Una de las caracterísiticas del pensar en el arte esencial es el pensar que se vuelve contra sí mismo y el pensar contra sí mismo. Lo primero se refiere al pensar que desconfía de su propia historia y que se vuelve contra ella en busca de sus orígenes. Una de las características del siglo XX es el pensar que se vuelve contra la filosofía. Lo segundo a ese momento de autoreflexión del pensar en el sujeto que ve imposible la pureza de intención kantiana, precisamente por el imperativo de la “facticidad” (Heidegger) o de la “situación”(Sartre) misma. La “inautenticidad” heideggeriana, la crítica a la sociedad de los frankfurtianos, las mismas descripciones de Sartre, revelan una cotidianidad negativa. El pensar del pensamiento esencial es un pensamiento negativo. En guardia no sólo sobre las realizaciones de los otros, sino sobre sus intenciones mismas, por esa misma situación fáctica. La dialéctica y el pensamiento negativo, transitorio, es consustancial, porque son conscientes de la radical ambigüedad en la que viven. Todos quieren superar el idealismo y el romanticismo, pero son deudores suyos. Es un pensamiento trágico que tiene que consumar y llevar hasta sus últimas consecuencias aquello contra lo que se rebela. Revelación y rebelión son dos palabras que van unidas. Como en la tragedia griega su acto de libertad tiene lugar en el momento en que la pierden. Llama la atención que no hayan escrito una ética, aunque hayan hablado de ello. El que sólo se pueda intentar ser auténtico desde la inautencidad confiere a la meditación del presente una dimensión trascendente que lo inscribe en el ámbito de la religión.