viernes, 1 de octubre de 2021

Sergio Ramírez




Es la tercera de la trilogía dedicada al inspector Morales. Las dos anteriores deslumbran por un lenguaje florido que permite asistir a una auténtica fiesta de los sentidos como pocas veces brinda la literatura. Nuevamente la figura del policía hace de caleidoscopio para entender una sociedad compleja, ya que su oficio no conoce de clases sociales, aunque las padezca. Esta novela es más amarga. Ya no puede aguantar más. 

"Vimos cómo aquellos que cuando eran jóvenes lucharon por un mundo nuevo le daban un golpe de Estado al pueblo cambiando la Constitución para perpetrarse en el poder en nombre de una revolución ya muerta, y no dijimos nada. Vimos cómo se robaban las instituciones y las prostituían, y tampoco dijimos nada. Vimos cómo se apoderaban de la policía y del ejército y nos callamos. Qué cómodo es callarse. Y qué cobarde".

miércoles, 29 de septiembre de 2021

de cine


 Un excelente libro sobre cine y una magnífica edición. 

lunes, 27 de septiembre de 2021

Descarga libre. Entrehistorias


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viernes, 24 de septiembre de 2021

martes, 21 de septiembre de 2021

Kant, siempre Kant

 


Comienzo a leer el libro de una autora que ha escrito cosas muy interesantes sobre nuevas tecnologías.

"Has the Internet destroyed the world or made it a better place? Does it foster democracy or total surveillance? Community or isolation? Information or pornography? Well-adjusted citizens or homicidal psychopaths?"

Se me cae el alma a los pies. Busco consolación en la filosofía. En el viejo maestro, en el gastado libro 



“El deber de la filosofía consiste en eliminar la ilusión producida por un malentendido, aunque ello supusiera la pérdida de preciados y queridos errores, sean cuantos sean”. (KrV, AXIII)

La ilusión de los años 80 del siglo pasado -que sigue hoy- es desplazar el sujeto de lo humano a las tecnologías: Internet ha destruido, Google nos vuelve más tontos... el impacto de las tecnologías... Nosotros somos los sujetos y nuestra es la responsabilidad de su uso, no de las tecnologías. Parece obvio, pero no es casual que hablemos así. Se crea un efecto estético para eludir una responsabilidad moral. Ya antes se pasó de considerar a las tecnologías como cartesianas en los setenta a los conceptos emocionales de las metáforas digitales (democracia, ciudadanía digital, humanidades digitales...) en la posmodernidad. Y así nos encontramos con la paradoja de una sociedad que se sabe compleja, pero a la que encanta describirse con categorías esencialistas, simples. Cuando se ha llegado a un cierto consenso en el nuevo siglo respecto a que lo virtual no sustituye sino que forma parte de y aumenta lo real, sin embargo, en la teoría y el lenguaje se sigue "virtualizando" lo real con el empleo del "preciado" y "querido" marketing esencialista. De este modo las categorías se convierten en eslóganes publicitarios. Ilusiones... ficciones, necesarias. ¿Quién se resiste a ponerse estupendo ya no se sabe si por vanidad,  por necesidad de promoción académica o, simplemente, por rutina? 

El viejo maestro abría y cerraba el libro constatando que la razón produce, inevitable e incesantemente, ilusiones trascendentales que ella misma crítica. Todo se queda en casa, es la endogamia de la razón, juez y parte. La filosofía critica lo que ella misma produce. Es una tarea de Penélope en que la que los resultados son magros, pero se gana en lucidez. Por otra parte, la construcción y derrumbe de esas ilusiones trascendentales (mejor llamarlas aquí "trascendentes") no deja de tener su interés. Emulando a Voltaire en su "Diccionario filosófico" cabría decir: "j’étais curieux et sensible". 

Para Kant la verdad es una pequeña isla rodeada del mar de la apariencia dialéctica. Quizá se ha pasado por alto la aportación kantiana a esta palabra, "dialéctica", oscurecida por la hegeliana. Para él significa análisis y crítica de la apariencia dialéctica. Yo prefiero la acepción kantiana para intentar comprender la sociedad actual, no la del siglo pasado, versión años sesenta y setenta. Porque Kant rechaza el planteamiento de las antinomias a las que nos llevan esas ilusiones trascendentales binarias de la dialéctica clásica. Así las que plantea la autora del libro con la excluyente conjunción disyuntiva "o" fruto del sujeto desplazado. No dejan de ser preguntas impactantes pero estériles. La filosofía, siguiendo a Kant, no consiste en hacer preguntas, eso lo hace cualquiera, sino en saber preguntar antes de preguntar para saber. Y hay preguntas -como las de la autora- que pueden, pero no deben hacerse porque no conducen a nada. 

Mantengo la ilusión de que quizá pueda ampliarse el magnífico opúsculo kantiano sobre qué significa orientarse en materia de pensamiento en una investigación sobre cómo orientarse en un pensamiento en imágenes. Y me encuentro esto por ahí



Sigo leyendo el otro libro, por si cae algo...



lunes, 20 de septiembre de 2021

sábado, 18 de septiembre de 2021

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Tokyo Trial

 


Interesante, más compleja que las habituales sobre los juicios de Núremberg. Sin embargo, la exigencia de responsabilidad es parcial. Recomendaría verla junto con la magnífica The Fog of War: Eleven Lessons from the Life of Robert S. McNamara (2003) de Errol Morris que analicé en Fenomenología de la alienación (The act of killing). Esa niebla de la guerra en la que no hay durante ella las leyes por las que luego serán juzgados; esa niebla de la guerra en la que los acusados estarían en el banquillo de los acusadores si hubieran ganado; esa niebla de la guerra que le permite al antiguo Secretario de Estado preguntarse por cuánto mal hay que hacer para lograr el bien... ¿Vietnam? ¿Hiroshima? ¿Nagasaki?...

miércoles, 1 de septiembre de 2021

la melodía del mundo

 










Los créditos de apertura de Babylon Berlin han recibido numerosos reconocimientos por su calidad. También los de clausura, menos elaborados, pero más reconocibles. En realidad, solo estos últimos responden a su nombre, cierran los capítulos, mientras que los primeros están incrustados en la narración. Saskia Marka, la diseñadora, ha remontado su inspiración hasta el primisecular Der absolute Film, ese movimiento alemán que aspiraba a hacer del cine la nueva obra de arte total. Más en concreto, se ha referido a Walter Ruttman, a su conocida obra Berlín, la sinfonía de la gran ciudad y a las diferentes versiones de sus Juegos de luz. El resultado ha sido (no solo para los créditos sino para los capítulos de las tres temporadas) una singular mezcla de expresionismo abstracto y narrativa documental al estilo de la nueva objetividad. Es bueno tenerlo en cuenta pues Babylon Berlin es una serie de culto que va contra el culto. Este, cuando oye la palabra Weimar, empieza a salivar una compungida nostalgia. En 2017 Der Spiegel resumía el tono de la entrevista a sus creadores con este titular: “¡Se acabó la retro-nostalgia de papel maché!”.

En ese mismo año que explora la serie, 1929, Ruttman estrena otra obra menos conocida y que lleva por título La melodía del mundo. Era el encargo de una naviera, un trabajo publicitario, se filmó un gran cantidad de imágenes por todas las partes del mundo y lo que hizo Ruttmann fue montar ese material tan heterogéneo como un caleidoscopio, al igual que sucede en los créditos de Babylon Berlin. El montaje era la pieza clave para lograr ese ideal del “filme absoluto” como música visual. En el giro icónico de aquellos años lo icónico incluye lo sonoro y lo visual como mejor forma de expresar esa nueva sensibilidad para el (su) tiempo en que parece estar empeñada la cultura.

Ruttmann, además de por sus obras vanguardistas, es conocido por sus manifiestos. Tras unos iniciales intentos de asociar la pintura con el tiempo y el movimiento a través de la música concluirá: “Ya no tiene sentido pintar, hay que poner la imagen en movimiento”. La pintura y la palabra detienen el tiempo, pero la vida, mientras es vida, no se detiene. El cine es el arte de la vida real creando ritmos de tiempo a través del montaje. Las sinfonías ópticas integran una pluralidad de imágenes diferentes y, a veces,  contrapuestas, para configurar “la melodía del mundo”. Eso es justamente lo que hace con su obra de 1929 y la cita inaugural no deja lugar a dudas sobre el método: “El verdadero misterio del mundo está en lo visible no en lo invisible”. No se trata solo de optar por uno de los términos de la conocida dialéctica occidental, sino de prescindir de ella, siendo esta posiblemente la verdadera diferencia con Klee. Las consecuencias van mucho más lejos del terreno del arte y quizá sería oportuno reflexionar sobre ellas. Porque la apelación al “filme absoluto” no se refiere solo a una nueva visibilidad que aspira a hacer visible lo visible, sino a una nueva forma de hacer historia en la que, junto a la consabida historia conceptual, se hacen valer los derechos de la nueva historia perceptual. Y entonces la época de Weimar, este año 1929, aparece a una nueva luz, sin los filtros culturales que la velan. Es una de las sorpresas de la serie.

 


domingo, 25 de abril de 2021

siluetas (4)

 

En ciertos planos Assayas replica otros de Fanck ¿Qué busca con ello? ¿“Reencontrar el gesto del genio” como Mastroianni en Más allá de las nubes? La tradición de los críticos de Cahiers du Cinéma convertidos en directores permite esperar una peculiar relación entre palabra e imagen, de texto dentro del cine y cine dentro del texto. Y también con la vida. Quedan ecos de los años sesenta en que, parafraseando a los argonautas, no es que el cine sea la vida, sino que hacer cine es necesario, vivir no. Pero ello más que borrar los límites lo que hace es entrar en una ambigüedad en la que vida y obra se entremezclan, con más fortuna para unos que para otros.  Más que la narración lineal lo que prima entonces es el tiempo dentro del tiempo, el bucle más que su detención, el teatro dentro del cine y este en aquél. Una palabra que se oye a menudo a Assayas es la de “complejidad” para señalar las contradicciones de la vida y de la obra. Estas no se anulan unas a otras especialmente con la protagonista María Enders en la que la exposición de y a las mismas constituye su forma de vida. Se trata de una obra de teatro dentro de una película, texto y palabras dentro de imágenes, no una película sobre una obra de teatro.

En realidad, lo más llamativo de la película de Assayas es como mezcla todo. Es estar siempre en los límites en la línea en que se tocan, pero no se funden y confunden.   María Enders se encuentra presa entre su antiguo papel de Sigrid y el actual de Helena, entre la juventud y la madurez, no puede volver a uno y no se resigna al otro. De hecho, lo odia por lo que significa de debilidad, mediocridad y dependencia de la más joven. Le confiesa María a Klaus que todavía siente que es Sigrid, libre, destructiva e inconformista. Klaus le contesta que Sigrid y Helena son la misma persona. No le gusta la Helena de entonces, tampoco ella como siendo ese personaje, porque las divas son, al fin y al cabo, sus papeles. De hecho, no puede recitar su propio texto sin excitarse, trastornándose emocionalmente, no vale que le digan que solo es teatro.





La palabra representación es sustituida aquí por interpretación, en la primera se trata de los personajes de la obra, en la segunda de la obra de los personajes. La película juega con ese territorio intermedio entre la representación y la interpretación, un nuevo territorio de nadie que, como la hendidura, se puede atravesar o caminar por ella si se quiere salir del lugar. A María se la ve preparar el personaje, pero no se la ve actuar ni en el teatro ni en la película. Las nubes por la hendidura del río, de la montaña han dado paso a una silueta. La definición de contornos es otra hendidura. María seguirá, nada hay más fuerte que las siluetas.