Estoy trabajando en la actualización para enero del año que viene de Guía de Complejos. Estética de teleseries. Hay sorpresas. De momento, una encrucijada, y es un giro del tratamiento del tema de la ambigüedad en la ficción. Un adelanto de la perplejidad.
"- Todos me felicitan como si hubiera hecho algo estupendo. Le he dado fuerte. Estaba esposado. No sé dónde está el límite.
- Tienes mucho poder ahí fuera. Si no puedes controlarlo quizá no deberías estar aquí. Oye, cuando salimos de la Academia pensamos que todo es blanco o negro, pero no lo es. Vivimos en el gris. Vivimos ahí. Ahora sabes de lo que eres capaz."
Este diálogo entre John Cooper, oficial tutor, y Ben Sherman, policía novato, pone un final rápido al período de aprendizaje de este. Estamos ante un Meister de Goethe para Academia de Policía.
Primeras impresiones
Es todo un ejercicio de guía en la complejidad a través de un discurso del límite.
Segundas impresiones
Algo ha cambiado. Ya no se trata del límite como línea móvil, tampoco como la rígida que se cruza o no. No estamos, y es una novedad de este tiempo, (Southland no es la única) ante series negras, herederas de la novela negra o el film noir. Se trata de series grises. La diferencia es muy importante. Hay un discurso del límite para un mundo en blanco y negro, pero falta otro para el mundo en gris. Ya las imágenes van por delante mostrando calles, comisarías, agentes, ciudadanos de varias clases sociales, prácticamente sin efectos especiales. Es el límite en lo cotidiano, no lo extraordinario.
Terceras impresiones
Se trata de la ambigüedad sin límites, es decir, sin referencia al tema del límite. Ya no tiene que ver con el "trans" del transgredir. Tiene que ver con un término al que se asocia ahora la ambigüedad en estas series, y es la palabra "monstruo", lo que carece de límites. Pero esta, a su vez, no responde al tópico. Asociamos el monstruo con el Prometeo del Mal, cuando es el Proteo del Mal.
El delincuente transgrede la ley humana, el monstruo carece de la humanidad del límite. Pero el monstruo es un momento de nosotros mismos, una posibilidad, reflejado en el espejo. Los policías en estas series no temen al delincuente, es su razón de ser, pero retroceden espantados ante el monstruo. Y, por ello, abandonan o están tentados de ello: "soy lo que soy porque hago lo que hago" (Wallander) Así en The Closer, así en Wallander, así el primario Frank de Breaking bad. Mr.Walt White (WW) es Heisenberg, no Walt Whitman. El gris es el color de la gente corriente, es decir, de los monstruos cotidianos. Hay que volver a leer a Ingrid Noll. Pocas obras literarias me han desconcertado más.
lunes, 8 de octubre de 2012
lunes, 1 de octubre de 2012
Hay futuro por delante
El chiste de Ramón en Hermano Lobo fue publicado el 2 de agosto de 1975. En septiembre de ese mismo año moría Franco y se abría el período conocido como "La Transición". El chiste ha sido evocado hasta hoy en numerosas ocasiones como muestra de la desafección ciudadana hacia los políticos, pero también cabe verlo como la respuesta de los mismos ante ella, ayer y hoy. Las posturas no pueden ser más encontradas: si los ciudadanos piensan que no hay futuro con los políticos, estos creen que tanto el futuro como la ausencia del mismo pasa por ellos. Cubren todo el espectro, la utopía y la distopía. Menos uno, el verdaderamente importante, el de las utopías limitadas.
La actualidad del chiste estriba precisamente en su capacidad paradójica, lo que le hace interesante en que nos sume en una contradicción. Se publica en el año de una dictadura moribunda como protesta contra sus políticos devenidos ya en dañinos, más que nada, por corruptos e inútiles. Es un acto de protesta contra la dictadura. Ahora su actualidad parece residir, desde el punto de vista de los políticos, en que son unos fascistas los que se manifiestan contra ellos, y pretenden supuestamente cercar, invadir o, para decirlo en términos propios, "secuestrar" el lugar en que reside la soberanía popular que ellos representan. El caos. No falta (persona sensata donde las haya) quien haya aludido a una situación pre Tercer Reich.
Si grave es la situación, no es menos la irresponsabilidad de los análisis. Vamos a la parte que nos toca a cada uno. Pertenezco a esa generación llamada de "La Transición" que ha dado algunas de las mentes más lúcidas y críticas del panoramna actual, pero también a otros tantos merluzos mediáticos de considerable tamaño que no nos ahorran sus remunerados análisis catastrofistas para proponer (¿como alternativa?)sus recetas buenistas.
Mi especialidad son los imaginarios estéticos que operan en la sociedad de las nuevas tecnologías. He escrito libros sobre las distopías tecnológicas cuando estaban operantes, ahora no las veo por ninguna parte a mi alrededor, quedan para despistados de otro siglo. Afortunadamente, dado su carácter totalitario. La gente quiere ahora decidir, hacer, no se conforma. Las consideraciones nihilistas de Bauman, Baudrillard, Virilio etc., me parecen sencillamente de marcianos para entender el momento que estamos viviendo. Estéticamente hablando, el futuro peor ha dejado de ser rentable en el siglo XXI. No es cierto que la gente que se manifiesta o no se manifiesta crea que no hay futuro. A lo que se niegan es a que se les niegue el futuro; a que pase por esos "elegidos" que remedian el caos distópico que ellos mismos han provocado con más caos todavía. Ni los quieren a ellos ni tampoco al caos, quieren un futuro ciudadano, un futuro suyo.
viernes, 28 de septiembre de 2012
sábado, 22 de septiembre de 2012
nuestros romanticismos
Cuando en 1992 se inauguró en el Prado la macroexposición de Caspar Friedrich, los visitantes no experimentaron el rechazo de los contemporáneos del pintor al ver Monje junto al mar o El mar de hielo. Tenían en la retina toda una colección de filtros de imágenes, no de catálogos, tan inútiles como escasamente consultados, sino de las más humildes películas del Oeste devoradas en cines de sesión doble. Desde la ingenua de Raíces profundas (título heideggeriano donde los haya) a las más sofisticadas que recomendaba la nouvelle vague francesa, como Centauros del desierto.
Todo acababa cuando el caballero, en el sentido literal de la palabra, no podía quedarse y partía, más que hacia, contra el horizonte incendiado, perdiéndose en él. ¿Cómo no íbamos a entender la soledad y la secreta angustia del buen monje? Era mentira que tuviera un oscuro pasado y, en todo caso, no nos importaba.
Hoy día las series de culto sobre el Oeste han cambiado radicalmente esa percepción del paisaje. Insisto en lo de las series, y no recomiendo los documentales. La razón es obvia. De puro repuestas en horas para espectadores traspuestos, la cámara difícilmente encuentra un nuevo encuadre en las inmensas llanuras del Serengeti; las sobreexplotadas leonas en escenas de caza (los leones no cazan, se lamen) llevan tiempo a través de su sindicato pidiendo un aumento de plantilla; las periódicas y tediosas migraciones de las manadas de ñus no tienen más aliciente que saber cada año a quién le ha tocado en el convenio ser manducado al cruzar el río por el cocodrilo de guardia. No les recomiendo tampoco experimentar el escalofrío de la aventura padeciendo Monstruos de río. El maromo presentador, después de echarle mucho misterio al asunto, nos acaba confesando que el temible depredador era una trucha con sobrepeso escapada de una piscifactoría.
El paso iniciático del romanticismo luminoso al oscuro tiene lugar en Deadwood, lo mejor de lo mejor. El lugar ideal para pasar Una temporada en el infierno del Oeste. Allí la fiebre del oro es neumonía letal. El polvo de los desiertos de Almería, donde fatigaba la armónica Charles Bronson, es aquí pura mierda mezclada con fango en las calles, donde hozan los grandes mitos como Buffalo Bill y Calamity Jane. No es solo una metáfora. Los cerdos de la seminal Sin perdón, que perseguía inútilmente Clint Eastwood, lucen aquí bien alimentados con los cadáveres de la ciudad que les suministran diligentes chinos. El surgimiento de una gran nación desde el chalaneo de la indignidad humana en la constitución de sus Estados está aquí admirablmente descrito. No se ahorran detalles fisiológicos íntimos al respecto.
Pero el zoom in nos acerca al cosido de urgencia en el seno inmaculado
Los indios serán indios, pero no tontos, y sus estudios en Harvard les llevan a desconfiar sobre los tratados que les ofrece el hombre blanco, sin antes haber leído la letra pequeña de los reglamentos, que es lo que importa. Mantienen, por puro capricho, una miniceremonia de iniciación heredada de Un hombre llamado caballo, eso sí, abreviada, por la crisis económica.
El cristianizado hijo del jefe indio es capaz de sostener una discusión teológica de alto nivel con el predicador del ferrocarril.
lunes, 17 de septiembre de 2012
jueves, 13 de septiembre de 2012
micrologías
Este es un libro de Federico López Silvestre que le hubiera encantado leer a Benjamin: pasmosa erudición al servicio de la buena literatura. Con la inquietante Núremberg al fondo.
domingo, 9 de septiembre de 2012
la economía cultural de Europa
Si las noticias económicas que vienen de Europa son desoladoras, los remedios culturales que algunos proponen son deprimentes, no por culturales, sino porque intentan ser remedios. Uno de los últimos que acabo de leer es la propuesta de Martin Walser. ¿En qué mundo vive esta gente? me pregunto.
Hace años se dijo que había sido un error promover la integración económica de Europa sin haber llevado a cabo antes la cultural, aprovechando para construir el futuro su gran tradición. Ahora se intentan apaciguar las tensiones Norte- Sur, conjurar la desaparición del euro, no llevar todavía más al límite la cuarentena de Grecia, apelando a la común tradición, identidad cultural europea, que no se puede perder a consecuencia de la crisis económica. Y a continuación viene la catarata de citas. Me sigo preguntando, ¿mienten o son unos inconscientes?.
Si algo positivo tiene esta crisis económica es, entre otras cosas, el dejar en evidencia que no ha existido, existe, ni es deseable que haya en el futuro, una tradición e identidad cultural europea.
Repárese en el subrayado de una. Cuando Walser cita a Hölderlin, nuevamente se está haciendo un ejercicio de lamentable provincianismo cósmico a costa de Europa, si además lo enlaza con su Grecia, es un fake. Para saber lo que es Grecia no hay que leer hoy a Hölderlin sino ver las películas de Angelopoulos.
La complejidad cultural de lo que llamamos Europa, por sus orígenes y la inmigración, tiene poco que ver con tradiciones inexistentes e identidades imposibles e indeseables. Hemos convivido matándonos en nombre de la cultura, lo que no es el mejor recordatorio para seguir ayudándonos en la economía.
No se debe enfrentar lo cultural y lo económico. Europa merece la pena, no por lo que no fuimos, sino por lo que podemos ser. Y esto es tanto un tema de cultura económica como de economía cultural.
Hace años se dijo que había sido un error promover la integración económica de Europa sin haber llevado a cabo antes la cultural, aprovechando para construir el futuro su gran tradición. Ahora se intentan apaciguar las tensiones Norte- Sur, conjurar la desaparición del euro, no llevar todavía más al límite la cuarentena de Grecia, apelando a la común tradición, identidad cultural europea, que no se puede perder a consecuencia de la crisis económica. Y a continuación viene la catarata de citas. Me sigo preguntando, ¿mienten o son unos inconscientes?.
Si algo positivo tiene esta crisis económica es, entre otras cosas, el dejar en evidencia que no ha existido, existe, ni es deseable que haya en el futuro, una tradición e identidad cultural europea.
Repárese en el subrayado de una. Cuando Walser cita a Hölderlin, nuevamente se está haciendo un ejercicio de lamentable provincianismo cósmico a costa de Europa, si además lo enlaza con su Grecia, es un fake. Para saber lo que es Grecia no hay que leer hoy a Hölderlin sino ver las películas de Angelopoulos.
La complejidad cultural de lo que llamamos Europa, por sus orígenes y la inmigración, tiene poco que ver con tradiciones inexistentes e identidades imposibles e indeseables. Hemos convivido matándonos en nombre de la cultura, lo que no es el mejor recordatorio para seguir ayudándonos en la economía.
No se debe enfrentar lo cultural y lo económico. Europa merece la pena, no por lo que no fuimos, sino por lo que podemos ser. Y esto es tanto un tema de cultura económica como de economía cultural.
lunes, 3 de septiembre de 2012
viernes, 24 de agosto de 2012
martes, 21 de agosto de 2012
Prometheus
Prometheus es, ante todo, un festival de imágenes audiovisuales. Gracias a ello se convierte más en una película espacial que temporal. Desde ese punto de vista me parece una película excelente, que ha sabido prolongar la estética Giger, sin demasiadas alusiones explícitas que la reduzcan al papel de precuela. Esta condición eminentemente audiovisual, técnica, establece una diferencia con otras películas de ciencia ficción basadas en novelas de la segunda mitad del siglo XX, algunas de las cuales todavía se han estrenado en este siglo. Abuso generalizado de los efectos especiales y de las frases trascendentales (viene a ser lo mismo) eran algunas de sus características. No exclusivas, como puede comprobarse por las poluciones de autoayuda del Batman en horas bajas de Nolan o las especulaciones estomagantes de Spielberg, fruto de su debilidad (malsana) por la infancia.
Lo de menos en esta es el guión, con incoherencias dignas de Lost, posiblemente debidas a a la inestimable contribución de Lindelof. Ya se sabe que cuando un relato empieza a no tener ni pies ni cabeza se dice que responde algunas preguntas y abre muchos otros interrogantes. Tampoco empalaga mucho la carga pseudometafísica a cargo de unos científicos con síndrome de ET agravado en niño de IA. Apenas unas reflexiones infantiloides sobre el creacionismo para contentar a la clientela USA: Prometeo nos creó, pero (atentos) ¿quién creó a Prometeo?. Hay también una exhibición repetida de la cruz que la hará digna de ser incluida en la remozada asignatura de Educación para la ciudadanía... En fin, la aportación viene por otro lado, y es lo que la hace una película del siglo XXI.
Lo interesante de sus imágenes es que ellas solas introducen una complejidad en la ciencia ficción como ha habido pocas hasta ahora. Bien es verdad que recoge, más que aporta, y que se benefician de una trayectoria de la misma, especialmente a través de las teleseries, las grandes renovadoras de la tradición. El cierre de Falling skies promete. Así, la figura de Prometeo queda resaltada en toda su ambigüedad mitológica: un Titán cabronazo, altruista pero poco de fiar en cuanto a sus últimos propósitos. Otro androide irónico, posmoderno, David, que guarda sus distancias interesadas con los seres humanos, demasiadas, muy distinto del inocente Data que se pasaba toda la serie de Star Trek piando por ser humano. Se la jugará a la tontorrona Dra. Rapace. Y está la gran constante ya de la ciencia ficción en este siglo: la indignidad del ser humano. Dentro de poco hasta los Aliens no querrán nuestra carne. Del futuro peor de la vieja ciencia ficción hemos pasado al peor de los orígenes en la nueva.
lunes, 13 de agosto de 2012
martes, 7 de agosto de 2012
sábado, 4 de agosto de 2012
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