viernes, 8 de agosto de 2025

Riefenstahl, de nuevo

 



Quien se imagine la película desde el cartel anunciador se llevará una sorpresa. No se trata de una película conmemorativa, como podía sugerir la apariencia de máscara mortuoria, sino de actualidad, al menos es lo que declara el director en entrevistas. Ve el desfile de El triunfo de la voluntad desde el contrapicado de Putin presidiendo los de la Plaza Roja y el "relato" de Leni a lo largo de los años desde las fake news de Trump. Sin descartar a Orban. No es el enfoque de esas magníficas series y películas recientes en las que se vuelve sobre ese mismo pasado sin saber, como dice el protagonista de Babylon Berlin, qué pasará después. Aquí, resabiados, se hace desde la actualidad de esa ideología y esa estética, siempre según el director. Con el objetivo de "advertir" a los jóvenes con lo que pasó sobre lo que está pasando.
Ese objetivo no se cumple por la torpeza del director. Leni Riefenstahl sale reforzada de esos viejos intentos de lo que Jünger señalaba ya como "el moralizar a mi costa". Merece, sin embargo, la pena verla por el material menos conocido de entrevistas televisivas y material fotográfico de su ingente legado de que han podido disponer. Están las consabidas fotografías con Hitler y Goebbels. Pero en cuanto pone "sus" imágenes, ya sea de La luz azul, las películas de montaña y, sobre todo, Olympia, se evidencia "el poder de las imágenes" que fascinó y sigue fascinando, sin que haya un análisis adecuado de las mismas. Ya le pasó a Alexander Kluge con Brutalidad en piedra (1961): el tiro de la moralina sale por la culata de la estética. Sin entender, no es posible juzgar para no volver a repetir. Las imágenes totalitarias florecen especialmente en las democracias de cortas entendederas. Esta película, a pesar de las "buenas intenciones", es una notable contribución al posfascismo posmoderno. 

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