Quien compre este libro habrá adquirido dos. El primero es una fenomenología apasionada y apasionante del teléfono móvil. El segundo una ontología escolástica de los objetos en la que el móvil queda apagado.
En la segunda mitad las cosas cambian. Para Ferraris el móvil no es, como podía esperarse, un instrumento de comunicación, sino de escritura y de registro. Su tesis es que el móvil no es una máquina para hablar sino para escribir, registrar, construir objetos sociales. Esto le lleva a analizar teorías de la verdad y de los objetos (físicos, ideales y sociales), revisando las posturas realistas y textualistas, más o menos fuertes o débiles, acabando por exponer su apuesta del textualismo débil. Y aquí el libro se convierte, a mi juicio, en otro libro, proveniente de otra forma de hacer filosofía.
Sólo dos observaciones: mantener como esquema de trabajo la dicotomía sujeto-objeto en el pensamiento de las nuevas tecnologías significa recaer en un "idealismo digital" anacrónico, después de los esfuerzos (ciertamente inútiles) realizados a comienzos del siglo pasado para superar el idealismo; ese anacronismo se intensifica al convertir primero al móvil en una especie de obra de arte total, pero para reducirla luego a la escritura, lo que significa limitar drásticamente sus usos, especialmente en el ámbito de las imágenes. Quizá por eso concluye: "Así pues, el primer límite de esta obra sería que no he captado el espíritu del tiempo, no he atrapado a ese fantasma burlón. Tan solo he descrito algo que existía desde siempre y que en la actualidad se ha vuelto más poderoso, como todo, por lo demás, gracias al móvil". Son las ventajas e inconvenientes de las ontologías.