viernes, 17 de febrero de 2017
miércoles, 15 de febrero de 2017
domingo, 12 de febrero de 2017
viernes, 3 de febrero de 2017
martes, 31 de enero de 2017
el tiempo del informático
Pobres Frodos ¿Está indexado el libro? ¿Cómo anda de cuartiles? y ¿Sale mucho en el Book Citation Index? ¿Qué puesto ocupa la Comarca en el Índice Shanghai de Universidades? Sin ello ni con la ayuda de El Rey de los Muertos lograréis cumplir los nuevos requisitos de acreditación en Mordor.
"El poder de los Tres Anillos ha terminado, llegó el tiempo de la hegemonía del Informático"(Galadriel)
domingo, 29 de enero de 2017
viernes, 20 de enero de 2017
martes, 17 de enero de 2017
En presencia de Schopenhauer
"Falta por escribir la tragedia de la banalidad producida por circunstancias normales que la vuelven por ello todavía más inevitable"
Así acaba el ensayo de Houellebecq, así comienza su obra y ese es el trasfondo de la de Schopenhauer. No hace falta circunstancias excepcionales ni tampoco seres monstruosos para explicar las enormes desgracias que unos seres humanos preparan a otros. Va en su carácter; como dijera el escorpión de la fábula, es mi naturalezza.
Debe contenerse la rata hermenéutica que ya tenía preparada en su hocico la cita de Hanna Arendt. No, aquí no se trata de la banalidad de la tragedia sino de la tragedia de la banalidad. Lo que en el fondo escuece en el Schopenhauer de Houellebecq es tener que vivir en un mundo de mediocres y no poder hacer nada por evitarlo(s). Un mundo del "me gusta" sin llegar a querer realmente. Por eso le interesa en especial el Schopenhauer más popular aunque comente su obra magna: ese que da consejos para una vida feliz en la que es imposible la felicidad. Ya no es el filósofo para filósofos (si alguna vez lo fue) sino el novelista para seres humanos, el artista. Es decir, él mismo, Houellebecq. Ambos compartirían, según él, una obra cuyo núcleo es una intuición artística y un método, el de la contemplación estética.
No son desdeñables los consejos. El primero es la separación entre vida y obra. Si Schopenhauer advertía que había escrito sobre lo que era un santo pero no dicho que lo fuera, Houellebecq distingue entre el artista como hombre, al que le interesan el "dinero, la gloria y las mujeres", y el artista sumido en la contemplación estética del objeto (sujeto claro espejo del objeto), ingenua, inmerso en un mundo 3D. Ahí encuentra la belleza de la idea, el pez dorado de David Lynch, sin los molestos tirones cotidianos de atención de la Voluntad. Esa belleza ideal ganada a golpe de paréntesis estético merece la pena: todo es bello mientras no me afecta, concluye Schopenhauer. Lástima que dure tan poco.
Lo jodido es que afecta (a algunos más otros) porque no se puede estar todo el rato en el limbo estético, hay que vivir, y así comienza la filosofía, la novela y la obra de arte, mostrando que en conjunto la vida es una tragedia y en concreto una comedia sin la posibilida de mantener siquiera un pose digna. La obra de estos dos autores es un grandioso tratado de melancolía por el esfuerzo sin fin y sin sentido de la Voluntad en los individuos, ese sacrificio absurdo de una generación por la siguiente, se lamenta Houellebecq, criando niños y luego atendiendo a ancianos, poco tiempo para sí mismos.
¿Hay la posibilidad de una isla? Houellebecq la explora con la ayuda de las nuevas tecnologías, ni poshumanos ni transhumanos, sino neohumanos. En ellos parece haberse resignado la Voluntad anulándose la individualidad, conjurando aquello que más teme: los neohumanos no sienten el tedio. A pesar de todo:
“Me bañaba durante mucho tiempo, al sol y a la luz de las estrellas, y no notaba nada más que una leve sensación oscura y nutritiva. La felicidad no era un horizonte posible. El mundo nos había traicionado. Mi cuerpo me pertenecía por un breve lapso de tiempo; yo jamás alcanzaría el objetivo asignado. El futuro estaba vacío; era la montaña. Mis sueños estaban poblados de presencias emotivas. Yo era, ya no era. La vida era real”. (Daniel 25 en La posibilidad de una isla de Houllebecq)
Die, die, die
On the Spanish Coast
Die like a clown
With no friend around
This used to be
A Spanish Town
Die, die, die
On the Spanish Coast
Die like a fly
With no lover to sigh
On a hot white box
In a pile of rocks
You'll go crazy
By the hazy sea
Die, die, die
On the Spanish Coast
Die like a love
When you kill it's dove
If you don't belive
Then your angels leave
And you loose it
You can't use it
Life
Pero siempre queda la posibilidad del mejor amigo del hombre que, naturalmente, no es humano. O más allá de lo humano, como Iggy Pop.
Love is simple to define
But it seldom happens in the series of beings
Through these dogs we pay homage to love
And to its possibility
What is a dog but a machine for loving
You introduce him to a human being giving him the mission to love
And however ugly, perverse, deformed or stupid this human being might be
The dog loves him, the dog loves him
Como Leonard Cohen antes de que se convirtiera en el hombre que susurraba a los micrófonos, inspirándose en La posibilidad de una isla.
viernes, 13 de enero de 2017
deséame suerte
DESÉAME SUERTE
una telaraña recién hecha
ondeando
como una vela
en la ventana abierta
y he aquí
a la pequeña maestra
deslizándose
por un hilo lechoso
deséame suerte
almirante
hace mucho tiempo
que no consigo acabar nada
una telaraña recién hecha
ondeando
como una vela
en la ventana abierta
y he aquí
a la pequeña maestra
deslizándose
por un hilo lechoso
deséame suerte
almirante
hace mucho tiempo
que no consigo acabar nada
sábado, 7 de enero de 2017
jueves, 5 de enero de 2017
Herzog se come su zapato tecnológico
Casi todo lo que filma este loco bien organizado se convierte en imagen poética. Es la belleza del exceso, de lo sublime. En esta película de 2016 mezcla el Are You Lonesome Tonight? de Presley con el preludio de El anillo del nibelungo de Wagner. Y hasta es capaz de encontrar belleza en las tripas de un protoordenador. No siempre fue así. En 1979, cumpliendo una promesa, se comió la suela de su zapato, sin dejar de lanzar denuestos contra la televisión, los anuncios, esas imágenes impuras que mataban la auténtica cinefilia, ya saben, la de Susan Sontag: "In celluloid we trust", levantaba el puño airado como su "íntimo enemigo" Kinski. Lo que no ha impedido que a través de ese medio tan "impuro" como lo digital nos haya ofrecido las imágenes más "puras" de desiertos, volcanes, hielos, pingüinos gays, cuevas maravillosas... En esta película se ha vuelto a comer su zapato, el tecnológico.
Es una película actual, es decir, ochentera, en esa confusión muy de ahora que consiste en la empanada de los imaginarios de las nuevas tecnologías que recuperan los años 80 del siglo pasado tanto como son incapaces de salir de ellos. Naturalmente hay diferencias. Esta película no llega a ser Halt and Catch Fire, recomendable, pero tampoco se vacía en la diarrea mental de Westworld que ha sumido en la perplejidad al mismísimo Sir Anthony Hopkins negándose a verla en televisión por no soportar más las chorradas que le obligan a decir; ni seduce con el brillo de la alta definición a talludos adolescentes con acné metafísico en Black Mirror. Tratándose de ese remoto pasado que se funde con el remoto futuro en el presente (Smithson) hay que ver el partido que le está sacando a las intrigas de Juego de Tronos algún partido político en lo que es el culebrón de la termporada.
Dejémosles con sus puñales, vayamos a la poesía de Herzog.
Al igual que Farocki, otro "inmigrante digital" (Prensky) Herzog lleva dos cosas en ese viaje, el cuerpo, las experiencias poliestéticas y la naturaleza, la dimensión cosmológica, siendo algunas de las imágenes de síntesis un morphing de las "naturales" que hemos visto en otras películas suyas.
Siguiendo la técnica de otros "documentales" Herzog hace una ronda de entrevistas con su inglés lechoso investigando los pro y contra de las tecnologías
Lo que no impide a los azafranados monjes darle afanosamente al dedito
En esa borrosa frontera en que los robots sueñan con ser humanos y la humanidad con ser alguna vez ella misma, Herzog se pregunta:
Al fin y al cabo no hace más que seguir el imperativo categórico de Oscar Wilde: "sé tú mismo, el resto de los papeles ya están cogidos".
Ya, ¿pero qué soñaría el androide? Una vez más se conjura el espíritu Blade Runner
Para esta noche de Reyes hay mejores recomendaciones
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