“La mañana del 16 de abril, el doctor Bernard Rieux, al salir de su habitación, tropezó con una rata muerta en medio del rellano de la escalera” (Camus. La peste)
jueves, 8 de octubre de 2020
éxito
“La mañana del 16 de abril, el doctor Bernard Rieux, al salir de su habitación, tropezó con una rata muerta en medio del rellano de la escalera” (Camus. La peste)
martes, 6 de octubre de 2020
¿Una nueva edad oscura?
El interés por este libro
se debe, en mi caso, a una mezcla de confusos sentimientos. El título me
resultaba disuasorio porque recuerda, demasiado, a otros alegatos
antitecnológicos. Pero el autor es James Bridle, inventor del término y
proyecto “Nueva Estética” que he seguido desde hace años en este blog. Bruce
Sterling lo puso en circulación con la afortunada frase de que se trataba de “la
erupción de lo digital en lo físico”. Una de la tesis expuestas en la web de Bridle
era que el objeto de la pixelación de lo físico en lo digital respondía al
intento de hacer visible lo invisible. Como desarrolló en “La nueva estética y
su política” la tecnología es en sí política, luego hace falta seguir otro
camino en estética y hacer “una crítica de la crítica”. Esa crítica, lo
adelanto, se refiere a la crítica tradicional basada en lo dialéctico y lo
binario. La nueva estética confunde, reconoce Bridle, porque no usa la palabra
en sentido clásico: sensibilidad y belleza; emplea el lenguaje de aquello que
ya está politizado como son las redes y utiliza sus recursos. Se comunica, no
hablando sobre imágenes, sino creándolas y mostrándolas. En definitiva, afirma,
lo primero que tiene que hacer uno que quiera que dedicarse a la nueva estética
es aprender a programar. Lo demás es una pérdida de tiempo pues el no
alfabetizado digitalmente lo único que mira es “el dedo pixelado” (destacando
sus insuficiencias) y no hacia lo que apunta. Y, entonces, se pregunta él
mismo, ¿por qué ha escrito el artículo? Una contradicción, reconoce, otra más
de nuestra época. De hecho, él proviene del ámbito de la escritura.
Con estos antecedentes
era difícil ubicar el libro como tal en su proyecto. Y de hecho la expresión y
consideraciones sobre la “nueva estética no aparecen en él. El libro es pura
política, pero ¿de qué?. Si en el proyecto se trataba de hacer visible lo
invisible aquí, en el libro, se constata que es poco menos que imposible ya que,
precisamente, la edad oscura en la que estamos sobreviene por el exceso de
visibilidad que invisibiliza todo, como una luz blanca cegadora. Según él,
estamos entrando en una nueva edad oscura por el fracaso de la Ilustración: el
exceso de conocimiento ahoga el pensamiento, la sobreabundancia habría acabado
con él. Tesis que recuerdan los viejunos discursos sobre la sobreabundancia de las imágenes. La
cita que hace de Lovecraft sobre que vivimos en “medio de los negros mares de
la infinitud” nos pone sobre la pista del romanticismo oscuro de contexto por
el título. Pero, insiste, menos mal, esto no tiene nada que ver con el nihilismo. Recalca que no va contra la
tecnología pues sería como ir contra
nosotros mismos. El libro lo que pretende, en definitiva, es repensar las
metáforas de la tecnología, ese encantamiento, porque “la tecnología no
consiste en la mera creación y uso de herramientas: es la creación de
metáforas”. No puedo estar más de acuerdo pues me he pasado décadas criticando
el uso de las “metáforas digitales” y cada vez que sigo leyendo “humanidades
digitales” me doy cuenta de que la batalla está perdida.
El libro hace, pues, un
diagnóstico expresado en el título, un análisis de casos concretos que lo
apoyan y que ocupa la mayor parte de los capítulos, despistando a algunos sobre
su finalidad y, finalmente, una propuesta que me gustaría destacar: “apodernarnos
de la zona gris”. Esa que hay entre la sobreabundancia de las tecnologías y las teorías simples, a menudo paranoicas,
sobre ellas. Me parece que hoy día el planteamiento es inverso al cartesiano: no
reducir lo complejo a lo simple sino lo simple a lo complejo. Se trataría, entonces, de “vivir conscientemente en la zona gris”. De
modo que “esta afirmación podría ser la moraleja de este libro: una denuncia
irrefutable de nuestra capacidad de ignorar o buscar más información de primera
mano, cuando el problema no está en lo que sabemos o dejamos de saber, sino en
lo que hacemos”. Esa zona gris podría ser la de una “nueva estética” de las
tecnologías que responda a una necesidad
antigua, aquella que Herder cifraba diciendo
que el auténtico arte es la unión de saber hacer y poder hacer.
jueves, 1 de octubre de 2020
lunes, 21 de septiembre de 2020
domingo, 6 de septiembre de 2020
sábado, 5 de septiembre de 2020
martes, 25 de agosto de 2020
22. Estética de verano. Upload.
Junto a un
hilo thriller de baja intensidad el auténtico hilo rojo de esta temporada es la
exploración de la historia de amor entre Nora y Nathan, entre lo vivo físico y
lo vivo digital, ambos reales. De hecho, es muy significativo el embarazo al emplear
palabras como sinónimos de lo que antes estaba enfrentado dialécticamente en la
vieja terminología. El resultado es una ambigüedad muy estimulante.
La secuencia
del funeral es uno de los ejemplos más claros de la estética postdigital donde
se mezcla todo en ese digital ya consumado. Al tiempo que ve su funeral y
participa separado por una mampara física/digital, un Nathan ridículamente
customizado constata perplejo que todo se hace para él, pero sin él.
Es esta
historia de amor, que no ahorra los tópicos verbales e icónicos más kitsch
esencia de culebrones, la que sitúa esta serie en el ámbito de los imaginarios
que he mencionado y que se diferencian radicalmente de los del ciberpunk,
habitantes de la ruina urbana de los supervivientes solitarios. Aquí triunfa lo
interracial políticamente correcto frente a lo previsible caucásico y
glamouroso. Pero tamizado por la ironía. No hay el revoltijo de mezclas que hace
imposible hoy día entender los remakes de películas históricas de hace años,
con un bosque de Sherwood más variado en especímenes humanos que el arca de Noé
y una corte artúrica preludio de todos los híbridos, con géneros, razas y tamaños
futuros conviviendo como si nada fuera más natural.
La
apariencia física cambia según la disponibilidad digital y las últimas imágenes,
que dejan abierta la continuidad de la serie, ya adoptan ese color verdoso
claro hopperiano de lo degradado en una luz incierta, meditabundo, a la espera
de subir algún día desde el limbo de los 2 gigas al cielo digital de la tarifa
plus.
sábado, 22 de agosto de 2020
21. Estética de verano. Bradbury. Estética poliestética.
https://joseluismolinuevo.blogspot.com/2012/06/
"Las palabras sabían a verano. El vino era verano encerrado y taponado. Y ahora que Douglas sabía, realmente sabía, que estaba vivo, y se movía en el mundo para verlo y tocarlo, convenía que algo de este nuevo conocimiento, algo de este especial día de vendimia, fuera apartado y sellado, y abierto luego un día de enero, cuando nevara rápidamente y el sol estuviese oculto desde semanas o meses atrás, y el milagro, en parte olvidado, necesitara renovarse. Sería aquel un verano de insospechables maravillas, y Douglas quería que lo conservaran y ordeñaran. En cualquier momento bajaría de puntillas a ese húmedo crepúsculo y acercaría las puntas de los dedos.
Y allí, hilera sobre hilera, con el color suave de las flores que se abren a la mañana, con la luz del sol de junio tras una débil película de polvo, estaría el vino. Y al mirar el día invernal a través de la botella... la nieve se fundiría en pastos, en los árboles vivirían otra vez pájaros, hojas, y capullos, como un continente de mariposas que se alzara al viento. Y el cielo acerado sería azul.
Ten el estío en la mano, sírvete un poco de estío, un vasito nada más por supuesto, un sorbito para niños; cambia la estación en tus venas llevándote el vaso a los labios y empinando el estío". (Bradbury. El vino del estío)