, las categorías son ficciones que nos permiten interpretar el mundo “como si fuera así”
(Vaihinger). Los pragmatistas americanos (James y Dewey), en esa línea, afirman
que la realidad es una ficción consensuada y que la verdad descansa, no en la
universalidad, sino en la intersubjetividad.
Esas ficciones tienen sus razones, sus
raíces, en el capitalismo antropológico, no utópico, recalca AFM, sin origen ni
final. No está basado en la idea de finitud, tampoco en la de culpa
subsiguiente, sino en la ontología de la “falta”, en que “el ser humano es un
ser incompleto”, creador de ficciones, “prótesis” y “metáforas”. Suenan ecos
lejanos del último Ortega, de su concepción de la vida como naufragio y la
técnica como fantasía exacta para sostenerse en él. Los otros capitalismos son “residuos”, “basura” (hay que volver a su Teoría general de la
basura) del CA. Ya se ha dicho que
está basado en la falta invisible, no moral, que intentamos suplir mediante “aceleraciones”
visibles, como esas prótesis de la ausencia de lo que nunca existió y cuya “historia
provisional de las prótesis” (título posible desechado por el autor) es este
libro, que tampoco incluyó, finalmente, el otro título contemplado y quizá más preciso como es Teoría general de la aceleración”. El CA aparece
caracterizado por el autor como “elemental” y así se entiende mejor, en esa concepción filosófica del ser como lo elemental, la urgencia e inintencionalidad de esas
aceleraciones. Me pregunto si, en ese contexto, es muy afortunada la
contraposición que hace con el existencialismo. Al fin y al cabo, el decisionismo
existencialista (el salto del abismo) es una nada creadora y poco melancólica,
algo similar a las aceleraciones.
Volvemos con el CA a los orígenes y también al arte de los orígenes.
(Cuadro de Gaugin: “¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?”
Responde AFM: “[...] somos un
CA, no venimos de ninguna parte bien indexada ni sabemos adónde vamos, todos los cuerpos y vidas que nos han precedido no son otra cosa que un ejército de aceleraciones
sin forma del todo definida, una legión de cuerpos fantasma que a cada instante
llaman a nuestras puertas”. El resultado, apostilla, una “performance,
no teatro”.
Muchas gracias por esta detalladísima lectura, José Luis, que abre puertas, ventanas y túneles para seguir pensando este libro. -Agustín-
ResponderEliminarGracias a ti, Agustín, por este espléndido libro.
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